Capítulo 23 Bianca.

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Llegamos a un barrio de Ohio donde las casas eran todas bien cuidadas y hermosas.
Era un lugar como en el los que se espera que vivan familias felices y ancianos alegres que salen a cuidar su jardín por la mañana.

Por la hora todo se encontraba en silencio y solo había luz en unas cuantas ventanas.

—¿Por qué venimos a este lugar?— pregunté.

—Le dije que nos quedaríamos unos días.

—Creí que en un hotel como la vez anterior.

Lo decía porque no comprendía, pero en realidad estaba agradecida de que no fuera así.

—Pensé que nos haría bien descansar de todo eso, sobre todo a usted— sonrió mientras se estacionaba. —Tengo un familiar aquí y estoy seguro de que no llamaremos la atención de nadie en el barrio si nos quedamos en su casa un par de días.

—Me hizo creer que no tenía familiares— le dije.

—Digamos que tengo prohibido tener contacto con personas del mundo exterior y cuando la conocí creí que era una empleada de la policía contratada para sacarme la sopa.

Me reí y ambos bajamos del auto.
Miré a mí alrededor mientras que él caminaba como si nada pasara por el jardín de una de las casas.

—¿Qué tan allegado es el familiar?— pregunté preocupada porque se molestara al vernos caminar libremente por su propiedad.

—Es ella— dijo sin dejar de caminar hacia el porche de la casa.

—Espere...

—Sólo camine, Doctora— se rio un poco más de mí y llamó a la puerta.

Me asegure de que nadie nos viera y corrí en dirección a Ryan.

Estaba oscuro y el silencio que predominaba jamás hubiera sido posible en la colonia donde vivía en Maine, algo que en realidad me daba algo de miedo.

—Señor Tucker...— no dejaba de mirar hacia los lados de la calle. —¿Se da cuenta de que es un fugitivo de la ley y que estamos en un vecindario urbano...?

—Nadie nos conoce aquí.

—Pero...

—Denisse— me tomó por los hombros y me hizo mirarlo, —cálmate. Las noticias tardan meses en llegar aquí por la diferencia de señales y además de la policía local nadie sabe que debería buscarnos.

—¿Y si hay un policía...?

—¿Será que se está preocupando por mí, Doctora?— sonrió.

Entonces me trague todos mis comentarios y temores.
Él tenía razón, me estaba preocupando por él.

Me puse roja, pero gracias a la oscuridad nadie pudo notarlo.

La puerta se abrió antes de que pudiéramos decir otra cosa.
Una señora de edad avanzada, camisón de dormir y cabello blanco nos miró confundida.

—¿Qué quieren? ¿Quién es?.

Se ajustó los anteojos y miro a Ryan parado junto a mí, entonces se le iluminaron los ojos y se cubrió la boca con ambas manos sorprendida.

—¡No puede ser!— dijo bajo pero emocionada.

—No me digas que no me reconociste, Bianca.

Ryan sonrió y abrazó a la señora con familiaridad y afecto. La escena me pareció extraña, como si no pudiera creer que el señor Tucker sintiera real afecto hacia alguien.
Había olvidado después de todo que él era una persona común después de todo y que era más que obvio que tendría que querer a alguien en el mundo. Por lo visto, estaba frente a una de esas personas.

—Estoy muy sorprendida, aún no me parece esto real— la señora se separó un poco de Ryan y me miró.

—Ella es...

—¿Beatrice?— dijo con voz esperanzada examinándome de pies a cabeza.

Su suposición le ensombreció repentinamente el rostro a Ryan y supe que había tocado un punto delicado. En el peor de los casos sería alguien cercano.

—Ella es mi doctora, Bianca. Denisse Hokin, psicóloga en no sé qué tantas cosas.

—Un placer— sonreí un poco para ser amable, y a pesar de su decepción, ella también sonrió.

—Beatrice murió— dijo Ryan volviendo a captar la atención de Bianca.

—¿Es definitivo? ¿Quién te lo digo? Si no estás seguro...

—Lo estoy— intentó sonreírle. —Quien me lo dijo hubiera preferido morir antes de mentirme y que yo me enterara. Después murió de todas maneras pero...

—Dios, no puede ser— jugo con uno de los rizos que caían por sus hombros. —Lo lamento mucho, hijo. Yo tenía esperanza aún, pero pr lo menos las niñas están vivas y ahora tu...

—¿No piensas invitarnos a entrar, Bi? Tengo hambre y muchas ganas de un de esas tazas de chocolate caliente que me preparabas antes, ¿sabes?.

Como toda señora de edad avanzada, sus ojos se llenaron de ilusión al ver a alguien interesado en su comida, así que olvido que la habían interrumpido y caminó hacia dentro de la casa dejándonos la puerta abierta para que pudiéramos seguirla también.

Ryan sonrió y camino sin esperar a que yo entrara primero. Cerré la puerta detrás de mí y tiré de su brazo para que se detuviera.

—¿Qué ocurre?— me dijo volviéndose a mí.

—No entiendo nada.

—Lo sé. Su cara de no saber un carajo es divertida, ¿sabe?.

—Muy gracioso— entrecerré los ojos.

—Bastante. Quiero que se quede así...

—¿Quiere que le haga preguntas toda la noche?.

—Va a estar tan sorprendida que las hará de cualquier manera, la conozco.

Lo solté y me crucé de brazos enfadada. Recorrí la habitación con la vista y pronto descubrí algo en uno de los muros que me dio la respuesta a una de las muchas preguntas que tenía.

Un montón de fotos en un montón de cuadros de madera. En varias estaban dos niñas, primero bebes y después hechas unas verdaderas linduras un poco mayores. En otro estaban junto a una señora igual de hermosa que ellas, supuse que era su madre, pero al ver al hombre que las abrazaba al mismo tiempo a las tres mientras se recargaba en una camioneta en medio del bosque, me quede boquiabierta.
Era Ryan sonriente y lleno de vida. Un poco menos musculoso y con solo un par de tatuajes en su pecho. Las líneas aun no estaban, pero si muchos otros dibujos y formas por su pierna derecha y el hombro, los cuales desconocía.

En otra foto estaban la señora dueña de esta casa en una versión más joven a un lado de la madre de las niñas.

—Bianca es madre de Beatrice...mi esposa— escuché que me dijo una voz gruesa detrás de mi.

Sin darme cuenta había caminado hacia las fotografías y él se había quedado parado viéndome.

—Y esas dos son mis hijas.

Ahí te liberaré...Where stories live. Discover now