•XXVII•

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Parte II
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Magnus soltó el aire contenido en un intento de calmarse; observaba con fingida calma y atención a la mujer en la sala, analizandola a detalle y en efecto, si se parecía en ella en los ojos de gato que ahora ella mostraba con aparente orgullo, los tenia exactamente igual a él, salvo que el de Magnus tenia una pizca de verdoso como los de Asmodeo. Aunque Magnus sabia perfectamente quien era ella nunca pensó en verla con su verdadero rostro, siempre presentándose en varias formas, humana o animal.

– Ishtar... –. Su nombre salio en un susurro quedo, tenía entendido que ella nunca aparecía en su verdadera forma, y verla como realmente era hacia que su voz quedara casi nula. También que era una diosa caída capaz de dar o quitar la inmortalidad a quien sea quien lo desease a cambio de un recuerdo. Un solo recuerdo de la persona amada, arrancándola de tu mente con dolor, sin opción a negarte una vez que hayas accedido que lo haga. El precio de la inmortalidad al alcance de un recuerdo.

Magnus tuvo esperanza en ese entonces, podría llamar a Ishtar y darle un solo recuerdo de Alexander porque tendria la certeza de que seguirían juntos y podría crear mas recuerdos de las que ya tenia a cambio de solo uno... Magnus tenía esperanzas en ese entonces, que Alec permaneciera allí; pero ahora, que Alexander se había marchado de su vida para siempre (casándose con otra mujer) prefiero guardarse los recuerdos para si mismo; volverse egoísta con ello, dejar que con el tiempo el rostro pálido de Alexander, sus sonrojos, sonrisas y ojos azules brillantes como el océano, sus manos sobre su cuerpo acariciándole y envolviendole en cálidos abrazos, se desvarneciera con el tiempo, seguir inmortal y dejar que su recuerdo se vuelva polvo, y su rostro inocente un rostro entre los muchos. Pero era egoísta, su mente materializaba lo que quería y lo que quería, tenia nombre y apellido alejado lo mas que puede de él; y dudaba con creces que su rostro sea un recuerdo mas que uno doloroso.

Aunque debería de festejar; festejar por lo poco que duro pero lo mucho que significo para los dos.

O al menos para él.

–¿A que se debe la visita de una de las grandes diosas en mi humilde hogar por mi balcón? –. Ishtar sonrió levemente, vio como su nariz perfilada se arrugaba cuando reía y pequeños hoyuelos aparecían en sus mejillas.

– Tienes el humor negro de tu padre... Pero mi elegancia no te lo quita nadie –. Susurro, se soltó con una sonrisa de la mano de Ragnor hasta caminar hacía Magnus y quedarse a solo un metro; Magnus se quedo sin aire, se parecía demasiado, el porte, la elegancia, los ojos y hasta las mejillas y lo que Ishtar dijo, le quito el aliento de forma abrumadora –. Hola, anak saya*

(...)

Alexander en el transcurso de los tres días alejado de Magnus y la noche previa a su fiesta de compromiso, se había dirigido rápidamente a su biblioteca allí en su casa a aprenderse todo lo que su padre le había explicado en términos medio, tanto él como Ishtar, lo que eran las runas: su significada de cada una de ella y su uso; aprendiendo de memoria la historia ya escrita desde antes de que todo fuera conocido, sobre el ángel Raziel, leyendo y releyendo la historia: el como el ángel aparecía del lago Lyn con una copa decorada en adamas y cubierto de oro en una mano y una espada de plata con la empuñadura de unas alas extendidas en la otra, dando los dos objetos al primer cazador de sombras, Jonathan Cazador de Sombras; aprendiendo cada cosa, cada runa, detalle y uso y el como fueron aplicadas en un pasado, llenándolo de rabia al saberse desconocido de todo esto. 

Settle Down |Malec-AU|Where stories live. Discover now