Capítulo 19 Sopa.

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A la mañana siguiente cuando abrí los ojos me sorprendió el hecho de que había descansado como no lo había hecho en mucho tiempo.

Me senté en la cama al mismo tiempo que me estiraba y bostezaba.
Debía ser temprano, la luz del sol apenas estaba comenzando a dar toque de color a las nubes.

Mire hacia mi lado y me encontré con Ryan completamente dormido en la misma posición que tenía anoche cuando cerré los ojos. Su mano ya no tomaba la mía, pero estaba firmemente posicionada en mi pierna izquierda. Debió de ponerla ahí mientras dormía.

Salí de la cama para escapar de lo extraña que resultaba la situación y para buscar algo con lo que saciar el hambre que comenzaba a sentir.

Mis intestinos hicieron fuertes ruidos cuando me acerque a la cocina de la habitación y me di cuenta decepcionada de que no había nada dentro más que un par de botellas de sidra.

Por supuesto, las personas no vienen aquí a comer.

Cerré la nevera enfadada y volví a un lado de la cama para ponerme los zapatos.

Salí de la habitación hacia el auto y lo abrí sin mayor problema.

Planeaba buscar entre las cosas de los campistas algo de comer o como mínimo mi dinero. Después de mucho tiempo lo único que pude encontrar fueron un par de latas de sopa en una bolsa del maletero

Me senté en el auto y abrí la lata para comenzar a comérmela con desesperación. Tenía demasiada hambre como para ponerme a pensar en el sabor, así que no me di cuenta si estaba bien.

Estaba comiendo sin modales y apresuradamente cuando sentí su mirada. Levante la vista y ahí estaba Ryan recargado en el marco de la puerta mientras sonreía.

—¿Qué es esa manera de comer, Doctora?— se burló.

Tragué lo que aún tenía en la boca y me limpie los labios por si había rastro de sopa.

—Disculpe, tengo hambre.

—Yo estoy acostumbrado a aguantar el hambre, debí saber que usted no. Perdóneme— miró a su alrededor y después me hizo señas para que me acercara. —Vamos, entre para que podamos calentar eso.

Salí del auto y me llevé conmigo la lata abierta de sopa y las otras dos que encontré en el maletero.

Ryan puso el contenido de las latas en dos vasos y los puso en el microondas.
Yo esperé a que me entregara mi porción algo impaciente sentada en un banco de la barra de la cocina.

—Anoche...— comenzó a hablar.

—No tiene que decir nada si lo pone incómodo— lo interrumpí. —Y con esto quiero dar a entender que me incomoda a mí y no quiero hablar del tema.

—¿Habla de que soy el único que la puede sacar de un ataque de pánico?.

—No es usted. Es el contacto...

—Ya está la sopa— abrió el microondas y me entrego el vaso con una cuchara. —Y...en realidad no me importa discutir eso, solo quiero dejar de parecer el villano.

Levante una ceja mientras comía.

—Oh, ¿ya no le gusta actuar como uno?.

—Me encanta actuar como villano, Doctora Hokin— soltó una carcajada, —el problema es que usted no se cree ese personaje y nos causa problemas de convivencia.

Me reí también.

—Dice que como suelo retarlo hiriendo su orgullo varonil y rompiendo con la costumbre de que cualquiera se haga en los pantalones cada que lo ve enfadado es mi culpa que no podamos llevarnos bien.

—Yo no hubiera podido decirlo mejor, Doc. También es su culpa tener ataques extraños. Si no le molestara tanto cada cosa que digo, no se exaltaría.

—Acaba de decir otra cosa que me enerva.

—Lo sé y no me importa, solo quiero llegar a un acuerdo, ¿qué opina?— me sonrió, así que fue imposible no hacer también e invitarlo a proseguir. —Bueno, este será un viaje muy largo, Doctora, lo cual significa que pasaremos mucho tiempo juntos.

—No sería así si tuviera la amabilidad de liberarme.

—No la tengo, lo siento— me hizo reír. —Lo que quiero decir es que estoy en la mejor disposición de que esto funcione hasta que pueda liberarla en un lugar donde no me represente un peligro. ¿Qué dice?.

—Ese es un trato muy vagamente explicado. Quiero saber las pautas que hay que seguir para el cumplimiento de dicho trato.

—Usted no es irritante y yo cuidaré de lo que necesite lo mejor que pueda.

—¿Lo mejor que...?

—No haré cosas extremas, ¿bien?. Lo peor que haré es ayudarla con sus ataques locos de pánico.

Fingí pensármelo.

—Pues entonces creo que se me permitiría ser un poco irritante si no está dispuesto a hacer cosas extremas.

—De cualquier manera está en su naturaleza— extendió la mano hacia mí. —¿Acepta? Solo quiero que esto deje de ser tan complicado para ambos.

—Creí que usted solo pensaba en usted mismo.

—Deje de contradecirme y cierre el trato, Doc.

Me tomó de la muñeca y me obligo a estrechar la mano con él. Después de un segundo lo hacía por cuenta propia.

Mientras nuestras manos se movían, nuestras miradas se cruzaron y pasamos un rato mirándonos a los ojos fijamente con una sonrisa sincera.

Me di cuenta de lo perfectas que eran todas y cada una de las líneas de su rostro y de lo bellos que eran sus ojos cuando no pedía que me callara.

—Yo...— comenzó a hablar él, algo incómodo por nuestras miradas, —quiero llevar la fiesta en paz, ¿sabe?.

Asentí y al fin dejamos de tomarnos de la mano.

—Yo también quiero eso, señor Tucker.

Terminamos de comer lo que faltaba y deseche la basura en su lugar mientras él fumaba un cigarrillo que había comprado a un anciano que paso por el aparcamiento.

—¿Sería mucho pedir que fumara fuera de la habitación?— me miró con una ceja enarcada. —No quiero morir de intoxicación.

Se rio recargando su cabeza hacia atrás.

—Es imposible que eso llegue a ocurrir porque me fume un cigarro dentro de la habitación.

—Quizá ocasione un incendio y eso conllevaría a...

—¡Muy bien!— dijo levantándose del sofá. —Fumaré afuera.

—Gracias— hice una educada reverencia cuando pasó frente a mi camino a la puerta.

—Como sea. Tiene media hora para ducharse y la veo en el auto. Tenemos que seguir por la carretera.

Me quede un momento pensando en mi lugar. Había olvidado que tendríamos que seguir con este escape.

—¿Una ducha?— pregunté. Era muy poco tiempo.

—Comienza a oler extraño, ¿sabe?.

Salió justo a tiempo para esquivar la lata que le lance a la cabeza.

Ahí te liberaré...Where stories live. Discover now