Capítulo 37

5.4K 526 189
                                    

Con los ojos hinchados de dormir, miro a  Hudson, tumbado a mi lado, dormido complemente... Cuando duerme, parece otra persona, se quita años de edad... Tan tranquilo... Con su ceño relajado. Como si notara que lo estoy mirando, abre los ojos y me doy la vuelta en la cama lo más rápido que puedo para que no se piense que soy una loca (a esto llego tarde) acosadora.

–Spencer... ¿Me estabas mirando mientras dormía?

–Es que... Estabas babeando y me ha hecho mucha gracia. –Miento esperando que se haya creído lo que he dicho.

–Mientes fatal. –Dice dándome besos por la espalda hasta llegar a mi cuello y después, a mi oreja donde susurra 'Buenos días'. Coge mi brazo y me hace rodar en la cama hasta que nuestras caras se quedan frente con frente. –¿Sabes? Hoy no trabajo. Podríamos ir al teatro.

–¿Al teatro? Cualquier otra persona hubiera dicho cine. –Contesto riéndome a carcajadas.

–Soy sofisticado. –Responde como si nada.

–Y productor de cine. Es como si le estuvieras poniendo los cuernos a tu carrera.

Y volviendo a la normalidad, su ceño se frunce y niega con la cabeza. Él da media vuelta sobre sí mismo y se queda mirando el techo.

–Si quieres ir al cine, vamos al cine, pero no tienes porque hacer que me sienta mal. Ahora, ¿cómo voy a volver yo al teatro? –Pregunta abriendo los ojos de par en par. Suelto una carcajada y cojo su mano.

–No hace falta que veamos una de amor. Cal ya me dijo que se te meten cosas en los ojos. –Bromeo poniéndome a horcajadas encima de él.

–Si quieres vemos una de humor para que entiendas lo que es el humor de verdad. Aunque ahora mismo, el cine humorístico tiene la misma gracia que tú.

–¡Eh! –Me quejo dándole un golpe en el brazo. –No te metas con mi humor que te he visto sonreír con alguno de mis chistes.

–Se me metió algo en la boca.

–Se me hace tan raro que hagas bromas... –Digo apoyando mi cabeza en su pecho. –Pero me gusta.

Antes de ir al cine, paso por mi casa a cambiarme de ropa. Al parecer, su cena de anoche se sentía atraída por mi vestido y no pudo resistirse a rozarle dejando un manchurrón en él.

Abro la puerta de mi piso y veo a Ashton sentado en el sofá sin camiseta. Al verme, me sonríe y me saluda con la mano. Pestañeo un par de veces, intentando entender algo hasta que veo a Gina salir de la cocina con la que supongo que será la camiseta del señor Zanahorio puesta.

–Hola, Spence, ¿dónde has dormido? –Pregunta ladeando la cabeza. Abro los ojos regañándole con la mirada hasta que se da cuenta y aprieta los labios. –Oh...

–Me he quedado a dormir en casa de Sand.

–¿No había vuelto a Canadá? –Pregunta Ashton.

–Sí, pero su padre se ha envenenado al besar a su esposa. –Respondo entrando en mi habitación. Remuevo la ropa de mi armario hasta que doy con una camiseta de tirantes verde caqui y unos pantalones negros. Escucho que la puerta se cierra detrás de mí y veo a Gina con una sonrisa de oreja a oreja.

–¡Nos hemos besado! ¡Otra vez! ¡Y no se ha puesto a gritar!

–¿Besado? ¿Y ya está? –Pregunto frunciendo el ceño.

–Este hombre está chapado a la antigua. –Gruñe entre dientes. –Aunque... Puede que me guste, lo hace todo más romántico.

–Eso es lo que te dices para ahuyentar tus ganas de tener sexo. –Respondo mientras me quito el vestido. Ella se encoge de hombros, dándome la razón y después, se tira en mi cama.

[ENTRE DOS PAREDES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora