Capítulo 5

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Voy camino de mi primer día: el día más coñazo de todos. Nunca he sido de primeros días. Cuando estaba estudiando, hacían las presentaciones y yo solo quería dormir. Sí, es cierto que me sentaba en la última fila y cuando los profesores hablaban cerraba los ojos unos segundos (o toda la hora), pero me gustan las sorpresas y si me explicaban lo que iba a dar, se iba toda la emoción . En los trabajos, siempre se me caían las cosas o la terminaba liando de una forma u otra. Aquí, no va a ser diferente y menos con un compañero que, bueno, me odia por haberme cargado su camisa de 200 dólares.

Ha pasado una semana desde que acordamos que íbamos a producir la película y los castings ya están en marcha. Castings en los que,para mi desgracia, tengo que participar. Bueno, Hudson, el director y yo. Al segundo todavía no le conozco. Si no recuerdo mal, se llamaba Deucalion, pero no soy ninguna especie de genio con los nombres. Sí con las matemáticas y la física. Todavía sigo intentando descifrar por qué puedo realizar en menos de 10 segundos el problema más complejo de física pero no acordarme ni como se llama el gato de mi mejor amiga.

Entro en el edificio y pregunto a la chica rubia y agradable que está en la recepción, como la última vez, que me explica que tengo que ir a la última planta. Me meto en el ascensor aprovechando que no hay nadie. Las puertas se están cerrando cuando un brazo se mete entre ellas y se vuelven a abrir. Un chico de pelo castaño entra dando un suspiro con una energía que si aumentara un Julio más, haría subir el ascensor sin necesidad de electricidad.

–Por los pelos, ¿eh? –Me dice colocándose la americana que lleva manchada de, lo que espero que sea, chocolate. 

–¿Siempre sueles entrar así a los sitios?

–Normalmente, entro cayéndome. –Contesta mirándose en el espejo mientras se echa hacia atrás su pelo del color de las avellanas. –¿Crees que... Crees que me queda bien el pelo así?

–No te conozco con otro pelo. –Admito mirándole con el ceño fruncido. Al darse cuenta, deja de tocarse el pelo, se encoge de hombros y me ofrece su mano. 

–Soy Deucalion Saunders, pero por favor, no se te ocurra llamarme así, mi padre me odia desde antes de que naciese. Llámame Cal. Y tú, si no me equivoco, debes ser Spencer Peterson.

–La única e inimitable.

Al abrirse las puertas del ascensor, él sale caminando por los blancos y luminosos pasillos del pasillo mientras yo voy detrás. Él es el director, así que, seguramente, sepa a donde nos dirigimos, o eso creo hasta que se queda parado mirando hacia dos lados. Se gira con los ojos entrecerrados y me mira.

–Por un casual... No sabrás para donde hay que ir, ¿verdad? Normalmente es Hudsie el que me guía.

–¿Hudsie? –Pregunto aguantando la respiración para no soltar una carcajada, aunque el tal Cal no se entera, está demasiado ocupado rascándose la barbilla.

–¡Ah! ¡Sí! ¡Es por aquí! –Grita andando hacia la izquierda. Sale casi corriendo y me cuesta bastante alcanzarle ya que los tacones no ayudan mucho.

Tras mil vueltas porque Cal se había equivocado de dirección, llegamos a una sala llena de chicas de pelo oscuro y ojos verdes. Parecen un ejército que en vez de llevar el mismo traje, están cortadas por el mismo patrón, incluso me siento intimidada por esos ojos que nos observan por no ser iguales que ellas. Cal se abre paso entre las gemelas y tira de mí hasta una puerta que hay al fondo de la sala. Al pasar, nos encontramos con Hudson y una chica de pelo rojo oscuro, como el color de la sangre.

–¡Hudsie! –Grita Cal corriendo hacia el productor con los brazos abiertos, lo que no parece muy bien recibido por parte de Hudson que lo mira con una ceja levantada.

[ENTRE DOS PAREDES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora