Capítulo 26

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RING. RING. 

Maldito invento del demonio, ¿quién narices me está llamando ahora que pienso hacerle vudú? ¿Acaso no sabe que las mañanas están para descansar?

–¿Quién es? –Pregunto entre un largo bostezo.

–Tu príncipe azul. –Dice Kilian al otro lado de la línea.

–Qué lástima que sea más de rojo...

–No te preocupes, yo por ti me tiño nena. –Bromea. no le veo pero sé que tiene esa sonrisa socarrona en el rostro. –Por cierto, ya estoy en Los Ángeles. De hecho, estoy camino a tu casa.

–Que bien te lo vas a pasar con mis motas de polvo. –Respondo levantándome de la cama y cogiendo el vestido de la noche anterior para poder vestirme a pesar de que huela a vino que tira para atrás. Olor que me lleva a recordar a la maldita Vivian Whitaker.

–¿No estás en tu casa?

–Qué hábil...

Un silencio se forma al otro lado de la línea. Pongo el móvil en altavoz para poder hacer la cama esperando a que Kilian vuelva a responder.

–¿Y se puede saber dónde te has quedado a dormir?

–En casa de Hudson. –Admito arrugando la cara esperando a que su respuesta sea una mala, en cambio, escucho un suspiro seguido de un tenso silencio que decido romper yo. –Ahora en un rato voy a mi casa, espérame allí. 

Antes de que me pueda reprochar algo, cuelgo el teléfono y lo tiro encima de la cama como si el demonio fuese a salir de él y con el pulso acelerado. No es que haya hecho nada malo y tampoco es que fuese a mentirle diciendo que me había quedado a dormir en casa de Gina como habría hecho cualquier persona con una moral cuestionable; yo siempre he ido con al verdad por delante a pesar del daño que pueda hacer, lo máximo que he hecho ha sido alargar el tiempo de espera para contar la verdad y en muchas ocasiones mi lengua ha traicionado a mi cerebro y ha largado todo en el peor momento. También mi corazón ha traicionado a mi cerebro. y mis personajes. Nada en mí hace caso a mi cerebro, creo que ese el motivo de que me vaya tan mal en la vida.

Salgo de la habitación sin hacer mucho ruido por si Hudson está durmiendo; no hay ni un ruido en toda la casa, así que lo doy por hecho. La puerta de su habitación está cerrada y siento la tentación de entrar para verle babear y con la boca abierta pero al final, decido hacer lo debido y me voy a la cocina en busca de una servilleta y un bolígrafo para escribirle una nota de despedida como si fuese su amante de una noche. 

Perdida en mis pensamientos, entro en el salón donde sé a ciencia cierta que tiene un bolígrafo y al entrar, lo veo sentado en un sillón rojo, leyendo un libro con un café en la mano y dándome un susto de tres mil demonios. Al escucharme gritar, levanta la vista del libro para mirarme directamente cerrando el libro.

–¿Te vas ya? –Pregunta en un tono serio.

–Sí.

–¿Sin desayunar? –Pregunta levantando una ceja mientras se acerca a mí.

–Tenía pensado desayunar en mi casa. –Admito encogiéndome de hombros.

–Como quieras. –Responde con el mismo gesto que el mío. –Siento el espectáculo de mi madre ayer, todos en la familia pensamos que nació para ser protagonista de una telenovela de mala muerte pero se quedó en administrativa. 

–¿Esa es tu forma de castigarme por no desayunar contigo? ¿Recordarme a tu madre?

–Tu castigo será no probar mi café. –Contesta yéndose hacia la cocina pasando por mi lado y rozándome la mano con delicadeza, como por accidente pero dejando claro que ha sido un movimiento estudiado. Lo veo caminar y pienso que quizás no sea tan mala idea lo de tomarme un café y como un perrito, lo sigo hasta la cocina donde la modernidad, como en el resto de la casa, está presente: los colores grises y blancos, una isla de tipo americano con taburetes rojos para sentarse y todo alumbrado por la luminosidad de dos grandes ventanales. 

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