Capítulo 1

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Martes 13. Sin duda, un buen día para tener una entrevista, porque, evidentemente, no había otro día. La productora no tiene compasión por la gente supersticiosa. No es que yo lo sea, pero, ¿y si es verdad que trae mala suerte? Si lo juntamos con mi mala suerte habitual, ¿qué va a ser de mí?

Me miro una última vez en el espejo retrovisor de mi coche para retocarme un poco el maquillaje. Con maquillaje me refiero a pintalabios. Adoro los pintalabios. Si no llevo los labios pintados, me siento como si fuera desnuda caminando por la calle. Además, no pueden ser de cualquier color. Tienen que ser oscuros. Granate y morado en general. Un día uno de mis vecinos me preguntó que si era Halloween en pleno junio. No sé si porque mi cara da miedo de por sí o por el pintalabios. Espero que la segunda.

Meto la llave en el contacto y arranco. No quiero llegar tarde. No a algo tan importante.

Como buen martes 13 que es, pillo todos los semáforos en rojo, a toda la gente cruzando y el gran atasco. Me doy un golpe en la cabeza y resoplo exasperada mientras espero a que avance un poco el tráfico, que, por lo visto, es por un coche que va pisando huevos.

–¡Disculpe! ¡Hay gente que tiene prisa! Imbécil... –Grito en mi coche echándome hacia atrás en el asiento.

De pronto, los coches comienzan a avanzar a gran velocidad. Mis plegarias han sido escuchadas por ser tan buena ciudadana y, claramente, agradezco a los Dioses. Claro, que parece ser que a la Diosa Tiqué debo caerle mal, porque, no han pasado ni 10 segundos cuando el semáforo por el que iba a pasar, se pone en rojo. Al poco tiempo, se vuelve a poner en verde y acelero, pero, para completar mi día, sin querer, me llevo por delante a un chico que iba en Skate. Especifiquemos que la culpa no ha sido del todo mía y que él estaba cruzando en rojo (por si acaso).

Me quedo parada, sin saber qué hacer. Los coches empiezan a pitarme. Mis manos tiemblan. Me acabo de llevar a alguien por delante y no se ha levantando todavía. Salgo del coche corriendo lo más rápido que puedo para no caerme con los tacones y le veo. A un chico rubio con los ojos cerrados. No sé qué hacer. Empiezo a chasquear los dedos delante de su cara esperando a que reaccione.

–Eh. Chico. Arriba. Vamos. Tengo galletas de mi abuela. Seguro que te gustan.

Pero, "sorprendentemente", no me hace caso. Maravilloso.

Con cuidado, como me enseñaron en las clases de primeros auxilios (esa que me estoy saltando por todo lo alto), le meto en la parte de atrás del coche tumbado (a pesar de ser tres veces yo) y con las piernas hacia arriba. Por suerte, mi coche es más grande de lo normal, aunque él, más que una persona, parece una 'L' del Tetrix.

–Perdóname. De verdad que no te he visto. Soy una persona horrible. –Le digo a pesar de que no me escucha y mucho menos, contesta. Una lágrima se me escapa por el ojo al verle a través del retrovisor. Cuando lo he comprobado al cogerle, tenía pulso, pero... No me lo puedo creer. He ATROPELLADO a alguien. –Hoy tenía una entrevista muy importante e iba estresada. Lo siento. De verdad. Aunque tú has cruzado cuando no debías, pero yo no he frenado y... ¡Joder!

Durante todo el camino, me paso pidiéndole perdón y contándole mi vida al chico que, bueno, está desmayado en el asiento de atrás de mi coche. Al llegar al hospital, pido que alguien venga y los especialistas, le sacan de la parte de atrás.

–¿Le conoce, señorita? –Pregunta una de las enfermeras.

–Sí. Soy su novia. Íbamos dando un paseo y un coche se le ha llevado por delante. –Miento para que me dejen pasar. No se me ocurre qué más decir pero quiero disculparme y que me oiga y explicarle lo que ha pasado y... ¡Joder! ¡Que casi me cargo a un tío! Un nudo en la garganta se me forma. Quiero llorar otra vez por lo que le he hecho, pero intento ser fuerte.

[ENTRE DOS PAREDES] Where stories live. Discover now