Capítulo 40

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Una semana. Dos semanas. Un mes. Dos. El tiempo al lado de Hudson se pasa volando. Sin duda, por primera vez en mi vida, mi corazón ha sabido elegir la opción correcta... Y no es que con Kilian me hubiese equivocado pero con Hudson las cosas son tan fáciles que puedo respirar con tranquilidad. Además, he ido descubriendo cosas que hacen un poco más bonitos los días, como contarle un chiste malo nada más levantarse y que él me dedique una de esas miradas gélidas que suele echarme pero que el brillo de sus ojos lo delate. O que me abrace, cuando estoy sentada escribiendo mi novela que ya casi está a punto de acabar siempre que me ve agobiada o que me susurre al oído las ganas que tiene de leerla. Aunque... A veces más que una ayuda es una distracción... Verle sentado, leyendo un libro y tomándose un café, tan concentrado y tan sexy... No puedo evitar lanzarme a su regazo y besarle hasta que ambos terminamos sin ropa follando como animales; es complicado vivir en un calentón constante por culpa de su caminar, de ese gesto de modelo de colonias que tiene a todas horas, serio y ceñudo y... Bueno, vale, quizás también me ponga un poco que sea borde pero no hemos venido aquí a hablar de mis filias.

En ocasiones me acuerdo de Kilian, de su sonrisa de medio lado, de sus tatuajes de los que nunca llegó a decirme su significado y de su sentido del humor tan especial. Incluso lo llamé en un arrebato, llamada a la que, evidentemente, no respondió y que no volví a repetir. Todos necesitamos nuestro tiempo. Sé lo que jode que una persona que te acaba de romper el corazón insista en hablar contigo cuando lo único que quieres hacer es borrarla de tu mente. Solo espero que llegado el día, podamos ser amigos. 

Llevo todo el día encerrada en mi casa escribiendo, intentando acabar. La mayor parte de mis cosas están en casa de Hudson porque decidimos que vivir juntos era la mejor opción pero todavía quedan restos de mi presencia en el apartamento en el que prefiero quedarme para terminar el libro que la editorial lleva pidiéndome desde hace unos cuantos días.

Al poner punto y final al último capítulo, sonrío. Solo me queda escribir el epílogo y voy a ponerme a ello hasta que llaman a mi puerta. Gruño entre dientes apuntando la idea en un papel lleno de garabatos y me levanto de la silla de escritorio para abrir a quien sea que haya molestado mi revolcón con la musa de mis libros.

–¡Sorpresa! –Grita mi madre con un plato de galletas a medio comer en la mano.

–Lo siento, cariño, tu madre es una ladrona de galletas. Te traeré otro tupper. –Dice mi abuela dándome un beso en la mejilla. Después viene el abrazo de mi padre levantándome del suelo repitiéndome lo mucho que me quiere y que me echa de menos. Y por último, TJ me saluda de la misma forma.

–¿Te han robado? –Pregunta mi madre ladeando la cabeza dejando el plato encima del mueble de la entrada. –¿Qué ha pasado aquí?

–Eh... ¡Me mudo! ¡Sorpresa! –Respondo abriendo los brazos con una sonrisa de oreja a oreja.

–¿Cómo que te mudas? ¿A dónde? ¿Y por qué no me has dicho nada? –Pregunta mi padre cogiendo una de las galletas ahora que mi madre está distraída mirándome como si estuviera loca.

–Con... Mi... Novio. Hudson.

Escucho a mi padre atragantarse con la galleta, tosiendo. Mi madre coge a mi padre del brazo con fuerza abriendo la boca de par en par, poniéndose tan dramática como siempre. 

–¡Spencer Peterson! –Grita mi madre.–¡¿Cómo osas a clavar tal estaca en mi corazón?!

–No quería deciros nada... Estoy liada en el último libro que he escrito y... Bueno, por teléfono me sabía un poco mal contaros algo tan importante. 

–Necesito aire. Cody, sóplame la cara.

–No pienso hacer eso. –Responde mi padre con el ceño fruncido y negando con la cabeza. –Lo que si pienso hacer es obligar a tu hija a que nos presente a su novio.

[ENTRE DOS PAREDES] Where stories live. Discover now