Capítulo 49 Cheque.

1.7K 165 19
                                    

—Cielo, quizá no es amor. Solo te aferraste a lo que había cuando te traumati...

—Mamá, basta— dije cansada poniendo la cabeza entre mis manos. —Sabes que no es así.

Se cruzó de brazos y suspiró.
Estábamos en un callejón escondido y oscuro. Podrían asesinarnos aquí a ambas y nadie se enteraría, pero ese era el punto de estar aquí, que nadie se percatara de nuestra presencia.

Cuando se enteró de toda la verdad, fue como si le hubiera dicho que me habían detectado una enfermedad terminal.
Sabía que corría el riesgo de que me odiara, pero no me importaba puesto que había más probabilidad de que Ryan saliera con vida de ese lugar donde estaba encerrado.

—No me siento bien con todo esto. Es ilegal, podría demandar a Jared Ívon por engañarme— se frotó los brazos para aliviar el frío.

—¿Demandarme?— Jared entró al callejón discretamente y se nos unió en la espera. —Oh, vamos, Jenny, no me harías eso. Sigo siendo el mismo "hombre perfecto" como tú me llamaste, solo que no me casaré con tu hija.

Me reí al escuchar eso.

—¿Le dijiste que era el hombre perfecto, madre?.

—¡Creía que mi hija iba a casarse con un oficial de policía guapo y amable!— dijo ofendida. —Cualquier madre se pondría feliz por eso.

Le sonreí. Esta era mi mamá; una mujer que, a pesar de que su hija mayor le mintió sobre su pareja sentimental y se enamoró del criminal que causó tantos problemas por todo el país, puede ser divertida y llevar los conflictos lo mejor que puede.

—Seguimos siendo amigos, ¿no?— le preguntó Jared.

—No. Aún no lo supero— me acerqué para abrazar a mi ladre y frotarle también los brazos. —¿¡A qué hora nos entregan al pelado ese!?.

—¡Querida suegra!.

Ese tono sarcástico. Esa voz grave pero afable.

Me giré rápidamente y en menos de dos segundos mi cuerpo ya había impactado en su pecho.
Mis brazos lo rodearon por el cuello sin importar que tenía que pararme de puntillas para poder alcanzarlo y los suyos me sujetaron uno por la cintura manteniéndome alzada y el otro con la mano detrás de mi cabeza manteniéndome dulcemente retenida.

—Mierda, Doc— susurró sonriendo en mi oído.

—¿Qué pasa?— no me aparté.

—Me destrozas. Creo...que así se siente amar locamente a alguien— me besó entre el cabello. —Te extrañé muchísimo, Denisse.

Alejé el rostro de su pecho y lo miré a los ojos.
Si, ahí estaba. Era mi Ryan.

—Hola, nena— dijo bajo acariciándome la mejilla.

Fue tan dulce escucharlo tan cerca, y más aún sentirlo rodearme el cuerpo con sus fuertes brazos de nuevo que por un momento me olvide de que no estábamos solos.

Lo tomé del cuello y lo atraje cariñosamente hacia mi para besarlo en los labios rápidamente.

Ay, Ryan— me volví a abrazar a su pecho. —No voy a soltarte hasta dentro de un año...grandísimo torpe.

—Tendrán más que eso para estar juntos, Doctora Hokin.

Levanté la cara sin soltarlo, como una niña egoísta con su oso de felpa favorito, y me di cuenta apenas de que el abogado que me puso en el estrado estaba junto a Ryan sosteniendo un par de papeles en las manos y con cara de pocos amigos.

—¿Qué hace aquí este hijo de...?

—¿Quién te enseñó esos términos?— Ryan me interrumpió.

Jared dio un paso al frente.

—Con él hice el trato, Denisse— saludó formalmente al abogado. —Una oferta que no pudo rechazar, ¿verdad, abogado?.

Este hizo cara de asco.

—¿Qué es la liberación de un preso con el historial más largo de la década contra una guerra de pandillas, asesinos seriales, ladrones y autoridades policiacas en todo el territorio estadounidense?— arrancó un papel de lo que parecía ser una chequera y me lo entregó a mí.

—¿Qué es esto?— pregunté sosteniendo el papel con sello del gobierno.

—Legalmente es una compensación para usted del país por todo lo que pasó junto a Ryan Tucker— apuntó a mi pareja, a quien por supuesto no había soltado. —En realidad es un pago para que usted y este convicto se vayan a la otra punta del mundo donde nadie los reconozca y vivan bien por un tiempo.

Algo desconfiada pero curiosa miré el papel detenidamente.
Casi me desmayo cuando vi la suma tan cuantiosa y Ryan me sostuvo más fuerte para evitar que callera.

—Son muchos ceros— dije al borde del colapso.

—El generoso gobierno de nuestro país no quiere que se sepa lo que la policía es capas de hacer por atrapar a un criminal— Jared se rio. —Secuestrar y torturar a civiles supuestamente en peligro mortal no es la imagen que quieren dar al público.

El abogado suspiró.

—Eso. Exactamente— se acomodó los anteojos elegantes. —¿Puedo estar seguro de que se mantendrán en el anonimato? ¿De que el señor Tucker no volverá a pisar una cárcel?.

—Prometido— dijo él contra mi cien.

—Debe estar consciente de que si comete otro delito, por menor que sea, llamará hacia usted la atención y se sabrá que lo liberamos...

—Yo cuidaré de él en ese aspecto— lo interrumpí. —¿Puedo saber qué van a decirle al público?.

—Aun no lo sé, pero algo se le ocurrirá a mis jefes, ustedes solo deben preocuparse por desaparecer— levantó los ojos de su montón de papeles y dirigió sus ojos fríos hacia mí. —Claro que nos gustaría que accediera a darnos su investigación sobre el caso de Ryan para...

—No hay manera de que yo obsequie ese cuaderno, abogado— traté de sonar afable, pero más bien lo dije como una amenaza.

—Eso supuse— aclaró la garganta. —Bueno, todo está hecho y no alargaré más el asunto. Fue una verdadera pesadilla llevar este caso.

—Espero no volver a verlo, abogado — Ryan estrechó su mano.

—Lo mismo digo— le correspondió él muy serio. —Oficial Ívon.

—Dígale al departamento de policía de mi parte que deberían buscar métodos menos inmorales de atrapar a sus fugitivos.

Me quedé seria al escucharlo decir eso con ese tono triste. Como si él no pudiera decírselo ya.
Me fijé en su cinturón y noté que no tenía abultada la camisa en ningún lado. No cargaba la placa, ni mucho menos el arma.

El abogado nos dejó solos.

—Bueno— dijo Ryan. —Un gusto conocerla oficialmente, señora Hokin.

Mi madre vio la mano que le extendía pero no la tomó. Se quedó inmóvil con el ceño fruncido.

—Mamá, por favor— susurré.

Suspiró y de mala gana estrechó su mano. Ryan la tomó por sorpresa y la abrazó levantándola y haciéndola gritar.

—¡Me está apretando, señor!.

—Disculpe usted que esté feliz de haber salido al fin de ese matadero— le dijo poniéndola de nuevo en el suelo. —No se preocupe, señora. Su hija va a estar conmigo y no con este idiota.

Le dio un golpe en el pecho a Jared y después regresó a estrecharme a mí.

—Me muero de dicha por eso...

Ahí te liberaré...Where stories live. Discover now