Capítulo 13 Fuego.

2.4K 242 23
                                    

Mientras conducía al pendiente de que nadie nos siguiera, el sueño me comenzó a invadir.
La imagen de Denisse dormida en el calor de la manta que le había dado me hacía tener más sueño aun.

Ella estaba acostada en el asiento reclinado con el rostro hacia mí y los brazos doblados al frente.

Volví la vista hacia la carretera cuando me di cuenta de que la estaba mirando más de la cuenta.

Iba a poner algo de música pero la radio no funcionaba. Tendría que parar pronto en algún sitio o me estrellaría por quedarme dormido.
Pero no podía darme el lujo de descansar en un hotel de paso como cualquier otro turista, seguramente las autoridades de Maine ya se dieron cuenta de que salí de la ciudad y se esperaran que vaya a toda velocidad lo más lejos que pueda.

Si me tardo más de la cuenta, se alejarán buscándome más lejos de lo que en realidad estoy...bueno, estamos.

Busqué un tramo de la carretera con el bosque a un costado, lo que no fue difícil. Cuando lo encontré, entre en lo más profundo del bosque, así cuando los oficiales pasaran buscando no alcanzarían a ver el auto.

Estacioné en un tramo llamo dentro de todos los pinos. A pesar de todo el frío no parecía que fuera a llover, así que pensé en hacer una fogata para calentarme. Después de todo, había robado el auto de una familia campista, al parecer.

De la parte de atrás saqué todo lo necesario para hacer una fogata, incluso una pala para hacer un hoyo y que así me durara toda la noche.
Me sorprendió que durante el tiempo que tarde bajando la leña, la pala y lo demás, la doctora Hokin siguiera dormida.

No la culpaba, debía ser agotador tener que hacer drama y preguntar por todo a la velocidad de la luz.

Mientras cavaba el hoyo para el fuego, escuché el sonido del seguro del auto.
Pensé que había sido mi imaginación ya que al voltear, ella seguía con los ojos cerrados dentro, pero de pronto sólo la vi salir corriendo alejándose cada vez más de mí.
Me había engañado para salir corriendo.

Dejé la pala de lado y salté hacia afuera de lo que llevaba cavado.
No podía permitir que escapara y delatara donde estaba.
Corrí detrás de ella a toda prisa.

—¡Deténgase!— le grité.

—¡Déjeme libre! ¡Aléjese!— se quitó los zapatos mientras corría y me los lanzó.

—¡¿Está loca?!.

—¡Sólo quiero escapar de usted!.

Estaba corriendo sin zapatos en el bosque. Si no contraía un resfriado por la humedad, se torcería el tobillo o se clavaría una piedra. No puede ser que sea tan imprudente.
En poco tiempo se le acabó el camino y un pino enorme le tapó la senda recta que seguía.
Al no tener de otra, la loca comenzó a trepar por las ramas del pobre pino.

—Se va a lastimar, no haga esto más difícil.

No iba a subir por ella. Esas ramas definitivamente no me soportarían, pero no me iría hasta que bajara.
Unos metros arriba, se abrazó al tronco.

—Aléjese, déjeme en paz— me pidió desesperada.

Noté como estaba clavando sus uñas en la madera y la manera en que respiraba. No era algo normal.

—Doctora...

—No quiero morir— la escuche decir. —De verdad que no quiero morir. Me gusta mi vida.

—¿De qué diablos está hablando?.

—¡Estaba cavando mi tumba! Va a matarme y me enterrara para que nadie me encuentre en medio del bosque.

No reprimí la risa que sus pensamientos me causaron.
De verdad pensaba que yo iba a matarla.

—Mire, eso no es verdad.

—Claro que si— seguía abrazada al tronco. —Le ruego que no lo haga. Yo no le diré nada a nadie...

En ese momento, la rama donde tenía puestos sus pies crujió. Me prepare para atraparla.

—Baje de ahí o se hará daño de verdad.

Era demasiado tarde, la rama se rompió y ella soltó un fuerte grito mientras caía sobre mí.
La tome de la cintura a tiempo pero ambos caímos al suelo, yo sobre mi espalda y ella sobre mi pecho.

—Carajo— dije recuperando el aire.

Ella levantó la vista y me di cuenta de que nuestros rostros estaban a la misma altura.

Su respiración seguía acelerada y por un momento pude ver el miedo en sus ojos.
Me sentí culpable, ella no tenía la culpa de nada y sin embargo aquí estaba. Atada a mí, obligada a escapar de personas que no la estaban persiguiendo.

—Ey— susurré, —no voy a hacerle nada, doctora.

No esperaba que me creyera, pero poco a poco su respiración se normalizó.

—Ese hoyo no era para mí— dudó.

—Es para el fuego.

Un rato más tarde, cerró los ojos aliviada y después se levantó.
Me sacudí las hojas secas de la ropa y la observe hacerlo también.

Cuando estábamos regresando al campamento, me di cuenta de que le costaba caminar.

—Le dije que se haría daño— dije observando sus medias rotas y algunos rasguños que sangraban. —¿Es el pie?.

Asintió sin levantar el rostro del suelo.

—No es nada.

Pero seguía caminando difícilmente.

Me agaché para pasar un brazo por detrás de sus rodillas y el otro por detrás de su espalda. La levante sin permiso y continúe caminando.

No dijo nada más que un débil:

—Gracias.

Cuando llegamos al auto, la deje sentada en el lugar del copiloto.
Fui a la parte de atrás y busqué algo para que se cambiara; su horrible falda y esas medias no la ayudaban con el frío y mucho menos contra el suelo del bosque.

Encontré un par de botas que, por suerte, eran tan pequeñas que le quedarían bien. También un suéter de abuelo enorme, para la parte de abajo sólo encontré unos pantalones ajustados en la misma maleta que las botas, al parecer eran de una adolescente.

—Encontré esto— dije acercándome de nuevo a ella.

Me di cuenta de que se limpiaba las lágrimas, pero no dije nada. En realidad no sabría qué decir.

—No voy a cambiarme frente a usted...

—Tengo que ir al baño— la interrumpí. —Regreso en un rato.

No tengo idea de dónde había salido eso. Estaba seguro de que no tenía ganas de ir al baño; y entonces ahí estaba yo...parado en medio de árboles, alejado de donde ella se estaba cambiando, no haciendo nada, simplemente mirando el suelo con las manos en la cintura.

Maldición, me veo estúpido.

Ahí te liberaré...Where stories live. Discover now