El baile de navidad

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Cayó la mañana al fin, y pese al clima gélido, pudo escucharse, a lo lejos, a algunos pájaros. Los alfeizares de las ventanas estaban cubiertos de escarcha y los cristales estaban empañados, pero las mazmorras era la zona más fría del castillo pues no había luz solar, porque estaban a cierta distancia por debajo de la superficie.

Eileen se había levantado de su cama hacía un rato pues había tenido un sueño extraño.

Había soñado con su época de estudiante cuando era prefecta. En el sueño contemplaba a Tom Ryddle con extrañeza mientras este parecía hablar con las paredes de piedra en una extraña lengua, a la que más tarde reconoció como pársel, luego despertó sobresaltada.

- ¿Qué sucede caguiño? – Le preguntó Jean Baptiste soñoliento al sentir que ella se incorporaba de repente en el lecho.

- No sucede nada querido, vuelve a dormir – Le respondió ella en tono amable, aunque el corazón todavía le latía con violencia dentro del pecho – Sólo fue una pesadilla.

Ella le echó un vistazo a su reloj y comprobó que eran las cinco y media de la mañana, pero ya no tenía sueño, definitivamente ya no podría dormir, de modo que se metió al baño para darse un relajante baño caliente aunque lo único que hizo fue recordar el pasado.

Tom había acusado a Hagrid de haber abierto la cámara de los secretos hacía muchísimos años, pero si mal no recordaba, lo del sueño que acababa de tener era verdad. En varias ocasiones había sorprendido a Tom hablando en Pársel con las paredes y después de muchos años, luego de que ella volviera de Italia y se reencontrara con su hijo, supo por la boca de Harry Potter, que quien había abierto la cámara en realidad, en ese entonces, había sido el propio Ryddle y no Hagrid como él hizo pensar a todos, aunque eso ella ya lo sospechaba.

La mujer salió de la tina, se vistió y salió del baño así como también de la habitación, se dirigió a una especie de sala pequeña que tenía, encendió la chimenea y se sentó en un sillón de orejas frente a esta para contemplar el fuego crepitante.

Desde la habitación escuchaba ruido (de seguro su marido ya se había despertado y se dirigía al baño) pero ella lo único que hizo fue pensar ¿Estarían actualmente frente a la misma amenaza de muchos años atrás? Sabía que ya no había basilisco, pero ese muchacho que lo había dejado salir de la cámara, sí que había dejado su semilla en la tierra aunque aún se dudaba si esta sería productiva o tan destructiva como lo fue él alguna vez.

En ese momento, Eileen se levantó del sillón para dirigirse hasta un librero de donde extrajo un viejo álbum de fotos. Contempló algunos retratos donde se encontraba jugando al Gobstone con su grupo de amigas, en otros aparecía metiendo los pies desnudos en el lago negro o preparando pociones en el salón del profesor Slughorn, pero al pasar una página, una fotografía le llamó la atención. No la recordaba, aparecía ella junto a Tom Ryddle, ambos luciendo muy orgullosos sus insignias de prefecto mientras saludaban a la cámara. Ella estaba tan absorta en la fotografía, que no advirtió la presencia de Jean Baptiste detrás ella.

- ¡Hola pgeciosa!–La saludó el hombre antes de besarla en los labios, después contempló la fotografía mágica sepia y se extrañó - ¡Pog Meglin! ¿Qué no es ese el muchacho que?... ¡ahhhh clago! ¡Que tonto soy! pego si tú apagueces aquí luciendo como una adolescente y vestida con unifogme, este no debe seg otgo más que logd Voldemogt ¿No es así?

- Así es querido – Respondió ella con un tono de pesar – Esta fotografía fue tomada al principio de nuestro quinto curso. Él y yo éramos buenos amigos, jamás pensé que...

Rose Eileen Snape y su tercera generaciónWhere stories live. Discover now