•XXVIII•

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Magnus aun seguía con la cara enterrada en ambas manos respirando pesado. La presencia de Asmodeo con su pequeña sonrisa que Magnus no sabe como interpretar en definitiva no ayudaba en nada.

–Se que estas confundido –. Su madre habló, haciéndole levantar el rostro tan solo un poco para poder observarla con atención y ver sus ojos gatunos muy parecidos a los de él –. Pero todo esto tiene una explicación.

Antes de que Magnus dijera nada sus ventanales de pared entera temblaron, sus cortinas en si balcón revelaba un gran viento que no recordaba que hubiese. Las ventanas terminaron por romperse y Magnus se cubrió con su magia protegiendo con ella también a un distraído Ragnor. Ishtar alzo la mano deteniendo los cristales que venían a ella para incrustarse en su cuerpo deteniendolo en el aire, Asmodeo por su parte su cuerpo se volvió humo y los cristales pasaron a través de él sin ningún daño.

Se escucharon gruñidos y gritos desesperados, Magnus miro de reojo algo atontado para ver como un rapiñador iba directamente hacia el cuello de Ragnor tumbandolo y dejando al brujo de piel verde inconsciente.

Magnus jadeo asustado pero Ishtar fue mas rápida; con un movimiento de dedos, Ragnor quedo envuelto en una cápsula de magia pura y el rapiñador encima de su cuerpo se disolvió en cenizas. Magnus suspiro algo aliviado.

–¡Ish! –. La voz de Asmodeo se escucho algo desesperada, la diosa volteo a verlo después de eliminar a algunos demonios que se habían lanzado hacia ella –. ¡Pon las salvaguardas!

Asmodeo grito aturdido. Sus demonios, aquellos a los que él mismo se había encargado de crearlos con tanto esfuerzo de almas corrompidas y volviéndolos aun mas fuertes que los olvidados, estaba allí sin obedecer sus ordenes y con la clara intención de llevarse a Magnus, para posiblemente matarlo y darle la parte a angelical a Henry. Con la intención de matar a su hijo. Ishtar puso las salvaguardas pero eso no duro mucho, un demonio arremetió contra ella dándole un tambaleo y un quejido de dolor. Asmodeo en furia arremetió con aquella criatura con dos grandes garras en vez de manos o algo parecido.

«La única manera de hacer que se detengan, de destruir todo lo que yo hice, es devolviéndole las memorias a tu hijo»

Asmodeo recordó con rencor, con la viva imagen de Lilith tumbada en el suelo con grilletes en ambas manos y tobillos, el rostro ensangrentado y el cuerpo demacrado después de las torturas. Cerro los ojos y cuando los abrió, sus ojos de gato brillaban con intensidad y algo de desespero –. Dale los recuerdos... –. Susurro, Ishtar aun lo miraba, sus ojos se cruzaron con los de la diosa –. ¡Dale los recuerdos! ¡Es la única manera de detener todo esto!

Ishtar ahogo un gemido de pánico, fijo su vista en su hijo y la mirada confundida del brujo calo en sus huesos pidiendo explicación. Sin mas que hacer, Ishtar lo hizo, magia salio de sus dedos en colores rojos, parecidos a la sangre, envolviendo el cuerpo de su hijo sacando un grito de dolor de este causando que se sujetara la cabeza y por ende, por el dolor dado, cayera desmayado en un ruido sordo. De pronto, aquellas criaturas deformes comenzaron a emitir ruidos escalofriantes y agonicos, sus pieles escamosas y grisáceas fueron desprendiendose de ellos hasta desvanecerse en espuma dejando una mancha negra allí donde habían desaparecido, varias por todo el loft echo un desastre que Ishtar se encargo de arreglar.

Cuando por fin Ishtar abrió los ojos, que no había dado cuenta que cerro para evitar ver aquel grotesco suceso, enfoco rápidamente en el cuerpo de Magnus quien ahora seguía en el piso sostenido con cuidado por los brazos de Asmodeo, en el rostro del gobernador del infierno solo se veía la preocupación de manera gigante. La diosa soltó un suspiro: aquella imagen de Asmodeo sosteniendo a Magnus habría deseado verla en otras ocasiones, tal vez en un mundo paralelo donde pudieron haber sido un familia con un hijo liberal, padres amorosos pero correctos, Asmodeo sosteniendo el pequeño cuerpo de un pequeño Magnus mientras jugaban. La visión siempre la soñaba, hubiera querido que sea otra la ocasión, no en esta en la que Magnus temblaba en los brazos de su padre y lanzaba quejidos de dolor ante los recuerdos y el pesar llenar su corazón.

Settle Down |Malec-AU|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora