La reunión

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Lily lloraba desconsolada sobre la cama aquella noche, a su lado, Severus intentaba consolarla -¿Por qué?- Se preguntaba a si mismo ¿Cómo era posible que estuvieran viviendo de nuevo una situación de angustia? Se sentía impotente ante el dolor de su esposa y aterrado ante lo que pudiera ocurrirle a su amado nieto postizo y a su hija, a su niña, a su pequeña bebé. No podía concebir que alguien pudiera hacerles daño a esos seres que tanto amaba, recordaba perfectamente el día en que Harry a quien amaba como si fuera su propio hijo llegó anunciándoles a él y a Lily que  Ginny estaba embarazada del segundo hijo y que en honor a él y al profesor Dumbledore habían decidido llamarlo Albus Severus Potter, y al momento de nacer cuando vio su carita por primera vez sintió que lo adoraba aunque no portara su sangre, igual que quería al pequeño James , tampoco podía evitar recordar cuando  Lily le anunció en la enfermería del colegio que estaba embarazada, que lo convertiría en padre, fue un sueño hecho realidad. Definitivamente no podía venir ese mocoso a acabar con su familia así como así. Los sollozos de Lily le partían el corazón y también sus palabras:

- Mis niños - Decía - Mis queridos Albus y Rose - ¡Dios Mío! Los quiero conmigo.

- No sé como pero los traeré de vuelta Lily - Emergió de sus delgados labios.

- Si él les hizo daño... - Expresó Lily ahogada por el llanto - Si él acaso arremete contra...

- Lily no pienses en eso - Dijo Severus abrazándola para intentar calmarla pero más y más lágrimas brotaban de sus ojos verdes como esmeraldas.

- No lo soportaré Severus, quiero a mi hija y a mi nieto conmigo.

Allí mismo en las mazmorras, en la habitación que habían ocupado durante el torneo entre padres e hijos, Ginny y Harry Potter se encontraban en la misma situación, solo que era Harry quien se había quebrado y Ginny quien intentaba contenerlo.

- Es mi culpa Ginny, él me quiere a mí, el maldito mocoso me quiere a mí y por eso quiere lastimarme a través de mi hermana y mi hijo - Expresó el hombre al tiempo que daba un puñetazo a una de las paredes de piedra haciéndose daño, Ginny, también con lágrimas en los ojos pero ya más calmada, lo abrazó por la espalda e intentó consolarlo.

- Todo saldrá bien Harry, todos nuestros amigos están aquí para apoyarnos, ese loco no lastimará a mi bebé ni a mi querida Rose, no lo dejaremos.

- Por supuesto que no lo dejaremos, voy a descubrir dónde están.

En ese momento tocaron a la puerta...

- Yo abro - Propuso Ginny.

La mujer se dirigió a la puerta de la habitación y al abrirla encontró a su mejor amiga.

- Hermione - Exclamó con voz trémula.

- No te preocupes Ginny, los encontraremos, estamos aquí y no vamos a dejarte sola, ya llegaron tus padres, los gemelos, Parvati, Lavender, Percy, también Pansy, Draco y los padres de él, todos estamos aquí y no nos iremos hasta encontrar a Rose y a Albus.

- Muchas gracias Hermione.

- No hay de que, sé que ustedes harían lo mismo por nosotros, oye, el profesor Dumbledore está en su despacho y dice que quiere hablar con todos nosotros, que el señor Ryddle tiene una explicación para todo esto.

Ginny asintió con la cabeza y sin más se fue a buscar a Harry y junto a Hermione se encaminaron hasta la oficia del director donde efectivamente los aguardaban los familiares y amigos más cercanos.

En la sala común de Gryffindor todo permanecía en absoluto silencio, todos estaban congregados allí pero no se atrevían a decir una sola palabra; James contemplaba con aire taciturno las llamas de la chimenea, pensaba Rose y en Albus Severus ¿Qué podría estar sucediendo en esos momentos? ¿De verdad Ryddle les haría daño? Cuanto se arrepentía en esos momentos de haberle hecho bromas a su hermanito, eran bromas inocentes claro, porque él lo amaba y jamás habría querido mal para él pero en ese instante le pesaba el haberlo molestado, un par de lágrimas resbalaron por su rostro.

Rose Eileen Snape y su tercera generaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora