Capítulo 31

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Si todo te va mal, la mejor solución es quedarte tirada en el sofá comiendo helado de chocolate y viendo películas cutres mientras te ahogas en tus propias lágrimas y mugre.

–Te doy tres segundos para que levantes ese culo del sofá. –Dice Gina poniéndose delante de la televisión.

–Me estás quitando las vistas de Channing Tatum.

Se da la vuelta y apaga el televisor. Después, se acerca a mí y lucha conmigo para quitarme el tarro de helado que tengo entre mis manos. A pesar de que la muerda las manos y gruña enseñando mis dientes, consigue salirse con la suya.

–¡A la ducha, Spencer!

Ella tira de mi brazo pero yo hago fuerza para abajo. Evidentemente, Gina tiene mucha más fuerza que yo y termina llevándome. Al llegar al baño, cierra la puerta dejándome allí metida.

–Regina, esta me la pagarás. –Me quejo quitándome el pijama mugriento.

Mi móvil comienza a sonar y al ver el nombre de Cal, frunzo el ceño. Él suele llenarme el móvil de mensajes, pero, ¿llamar? Nunca.

–¿Qué quieres?

Buenos días, Spencer. Estoy aquí con Hudsie y...

No estoy.

–Vale, Hudsie no está, pero si está. –Dice mi amigo. –Mañana tienes que venir. Necesito que guíes un poco a Elena.

–Allí estaré y dile al imbécil ese que me da igual donde esté, por mí puede irse a la mierda. Hasta mañana. 

Sin duda, el otro día me pasé diciéndole lo de Katherine. Fui a dar donde más dolía. Y sí, me arrepiento de ello, sobre todo al ver como su rostro cambió a uno mucho más serio del que jamás le había visto...

Al salir del baño, Gina me está esperando con un chándal y unos guantes en la mano además de su sonrisa de granuja. Me cruzo de brazos esperando a que se explique y ella me tira el chándal compuesto de un pantalón corto negro y un top blanco.

–Necesitas liberar energía, nos vamos al gimnasio, nena.

–¿Qué he hecho yo para que me castigues de esta forma? ¿Te crees que tengo ganas de hacer deporte alguno? –Pregunto poniendo cara de cachorrito. Ella niega con la cabeza y resopla.

–Tienes dos segundos para cambiarte. VAMOS, VAMOS, VAMOS.

–¡Sí, señor! 

Al llegar a un edificio de arquitectura moderna, Gina me pide que aparque delante de éste. Dos personas delgadas y completamente tonificadas, salen del edificio. Miro hacia abajo para ver mi tripa que se sale hacia delante y mis muslos que como dos toques, comienzan a temblar como si fuesen gelatina.

–Yo creía que querías ayudarme, no acomplejarme. –Gruño mirando a otra chica musculada pasar cerca de nuestro coche y con un culo tan redondo que dejaría en evidencia hasta a los círculos que hacen los ingenieros con el compás.

–Pues ya verás cuando te presente a Ray. –Dice con una sonrisa de medio lado. Me empuja para que salga del coche con demasiado entusiasmo.

Nadie me dijo que en un gimnasio, además, tenías que subir escaleras, pero es así. No basta conque te maten a hacer ejercicio y te oxiden los músculos, sino que encima, te hace subir escaleras, ¿dónde quedaron los ascensores?

Llegamos a una sala en la que hay varios sacos colgados y otras varias personas dando puñetazos y patadas a éstos. Un tío musculado como un armario con el pelo rubio recogido en un moño y una barba de varios días, se acerca a nosotras para fundirse en un gran abrazo con Gina que, a pesar de ser rubia, no es tonta.

[ENTRE DOS PAREDES] Where stories live. Discover now