Capítulo 27 Sin palabras.

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Pasé mucho tiempo metida en el cuarto con el seguro puesto para así impedir que Ryan entrara, pero olvidé que yo le importo un miserable pepinillo y que por supuesto no iba a interesarle que yo me encontrara indispuesta a compartir espacio con su persona.
Para él era incluso mejor su yo me encerrara todo el día o hasta que necesitáramos irnos.

Me quedaría sentada sobre la cama con las piernas cruzadas esperando que se me pasara el nudo en mi garganta, pero lo único que conseguí fue poder llorar en silencio y sola.
Estaba enfadada conmigo misma por sentirme tan sensible y sentimental.

Pasaron un par de horas hasta que alguien llamó a mi puerta.

—Me encuentro indispuesta— dije sorbiendo por la nariz.

—¿Depende de quién te busque o es en general?— la voz dulce de Bianca sonó tan relajada que desee también estarlo.

Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta para abrirla lentamente.
Bianca ya no estaba en pijama ni me pedía beber algo, simplemente estaba ahí parada con una linda sonrisa y una mirada llena de comprensión.

—Lo siento, creo que no merecías ver como hacía una rabieta de ese tipo. Fui muy inmadura.

Ella negó y abrió los brazos hacia mí.

—Oh, no te preocupes por eso, linda. Ryan se lo merecía— me limpió una lágrima que rodó por mi mejilla y me pasó un brazo por la espalda sacándome de la habitación. —Tú y yo buscaremos algo de ropa para ti e incluso algo de maquillaje. Te animará tener algo de color en esas mejillas pálidas

Bianca me llevó a su habitación, abrió el ropero y sacó un par de cajas.
Me dijo que antes de pensionarse se dedicaba a vender ropa y, al cerrar su negocio, se guardó lo que quedaba en cajas.

Había ropa muy bonita y por supuesto de mi talla.
Me dio unos jeans, unos zapatos de piso, unas camisetas y un par de blusas de botones también.

El ánimo de Bi al mostrarme la ropa casual y un par de vestidos de fiesta me alegraron un poco, pero mi sonrisa se borró al recordar cómo había discutido con Ryan.
No era la primera vez, por supuesto, pero tenía la sensación de que cada discusión que teníamos era por algo de menor importancia y de un efecto más doloroso. No quería seguir discutiendo con él.
Después de todo no podríamos liberarnos uno del otro en un tiempo.

—¿Bi?— la llamé.

—Dime.

—¿Dónde está Ryan?.

—No te preocupes por él, linda. Dijo que iba a salir y se llevó mi auto, pasará un buen rato afuera. Ahora... por aquí tengo las joyas de la corona— dijo riendo mientras abría la otra caja.

Creí que hablaba de joyas literalmente, pero me sorprendí al darme cuenta de que estaba hablando de lencería. Era algo demasiado sexy, pero estaba agradecida de tener algo más que ponerme.

—Gracias por esto, Bi. De verdad— acomodé las prendas que tenía sobre los brazos.

—No me des las gracias. Te mereces esto después de todo lo que has pasado. Ahora anda a cambiarte y te arreglaremos un poco.

Me sentía estúpido. ¿Qué estaba haciendo aquí?.
Estaba en la misma situación que cuando me fui a internar en el bosque sólo para hacer sentir a Denisse algo de privacidad. Un tipo duro y sin sentimientos como yo vencido por una psicóloga que habla demasiado..., y a la que he tratado como un rehén cualquiera. Lo admito, claro que soy un estúpido, pero no por tratar de arreglar las cosas con ella, si no por arruinar todo en un principio.

Salí de la biblioteca cargando una sola bolsa, pero en el auto viejo de Bianca me esperaban otro monto más.
No me importaba gastar todo el dinero que quedaba pues con los ahorros que guardé hace muchos años en casa de Bi junto con mi esposa me bastaría a mí y a Denisse para seguir el camino que nos quedaba por delante sin contratiempos.

Iba caminando por la acera observando mi compra más reciente cuando las pantallas de un establecimiento de electrónicos mostró la cara de mi doctora. Me quedé paralizado frente al cristal mirando las pantallas planas en los aparadores.

Ella es la Doctora Denisse Hokin, recientemente raptada por uno de los criminales más peligrosos del país en un motín de la cárcel de Maine. Su familia y su novio, el agente Jared Ívon, están muy preocupados por ella y no dejan de buscarla. Se les pide a todos los ciudadanos reportar a cualquier persona que se le asemeje a ella o a su captor, el temible Ryan Tucker.

Más personas se habían amontonado a mi lado o detrás de mí para ver el reportaje sobre mi escape y la manera en que ¨rapté¨ a Denisse. No me di cuenta hasta que pusieron mi foto a un lado de la de ella y las personas comenzaron a asombrarse porque era lo primero que habían visto del caso seguramente. Las noticias de Maine no llegaban rápidamente a Ohio.

Si me ponían atención iban a saber que era yo, así que bajé la cabeza y comencé a caminar lejos de la gente. Con suerte no se darían cuenta de que ¨el criminal más peligroso del país¨ estaba junto a ellos.

Subí al auto y arranqué con rapidez para llegar a la casa de Bianca.
Nuestra estancia en el barrio no podría ser tan prolongada como me hubiera gustado, pero no era para tanto, apenas nos habían puesto en las noticias. No era tan grave.

Llegue a la casa y bajé las bolsas aun sin poder quitarme esa horrible frase de la cabeza. Esa locutora había dicho que el pitufo Ívon era novio de la Doctora Hokin.
Ella me había mentido al decir que no eran pareja o el idiota inútil de Jared estaba engañando a todos en Maine para que dijeran que si había algo en las cámaras. Cualquiera de las dos opciones me hacía querer regresar el desayuno.

Abrí la puerta y la empuje con la rodilla para entrar sin dejar caer ninguna bolsa de mi intento de disculpas.
Dejé las bolsas y cajas en la mesa del comedor y esperé a escuchar las preguntas de cierta Doctora arribándome desde donde sea que estuviera en la casa, pero al darme cuenta de que en esta ocasión era yo quien debería buscarla, caminé a las escaleras desde donde me llegaban un par de risas femeninas y la llamé.

—¿Doctora?...¿Bianca?.

Las risas cesaron y reinó el silencio. Después Bianca apareció en el pasillo del segundo piso.

—¿Ya volviste?— preguntó desde arriba.

—No, preciosa, sigo en la calle. Lo que ves es un holograma— me froté el cuerpo.

—Qué mala calidad de imagen, entonces— se burló.

—¿Dónde está Denisse?— mi pregunta pareció emocionarla, pues puso una sonrisa malvada como la del gato de Alicia en el país de las maravillas y tiró de alguien para que saliera de la habitación.

La Doctora Hokin salió algo temerosa y cabizbaja a la luz del pasillo y pude ver lo hermosa que estaba.
Tenía puesto un vestido a la rodilla de flores y su cabello estaba suelto y brillando con hermosas ondas cayendo por sus hombros. Su rostro pálido ahora estaba exactamente con el mismo maquillaje discreto que tenía puesto el día que la vi por primera vez. Claro, era discreto hasta que notabas sus labios pintados de un tentador color rojo intenso.

Quede sin palabras. 

Ahí te liberaré...Where stories live. Discover now