Capitulo 25.- Casi

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La habitación estaba vacía cuando llegó, esperaba encontrar a su novio esperando por el y besarlo como a el le gusta. Pero no fue así, y fue raro ya que la limusina estaba afuera. Así que la idea de que su novio había salido de casa estaba descartada. Suspiró y bajo a las escaleras dirigiéndose a la cocina, donde dos señoras de no más de cuarenta años hacían la cena. Se acercó a una canasta que estaba en la mesa de en medio y tomo una deliciosa manzana verde.

Dio una mordida y salió de la cocina para seguir buscando a su novio. Que por cierto, iba a tardarse ya que la casa era enorme, con más de cuatro habitaciones y tres baños. Era como un laberinto, podrías perderte con facilidad.

Mientras iba caminando pasillos por pasillos, no pudo evitar pensar en su hermoso y increíble novio. Cada segundo que pasaba con el, se enamoraba aún más, sus hermosos ojos color café, sus gruesos y rosados labios, tan apetecibles y besables, amaba la sensación de estos recorriendo su cuerpo, dejando un camino de besos húmedos hasta donde se le permita. Sus fuertes brazos, y su bien marcado y duro abdomen, esos que le gusta tocar, besar y lamer. Sus duros pectorales perfectos para besar y dejar marcas, su novio tenía un cuerpo de infarto, y por último pero nada menos importantes, una parte de eso perfecto cuerpo, una parte del cual le gusta jugar mucho; su miembro. Ese gran pedazo de carne, largo y grueso, perfecto. Perfecto para lamerlo y chuparlo. En fin, un Dios Griego. Y todo eso era suyo y de nadie más, de verdad de que era un chico afortunado.

(...)

Ya llevaba media hora buscándolo, pero aún no había rastro de el. Busco en casa rincón de la casa en todas las habitaciones, incluso en los baños, también volviendo a la habitación y revisando si estaba dormido o leyendo o algo así. Pero no.

Hasta que recordó que en la cocina había una puerta que llevaba a otra habitación. Y no había ido haya aún. Dios mío, tantas habitación lo volverían loco algún día. Regresó a la cocina, y abrió aquella puerta en la que no había revisado antes, y si. Esa puerta era una oficina, y si. Ahí estaba su novio sentado frente a su computadora, moviéndose con su silla de aquí para haya, tecleando en su computadora y escribiendo papeles y ordenándolos, sin mencionar que su celular sonaba a todo momento, en su escritorio habían por lo menos dos tazas de lo que suponía que era café. Sin mencionar de que Germán se veía tenso y estresado.

Cerró la puerta tras de sí, y camino a donde el de ojos cafés se encontraba, poniéndose detrás de él y abrazándolo, siempre quiso abrazarlo por atrás y ahora que lo había logrado se sentía bonito y lindo.

"¡Dios mío!..." Gritó el mayor, volteándose rápidamente hacia el "Casi me matas de un susto" Acusó. Poco a poco se fue calmando.

"Lo siento..." Murmuró "Te he estado por toda la casa. Deberías darme un mapa, este lugar es inmenso y podría perderme fácil..." Explicó.

Al ver cómo su novio no le hacía caso en lo más mínimo, dio la vuelta a la silla, así quedando Germán frente al chico de ojos miel, sin más, el menor se colocó a horcajadas a el, y rodeó su cuello con sus brazos.

"Papi... Estás muy tenso..." Hizo puchero. Mirando a su novio con inocencia "Tal vez... yo podría quitarte esa tensión..." Ronroneo cual gatito, dejando varios besos húmedos por el cuello del mayor. Comenzando a desabotonar la camisa que este traía puesto, lo suficiente para dejad a la vista su duro pecho, acariciando con la punta de sus dedos en la piel, viendo cómo está se erizaba.

German suspiro, amando los delicados toques de su novio. Pero no, no hoy. Tenía mucho trabajo y no quiere desconcentrarse.

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