Capítulo 25

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–Hudson. –Le llama su madre colocándose el vestido antes de sentarse de nuevo en la silla blanca del restaurante. –La otra chica, ¿fue tu novia?

–Correcto.

–¿Por qué solo te buscas idiotas sin cerebro? –Pregunta frunciendo el ceño. –No por ofenderte, señorita, pero a mí una mujer me pone una mano encima y se queda sin mano.

–Mis padres me adiestraron para no morder. –Bromeo sonriendo de oreja a oreja para intentar relajar el asunto, cosa que no funciona porque la mujer, rueda los ojos y vuelve a mirar a su hijo.

–Mirttle tiene una hija maravillosa. Seguro que te gustaría. Es guapa, inteligente y con carácter.

–Spencer es guapa, inteligente y con carácter; no necesito que me presentes a ninguna Mirttle. –Contesta él sin mirar a los ojos a su madre, pendiente de un mensaje que le ha llegado al teléfono. 

–Oh, es verdad, que está presente. Luego hablamos de Norma.

–Ya está bien. –Gruño entre dientes. Clavo mis ojos en los suyos y me cruzo de brazos, molesta porque se piense que puede hacer lo que le de la real gana. –¿Quién te crees que eres para juzgarme sin conocerme? Desde que nos vimos por primera vez, no has hecho otra cosa que insultarme y casi asesinarme, ¡todavía me encuentro cachos de pan en el pelo cuando me ducho! Me da igual que solo con mirarte me entren ganas de llorar porque acojonas que flipas, pero no voy a permitir que nadie se meta conmigo; porque si algo he aprendido de mi madre es que gente gilipollas hay en todos los lados pero no por ello voy a dejar que lo sean conmigo.

Vivian se queda mirándome un buen rato con una cara que parece de asco, coge su copa de vino y me la tira a la cara  sin más. Se levanta con orgullo y se va a lo que parecen los servicios. Me levanto para ir detrás de ella y cogerla de los pelos pero Hudson me coge en volandas antes de que asesine a su madre.

–Perdónala... –Dice el señor Whitaker levantándose para correr detrás de ella.

–¡Me ha tirado el puto vino a la cara! –Grito a Hudson que todavía me tiene entre sus brazos.

–Vámonos a casa... Sand, dile a mamá que hasta que no se disculpe con Spencer, no pienso volver a hablar con ella.

En el coche, no paro de lanzar insultos a la madre de Hudson y de desearle el mayor de los males. Y no, Hudson no la defiende porque 1) sabe que tengo razón, 2) como le de por defenderla, quizás le salte a morder al cuello...

Él comienza a disminuir la marcha al llegar a un casoplón del 15 digno de película... Rebusca en sus bolsillos y saca una llave con la que abre el garaje para poder aparcar el coche. Al quitar la llave del contacto, me mira fijamente.

–No rompas nada. –Me avisa levantando una ceja.

–Una tira un café y ya se labra la fama de torpe...

–Te he visto tropezarte con tus propios pies. –Responde abriendo la puerta que da lugar al interior de su casa.

–¡Es algo muy normal! Le pasa a mucha gente...

Él simplemente ignora ese comentario pero yo no dejo de maldecirlo por lo bajo hasta que llegamos al interior de la casa que dejo de hablar porque me quedo boquiabierta: es la casa más bonita en la que he estado nunca, aunque, si te fijas bien, más que una casa, parece un museo con tato jarrón, cuadro y pequeñas esculturas decorando la casa. Las paredes son de un color suave, el pasillo es gris, a lo lejos veo el salón que es de un crema claro... En cambio el suelo es todo igual: parqué gris. Siempre he soñado con tener una casa así, tan ordenada y con un aroma a hogar... Es una mezcla entre flores, supongo que gracias al pequeño jardín de la parte delantera y, como no, a café recién hecho.

–¿También te adiestraron para olfatear? –Pregunta al verme respirando el olor de la casa, intentando memorizarlo y sacándome de mi expedición al tirarme una camiseta negra que debe ser suya.

–Me resulta inquietante que bromees de vez en cuando. –Admito mirándole con recelo como si alguien hubiese puesto huevos en el cerebro de Hudson y éstos le estuvieran dominando.

–Paso más tiempo del que me gustaría admitir con Cal; las neuronas reflejo me están jugando una mala pasada.

–Solo espero que esas "neuronas reflejo" sea unidireccionales y que no conviertas al Dios de la Torpeza y Felicidad en un gruñón malhumorado como tú. –Admito sonriendo de medio lado por el ceño fruncido del hombre. –¿El baño? No pienso dejar que te deleites con mi cuerpo escultural.

Señala una puerta rodando los ojos y, tras dedicarle una sonrisa para molestarlo más,  me encierro allí. Y allí, es donde decido dejar mi carrera de escritora y ser Productora de cine.

¿Cuánto dinero tiene que ganar este señor para permitirse algo así? ¡Si el váter tiene pinta de limpiarte el culo él mismo!

Sin dejar de observar todo lo que hay a mi alrededor, me quito mi ropa dejándola a un lado. Después, miro la camiseta que me ha dado Hudson. Recuerdo la noche en la que Kilian me llevó a su casa por estar demasiado borracha e hizo lo mismo.

Los remordimientos me carcomen por dentro, siento que estoy traicionando a Kilian otra vez... No quiero jugar a dos bandas como me ha dicho Hudson en el restaurante, no quiero hacer daño a nadie ni jugar con sus sentimientos. Con decisión, me vuelvo a poner el vestido que todavía está húmedo por el vino, los zapatos y salgo del baño tirando la camiseta negra en los brazos de su dueño. 

–¿Puedes llevarme a casa? 

–Te puedes quedar aquí si quieres.

–No creo que sea buena idea. –Admito sin mirarle directamente porque sé que si lo miro, me voy a derretir con esos ojos del color de los mocos. Él se acerca a mí y pasa una mano por mi mejilla con delicadeza consiguiendo que lo mire directamente.

–Si quieres que te lleve a tu casa, no me importa, pero quiero aclararte que hay habitaciones de sobra por si te quieres quedar.

–¿No tendríamos que dormir juntos? –Pregunto clavando mis ojos en los suyos. –Seguro que tus ronquidos me despertarían a media noche.

–Yo no ronco. –Gruñe aunque sus ojos reflejan una pequeña chispa de diversión. –No intentes encasquetarme tus defectos, Peterson.

–¡Perdona! Yo sí que no ronco, solo hago soniditos de princesa.

–Tu habitación es la de arriba, al fondo y a la derecha, princesa. –Contesta rodando los ojos. –La mía está en la otra punta por si necesitas algo. Buenas noches.

Vuelve a poner su camiseta en mis manos, se acerca a mí con seguridad, con esos aires de soberbia que lleva normalemente dejándome sin respiración por su cercanía. En unos segundos que parecen eternos, se acerca a mi mejilla y deja un suave beso que dura más de lo que un simple beso en la mejilla, duraría. Al separarse de mí, se da la vuelta dejándome con la respiración alterada y con una magnífica vista de su enorme espalda y trasero mientras se pierde por las escaleras. Como una idiota, llevo mi mano a la mejilla donde todavía siento su beso. 

Dije que todavía quedaba una parte de la cena JAJAJAJAJ puta Vivian, como las lía

Dije que todavía quedaba una parte de la cena JAJAJAJAJ puta Vivian, como las lía

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Hudson cuando alguien bromea

Nos leemos!

[ENTRE DOS PAREDES] Where stories live. Discover now