Capítulo 20 Hamburguesa.

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Como me lo aconsejó el señor Tucker, tomé una ducha caliente y relajante en el baño de la habitación.
Use ese tiempo para deshacerme de toda la tensión que había acumulado desde el día de ayer hasta esta mañana. La verdad era que tenía que luchar contra mis ganas de llorar a cada centímetro que nos alejábamos de mi hogar, y la manera en que nos llevábamos con Ryan no mejoraba las cosas para nada.

Lloré en silencio un rato bajo el agua, me cubrí la boca con una mano para que no salieran sollozos muy fuertes que pudiera llegar a oídos de quien estaba afuera y, después de un rato salí del baño como si no hubiera pasado nada.

—Al fin, Doc. Tarda horas en el baño— me dijo levantándose del sofá.

—Me dijo media hora y eso usé— me plante en mi lugar segura con las manos en la cintura.

Era psicología de conocimiento general. Si mis ojos estaban rojos y lo ocultaba, él sabría que estuve llorando, pero si no me ocultaba podría atribuirlo a un accidente con el jabón el el baño o a el agua demasiado caliente.

—Tardó media hora simplemente en entrar a la ducha.

Ese fue su último comentario antes de salir de la habitación. Lo interpreté como una señal de que ya nos íbamos, así que deje la toalla de mi cabello en el sofá sin mucho cuidado y caminé detrás de él.

Cuando volvimos a la carretera pasamos mucho tiempo en silencio con el simple sonido de la radio tratando de sintonizar alguna estación.

Ryan le dio un par de golpes al equipo de sonido haciendo que sonara peor.

—Solo hará que se estropee y...

—Como sea, igual ya es momento de cambiar de auto. Estamos por entrar en Mansfield.

Me sorprendí y volvía mirar por l ventada lo más rápido que pude.

—¿Pensilvania?.

—Así es, Doctora— acomodo un espejo lateral. —No pararé hasta que lleguemos a un lugar donde robar otro auto y después iremos directo a Ohio. Pensilvania jamás fue mi estado favorito.

—¿Por las leyendas?.

—Digamos que la gente de aquí es algo oscura. De algún lado salieron esas leyendas— subió los cristales de las ventanillas. —No haga escándalos aquí, ¿quiere? Salgamos de esta ciudad sin llamar mucho la atención y cuanto antes.

Suspiré y asentí como si yo pudiera controlar en esos casos.

—Veo un lugar de comida rápida— le dije señalando el establecimiento. —No hay mucha gente.

—Perfecto, uno de esos coches nos servirá.

—Yo quería una hamburguesa...— Ryan soltó una carcajada. —¿De qué se ríe? Tengo mucha hambre. Un día estoy comiendo postre después de cada comida y al otro tengo que robar latas de sopa de un auto ya robado con anterioridad.

—No puedo esperar a que compre su...

—Dijo que sería más considerado. Usted puede robar el auto mientras yo compro mi hamburguesa, debe quedarle algo de mi dinero.

—Bien puedo comprarle su hamburguesa pero no confío en usted, ¿sabe?.

Me dejé caer en el asiento.

—De acuerdo, como quiera. Cuando muera de hambre, y estoy segura que lo haré en los próximos días...

—No comience, por favor.

—Usted podrá lanzar mi cuerpo por la ventanilla del auto...

—De verdad va a comenzar, ¿no es así?.

—O simplemente dejarme en ese coche y robar otro. Así ya no tendría que cargar conmigo.

Ryan se pasó una mano por el cabello y después me miró enfadado.

—Está bien, la dejaré comprar su maldita hamburguesa si promete que me dejará tranquilo lo que queda del camino a Ohio.

Le dediqué una sonrisa más falsa que mis ganas de llegar a Ohio con este gamberro.

—Lo prometo.

Blanqueo los ojos y regreso la vista a la carretera justo a tiempo para dar vuelta a la derecha y aparcar en el restaurante de comida rápida
Jamás me había emocionado tanto la idea de comerme una exquisita y llena de grasa hamburguesa de doble carne.

En cuanto el auto paró y Ryan quitó el seguro de las puertas bajé rápidamente.

—Tiene quince dólares y diez minutos para comprar dos hamburguesas— me dijo sacando unos billetes de su bolsillo del pantalón. —La espero aquí.

—Supongo que con un auto robado nuevo.

—Exacto— me guiño un ojo.

—¿No podemos ir en transporte público hasta donde sea que vayamos?.

—¿Acaso cree que defeco dinero, Doctora?.

No podía protestar, así que simplemente tomé el efectivo y caminé hacia el restaurante.

Había poca gente en el establecimiento por lo que sólo fui directamente a la barra y pedí mi hamburguesa doble y una simple para Ryan. Yo no quería una simple y no alcanzaba para dos dobles. No había de otra, Ryan tendría que conformarse con que fueran diferentes.

Cuando estaba ordenando, me incomodó la cercanía de un hombre detrás de mí en la fila. La fila que no existía hasta que llegué.

Era extraño que el restaurante estuviera tan solitario teniendo en cuenta que era el único que había visto en muchos kilómetros, y más extraño aún es que ese hombre de un paso hacia adelante cada vez que me alejo.

—Puede llenar sus bebidas en aquella máquina, señorita— me dijo la cajera entregándome dos vasos.

Le agradecí y caminé hacia la máquina de sodas. Mientras llenaba el segundo vaso me di cuenta de que el mismo hombre que estaba detrás de mí en la fila de la barra estaba ahora parado junto a mi sin hacer nada concreto. En definitiva estaba buscando algo conmigo.

Antes de verlo a él miré hacia los cristales en busca de Ryan. Si el tipo me veía buscando a alguien quizá me dejara tranquila.

Por esta ocasión mi psicología no sirvió.

En el momento en que mis ojos se posaron sobre él, me hizo señas discretas para que mirara hacia abajo.

—Buenas tardes, bella dama— lo escuché decir al mismo tiempo que me daba cuenta de que me apuntaba con un arma escondida en su chaqueta.

—Por favor, no...— mi tono era tenue y tembloroso.

—Silencio, no haga un alboroto y camine hacia los baños.

—Mi esposo está...

—Es muy bella, señora.

Mi sangre se congeló y no sabía qué hacer.

Finalmente mis piernas cedieron y comencé a caminar hacia los baños dando traspiés y con ese hombre siguiéndome discretamente.  

Ahí te liberaré...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora