Capítulo 11 Mala elección de vehículo.

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—¿Qué es eso?— Ryan me sacó del trance en el que estaba.

Se acercó y tomo la maleta que estaba a un lado de mi puerta.

—Es de Jared— apenas me escuchó, pero de cualquier manera la abrió.

—Perfecto. Ívon es de mi talla.

Me daban ganas de lanzarme contra él y arrebatarle la ropa de las manos, pero sabía que no iba a tener oportunidad.
Sólo lo vi meterse a mi baño de vuelta con una camiseta y un pantalón.

Comencé a guardar todo lo que Ryan había sacado de mi refrigerador. Más bien, lo que se podía rescatar, y subí el volumen de la televisión.
No pasaron más de dos minutos cuando se interrumpieron los programas vespertinos para dar un aviso a toda la población de Maine.

—¡Señor, Tucker!.

Me concentre tanto en las noticias que no me di cuenta cuando él volvió a mi lado.

—En otras noticias, se acaba de vivir un enorme motín en el penal de Maine. Muchos reos altamente peligrosos se escaparon de sus celdas y comenzaron a tomar venganza contra sus guardias. Entre a su casa, cierre las puertas y ventanas, no salga del lugar en donde se encuentra; estos hombres son criminales y harán todo lo que este en sus manos para escapar de la justicia. A continuación les presentamos imágenes de los reos más peligrosos que lograron escapar y la policía de Maine está desesperada por devolver a sus celdas.

Mientras la mujer hablaba a la cámara, su imagen se hizo pequeña y las caras de dos reos aparecieron a un lado de la foto grande de Ryan. Sin duda querían que le quedara claro a la gente que él era el más peligroso. Y yo lo tenía en mi departamento.

—Muy bien, hora de irnos— dijo él dando un aplauso para despertarme del trace.

—¿A dónde?.

—No puedo decirle, ya sabe demasiado, aunque tampoco puedo dejarla por exactamente la misma razón— recorrió mis alacenas con la maleta vacía de Jared en un brazo y empujando comida dentro con el otro. —Tiene un minuto para cambiarse. Nos iremos de Maine junto con toda la gente desesperada por escapar del caos en el que se convertirá la ciudad.

—Pero dijeron que nos quedáramos en casa...

—¿Y cree que eso servirá para calmar a la gente? Sólo los asusta más— terminó con la comida y cerró la maleta. Me miró, yo aún no me movía. —¿Acaso no va a cambiarse?.

Me cruce de brazos.

—No quiero irme de Maine.

Soltó una carcajada, se colgó la maleta hacia atrás y camino hacia mí.

—De acuerdo, no tengo tiempo para esto, doctora— me tomo de la cintura y me colocó como si nada sobre su hombro libre. —No es la primera vez que secuestro a alguien y usted tiene un viaje obligatorio con el criminal más buscado esperándola.

Mis patadas y golpes no le provocaban nada. La verdad era que me dolían más a mí que a él. Sabía que no tenía que dejar el gimnasio.

—¡Suélteme!.

—Si no quiere que le de todo el paquete de secuestro profesional mejor cállese. Comparado con eso, esto solo es un divertido juego de niños.

—¡Por favor! ¡Le juro que no voy a decir nada!

—Si hubiera dejado tranquilos a todos los que me han dicho eso jamás hubiera estado en la cárcel.

Esto es todo. Mi vida se acabó desde el día de hoy.
Adiós al mundo normal y tranquilo con el estrés de ir un día a trabajar al juzgado un día entero.
Adiós al olor de café en la mañana que tus compañeros te llevan porque saben que si no, estarás de mal humor todo el día.
Adiós a mi vida y todo lo que amaba hacer y todo lo que adoraba odiar. No era una vida perfecta, pero era algo que construí con mucho trabajo, e incluso las pequeñas cosas que hace unos días detestaba, hoy veo que se alejan y me dan ganas de llorar.

Cuando menos lo pensé, Ryan me dejo caer en un lado de mi auto.

—No me cause más problemas y suba al maldito auto.

Me miró a los ojos con tanta autoridad y dureza que me aterre como la primera vez que se acercó a mí en su celda de castigo. Quizá aún más, ahora que me está dando una orden directa.

Su antebrazo rozó mi costado cuando, sin dejar de mirarme, abrió la puerta del auto. Inmediatamente supe que no me quedaba de otra.

No había tenido tiempo de cambiarme, estaba concentrada en tratar de luchar por mi vida. Ahora me arrepentía de eso.
Llevaba puesta mi falda ajustada de tubo como siempre junto con mi camisa blanca, medias para el frío y zapatos altos. Mi típico atuendo de trabajo porque creía que una vez controlado el asunto del penal eso iba a hacer; ponerme a trabajar para poner todo en orden.

Una vez que estuvimos en la carretera lo comencé a notar todo.

Las calles eran un caos gracias al pánico de la gente. Niños eran arrastrados de la mano por sus madres desesperadas por llegar a casa a salvo.
Autos con familias enteras dentro gritaban por las ventanas para que los dejaran pasar antes.
Los semáforos se paralizaron en el color amarillo y podía escuchar sirenas de patrullas en todos lados seguramente buscándonos.

Todo esto solamente por el pánico de la ciudad al verse desprotegida ante criminales, de los cuales el más peligroso está conduciendo mi auto en este momento.

—¿Saldremos de Maine?— pregunté sin querer escuchar la respuesta.

—Por supuesto. No voy a quedarme para que consigan meterme de nuevo en la cárcel...

—Pero...

—¡Tengo una buena razón para no querer regresar, doctora! ¿¡De acuerdo!? Ahora, si no le importa, trato de concentrarme en escapar sin estrellarme con el auto de alguno de estos imbéciles asustados.

—Debe recordar que soy una imbécil asustada más, señor Tucker. Tengo derecho a hacer preguntas.

—No. No lo tiene, yo jamás se lo otorgue.

—Por favor, yo solo...

—¡Calle su desesperante voz de una maldita vez!.

Me puse el cinturón al mismo tiempo que él piso el acelerador con mayor fuerza.

—Señor Tucker...— lo llamé lo más bajo que pude para que no volviera a gritar.

Estábamos entrado en la carretera que salía de la ciudad que nadie había decidido tomar ya que realmente no llevaba a ningún pueblo cercano, todos estarían saliendo por la otra autopista.

—¿Ahora qué?...

—Mi auto es del 2001...— el motor comenzó a hacer ruidos extraños. —No soportará que corran en el de esa manera...

Y justo cuando terminé de hablar, un estallido fuerte proveniente de la parte delantera hizo que el auto se detuviera por completo.

—¿¡Por qué demonios no me dijo que este cacharro no nos llevaría ni siquiera fuera de Maine!?.

Golpeó el volante varias veces antes de pasarse los dedos por el cabello con desesperación.

—No me lo preguntó— dije inocentemente.

Bajó del auto y abrió el capó. Una bruma densa de mucho humo lleno el campo de visión de Ryan.

—Mierda— maldijo mientras tosía. —Esta basura no va a volver a la vida.

—¿Qué quiere decir con eso?.

—Tome la maleta, tenemos que robar un auto.

Ahí te liberaré...Onde histórias criam vida. Descubra agora