Capítulo 11

4.4K 408 40
                                    

KILIAN

–Vamos, preciosa... –Susurro poniendo cara de cachorrito. Sus azules y enormes ojos me miran con pena y niega con la cabeza quitando su brazo de delante de mí. Resoplo y vuelvo cogerlo. –¿Sabes? Cuando tenía tu edad, me daban pánico las agujas y mírame ahora, me he hecho mayor y fuerte e incluso las clavo.

–Yo soy mayor y fuerte.

–Te va a crecer la nariz como a Pinocho. –Digo dándole un toquecito en la nariz con mi dedo índice. Ella se pone bizca para mirarse haciendo un puchero. –Si fueses mayor y fuerte me dejarías sacarte un poquito de sangre, no te pido más. Luego te doy una super piruleta si te portas bien.

–¿Puedo cerrar los ojos?

Una sonrisa de triunfo se dibuja en mis labios. Asiento cogiendo su brazo y poniéndola el compresor en su pequeño y delgado brazo. Rápido, para que no duela demasiado, le pongo la paloma en el brazo y le saco la sangre que necesito. Después, quito el compresor y la paloma  dejándolo presionado con el algodón para que no salga más sangre.

–¿Ves como no es para tanto? Has sido muy valiente. –De mi bata, saco una piruleta roja que la niña de seis años coge con una sonrisa de ojos lagrimosos y empieza a chupar. La miro divertido y orgulloso de que no haya montado un escándalo.

–Eres un ángel, Charlie no se deja sacar sangre por nadie... –Dice su madre soltando un largo suspiro. –Muchas gracias.

–Será porque no saben trabajar.

–O porque tú tienes un don, ¿cómo podría agradecértelo? –Pregunta con una sonrisa juguetona.

–Solo conque no haya llorado, estoy agradecido. Buenas tardes.

La mujer, que pone cara de asombro, coge a Charlie de la mano y sale de allí incrédula por mi respuesta, posiblemente no esté acostumbrada a que la rechacen, está bastante buena y desde luego, en otro momento me hubiese apetecido perderme entre sus piernas pero hay algo que me lo impide. Antes de llamar al siguiente niño para que pase por mi consulta, me quedo pensado, ¿se puede saber por qué la he rechazado?

Kevin entra por la puerta, como acostumbra a hacer cuando está a punto de terminar mi turno y hemos quedado y me mira ladeando la cabeza.

–¿Acabo de escuchar a Kilian Blake rechazar a una mujer como esa? ¿Por fin te has dado cuenta de que eres gay?

–No soy gay, tampoco me importaría acostarme con un chico si me pusiera pero no es eso, Kev. Simplemente... Estoy cansado; llevo todo el día trabajando y ayer me pasé el día follando. No creo que quede ni una gota de líquido en mi pene.

–Demasiada información. –Dice Kevin sentándose en la silla colocada delante de mi pequeña mesa. –¿Seguro que es por eso? No estarás empezando a sentir algo por esa tal Spencer, ¿verdad?

–¿Tengo que recordarte con quién estás hablando? No siento nada por ella, pero me divierte tanto en la cama como fuera de ella, ¿qué tiene de malo rechazar a otras mujeres porque ella de momento consigue calmar mis... Necesidades?

–¿Y qué me dices de Alice Geller?

–Estaba en la Universidad por aquel entonces, ahora tengo 30 años. Uno se hace mayor, ¿sabes, Kev? No puede andar todo el día con el pene metido en caliente...

–Sigues teniendo la misma mentalidad de crío de 15 años, Kilian. –Suelta cruzándose de brazos el que se supone que es mi mejor amigo. –Asume que estás empezando a tener sentimientos por una persona; una persona mal elegida pero una persona al fin y al cabo.

–¿Mal elegida por qué? Es guapa, está buenísima, es graciosa, con un humor un tanto extraño pero que me encanta, además de inteligente. Eso sí, es un poco torpe.

–Solo quería ver si la defendías. –Responde entrecerranndo los ojos. –Aunque de verdad pienso que te mereces algo mejor. No creo que si tenéis algo más allá de cuatro polvos bien echados, os vaya a ir bien.

–Primero: no vamos a tener algo más allá de cuatro polvos bien echados. Segundo... ¿Ahora eres Celesitina o algo por el estilo? O, ¿el consejero del amor? ¿Quieres dejarme en paz?

Quitándome la bata porque ya se ha acabado mi turno ya que el niño al que tenía que sacar sangre no se ha presentado, salgo de allí chocándome con una chica de pelo rojo como el fuego y rizado como una leona. Joder, es preciosa aunque se parece a...

–Lo siento, Mérida, no te he visto. –Digo dedicándole una sonrisa de medio lado porque, a decir verdad, está bastante buena. Además, tontear con otra chica, hará ver a mi mejor amigo que no siento nada por Spencer, ¿qué mosca le ha picado?

–Ten cuidado, a ver si miras por donde vas, enfermerito, no vaya a ser que tropieces con la mujer equivocada. –Me echa una mirada de arriba a abajo y me da dos toques en el pecho. Después, se da la vuelta y se pierde por los pasillos andando rápido, como si tuviera prisa, lo que no es raro en un hospital. Algo en mí me hace quedarme mirando hasta que desaparece del todo al darse la vuelta en una esquina... No me suele pasar en general pero esa cara de ángel, me ha dejado embobado hasta tal punto que es la voz de Kevin la que me devuelve al mundo de los vivos.

–¿Ves? Hasta una desconocida te lo dice: el destino no deja de mandarte señales.

–Ahora crees en el destino, lo que me faltaba... –Susurro más para mí que para él.

Tras haber picado mi ficha, recogido mis cosas y avisado de que me iba, Kevin y yo salimos. Normalmente vamos al bar que se encuentra delante del hospital para tomar algo pero justo, un chico nos da un folleto de un nuevo garito a no más de dos calles de aquí.

Solteros de oro, ¡nada de buscar pareja! Venid a pasarlo bien, ¿os lo vais a perder?

Escucho la risa profunda de mi mejor amiga que me mira de reojo.

–El destino no existe.

–Ahora lo has dicho tú. –Dice levantando sus brazos como si no fuese culpable de nada.

–¿Seguro que no le has contratado? Esto es rarísimo...

–¿Cuándo? ¿Y con qué dinero? Ay, Kilian, Kilian, Kilian... –Suelta pasando su musculoso brazo por encima de mis hombros. –¿Cuándo aprenderás a leer las señales que te da la vida?

[ENTRE DOS PAREDES] Where stories live. Discover now