Capítulo 20

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–¡Esa mujer es el mismísimo diablo! –Grito caminando enfadada de un lado a otro. –¡Hades, tronco, te han quitado el puesto!

–Spencer... Tranquilízate. No ha sido tan... Mala. –Dice Hudson cogiéndome por los brazos para que me relaje.

–¡¿Qué no qué?! –Vuelvo a gritar haciendo aspavientos con los brazos. –¡Me ha dicho que lo que me faltaba de nariz me lo podrían haber puesto de tetas! ¡Me ha tirado el café encima del vestido por "accidente"! ¡Y encima tiene el morro de decirme que soy una maleducada! ¡Yo! ¡Si ha sido ella la que me ha tirado migas de pan al pelo para que las palomas me ataquen cuando nadie miraba!

Veo como Hudson intenta esconder una sonrisa por las fechorías de su asquerosa madre. Tira de mí y me sienta en el sofá de la habitación en la que estamos. La novia me la ha cedido para que no cometiera un crimen en plena boda al verme a punto de estallar de rabia. Él coge mis manos y las frota con una tranquilidad que nunca ha tenido y que ahora mismo a mí me falta. 

–No le hagas caso. Está enfadada porque ha visto que tengo novia. Tu nariz es perfecta y tu pecho, es digno de ser lucido. –Intenta consolarme sin dejar de acariciarme las manos. Sus ojos tienen un pequeño desliz y bajan hasta mi pecho pero rápidamente vuelven a clavarse en los míos aunque han dejado de ser verdes para ser mucho más negros. Tengo que mirar hacia otro lado porque esa mirada tan intensa me intimida y consigue bajar un poco la guardia pero al darme cuenta...

–¡Ya lo sé! ¡Soy un bomboncito de chocolate! Mi mami me lo dice siempre...

–Yo soy más de los bombones de café. –Bromea Hudson. Yo le miro pestañeando un par de veces. –¿Qué? Yo también sé bromear. –Gruñe con el ceño fruncido, enfadado porque cada vez que un comentario como ese sale de su boca, me quedo boquiabierta. Ese es el Hudsie que yo conozco. –Gracias por haber venido, Spencer.

–Gracias a ti por invitarme. Ahora cuando conozca a alguien malo diré:  Bueno, Vivian Whitaker es peor. Y me sentiré mucho mejor. –Admito con certeza, sabiendo que jamás voy a conocer a nadie que sea peor que ese monstruo.  Hudson acerca su mano a mí y coge un cacho de pan de mi pelo para después, tirarlo al suelo. –La. Odio. Te lo juro. 

–Ven. Anda. Que esta parte va a ser mucho mejor. –Dice cogiéndome de la mano y tirando de mí para levantarme. Hago fuerza con el culo para que no pueda conmigo. 

–¿Podemos quedarnos un rato más? Necesito relajarme un poco.

–Te pagaré un psicólogo después de esto. –Suelta con su rostro serio y no sé si lo está diciendo de broma o si realmente voy a necesitar un psicólogo. Me recuesto en el sofá en una postura digna de ver una película y miro la mancha de café que hay en mitad de mi vestido haciendo que vuelve a apretar la mandíbula. Hudson coge mi barbilla para que le mire directamente a los ojos. –He sido yo el que ha pagado este vestido; no debería molestarte una mancha de café: Mila me va a matar a mí, no a ti.

–Pero es que me queda tan bien... –Me quejo poniendo un pucherito. Él me mira de arriba a abajo y toca un tirante del vestido para colocarlo haciendo que mi piel se erice al sentir su contacto. Él se da cuenta de lo que está haciendo y aparta su mano de mí, negando con la cabeza, como regañándose por lo que está pensando pero pronto, se deja llevar y en menos de un milisegundo, lo tengo devorando mi boca con fiereza como solo Hudson podría hacer.

Con sus manos expertas, desabrocha mi vestido y tira de él haciéndome quedar únicamente en la ropa interior de encaje que había decidido ponerme para tal ocasión. Él se separa un momento de mí para poder observar mi cuerpo entero mientras acompaña sus ojos con su mano acariciando cada rincón de mi cuerpo. Después, vuelve a la carga y empieza a besarme de forma mucho más ardiente que antes tirando de mí para que me siente en su regazo notando su enorme erección en mi entrepierna. Jo. Der. 

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