Capítulo 6

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–¿Y a dónde vais? –Me pregunta mi tía Jannis mientras me pinto los labios de morado. 

–A... No sé cómo se llama, pero Cal viene a buscarme. –Respondo cogiendo la plancha para darme el último toque al pelo.

–Y ese tal Cal... ¿Es guapo? –Me pregunta con una sonrisa a través del espejo mientras me quita la plancha y termina ella de peinarme. 

–Sí, lo es. –Respondo al recordar la dulce cara que tiene el director de la película.

–Oh... Ya entiendo por que vas a la fiesta. –Dice con una sonrisa de medio lado. Me giro y la miro cruzándome de brazos.

–Voy a la fiesta porque aquí no tengo amigos y me apetece salir.

–El sexo siempre está bien. Te ayuda a que no te salgan arrugas.

–Entonces, tú debes estar más seca que el desierto. –Bromeo. Ella me mata con la mirada y me da un golpe en el brazo.

–Spencer, ¿cuándo vas a aprender que tu tía tiene a cualquier tío comiendo de su mano? ¿O de su...

–¡Vale! ¡Jannis! ¡No hace falta que sigas! –Grito tapándole la boca. Veo que en sus ojos se dibuja un rasgo divertido. Avanza hasta el espejo y se coloca su pelo negro y lacio.

–¿Y no hay ningún chico en tu vida que te llame la atención? –Me pregunta con su mirada clavada en el cristal.

–Se podría decir que hay uno que... Me pone tan cachonda que el río Mississippi está en sequía en comparación con mis bragas.

–Y pensar que yo te he cambiado pañales... –Murmura frunciendo el ceño con una sonrisa de oreja a oreja.

–Sí, también están más inundadas que esos. –Suelto riéndome al pensar en el rubio. –Se llama Kilian y es...

–Un momento. Kilian. No será por un casual Kilian Blake, ¿no? –Pregunta con un rostro completamente serio y acercándose a mí. Yo pestañeo un par de veces sin entender qué le ha pasado.

–Sí. No me digas que te le has tirado, porque mis bragas pueden pasar a ser el Sáhara en una milésima de segundo. –Contesto casi horrorizada.

–Es un niño para mí, Spence... En cambio, su padre... Su padre es Francesco.

–¿Y cómo lo sabes? –Pregunto curiosa.

–Facebook. –Admite encogiéndose de hombros.–Ya no hay vida privada desde que existen las redes sociales. 

–Pero... ¿Qué Fran...

–Ese que me dejó por una aburrida abogada de Seattle. –Gruñe entre dientes y por un momento, veo un gesto de tristeza en sus ojos.

Recuerdo esa historia. Mi madre me lo contó. Jannis estuvo sin salir de casa, ni siquiera fue a las rebajas porque el tal Fran había roto con ella. Le quería de verdad y él... Quería a otra. Ha estado con varios chicos después, incluso tuvo una hija con uno, Jillian, pero ninguno como él.

–Él se lo pierde. –Intento animarla poniendo mis manos encima de sus hombros para consolarla. –Yo si fuera un tío, caería rendido a tus pies. Cualquier tío lo haría. Ya sabes que eres una semidiosa hija de Afrodita.

–Primero. Eso ya lo sé. Deberías ver el tío con el que estoy saliendo ahora. Segundo. Odio a tu madre, ¿nunca va a dejar de llamarme así? –Pregunta poniendo cara de pena aunque una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios. Sé que en el fondo, ella también se siente hija de Afrodita. Es de las mujeres más preciosas, elegantes y poderosas que he visto en mi vida. Además, se le da genial el francés.

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