Capítulo 37 Atrapada.

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—Esto me ofende. Si soy la mujer mártir más buscada del país deberían tratarme con más delicadeza.

Me moví un poco pero las esposas ya me habían dejado la piel sensible entonces solo me provoqué dolor.

—La declararon mentalmente incompetente— me dijo uno de los dos policías en la parte delantera de la patrulla mientras me lanzaba una mirada desde el retrovisor.

—¿No me escucha? Una mentalmente incompetente ya estarías diciendo incoherencias o haciendo comentarios despectivos sobre su horrible bigote.

—Hasta que no me den ordenes de tratarla como alguien sano, las esposas se quedan. Ya trató de escapar una vez y esto es por su bien.

—Sí, ahora deje de protestar y guarde silencio— siguió su compañero. —¿Le han dicho que es irritante?.

Me dejé caer en el asiento y sonreí.

—Muchas veces.

Y mágicamente el rostro de Ryan cuando lo molestaba con mis preguntas apareció en mi cabeza.
¿Dónde estaría él ahora?.
Esperaba que ya hubiera llegado a California y que, si bien aún no estaba con sus hijas, lo estuviera pronto.

A pesar de la tristeza que me causó su partida, me otorgaba algo de calma saber que estaría cumplido aquello que había querido desde hace muchos años.

Si su temperamento era una máscara para algo más, seguramente se iba salir del personaje cuando las viera por fin...

—Es aquí— la voz de un policía interrumpió mis pensamientos.

Miré las ventanas y solo vi un edificio enorme de departamentos con un imponente muro en la entrada.

No era tonta. Sabía que estaba en peligro. Ellos no tenían intenciones buenas.

—Un minuto— dije tratando de liberar mis muñecas a pesar del dolor. —Ustedes no van a llevarme a casa...

—Primero debemos atrapar a un pez más gordo que usted.

Dejé de moverme al escucharlos reírse de la expresión. Se referían a Ryan.
Volví a moverme desesperadamente mordiéndome la lengua para soportar el ardor, quizá ya estaba sangrando pero eso ayudaría a que mis manos resbalaran en el metal de las esposas.

—Yo tenían razón. Encontrarme solo era el primer paso pasa algo más, por eso las mentiras de Jared...

El más grande bajó de la patrulla y abrió mi puerta mientras yo me retorcía en el asiento tratando de hacer tiempo inútilmente.
Enteró con algo en la mano y me sujetó fuertemente del hombro herido para hacer que me quedara quieta.

—¡Ah!— grite de dolor cuando enterró su pulgar en mi apenas cerrada herida.

—Quieta, quieta— le quitó la tapa a lo que ahora divisé como una jeringa.

—¡No me toque...!

Me cubrió la boca y sentí el pinchazo en el cuello.
Lo único que supe después de sentir todo el cuerpo cálido y débil fue como me sacaban del vehículo y me metían al edificio.

Dentro del edificio que Denisse había alcanzado a ver, los oficiales habían reservado el departamento más bajo para poner a la Doctora en la cama y poder controlarla con fármacos muy fuertes.

Y ahí estaba ella, con una intravenosa que esparcía la misma droga por todo su sistema cada segundo para que así no pudiera despertar. Pero ella era más fuerte de lo que pensaban y ocasionalmente podía abrir los ojos y entender lo que pasaba a su alrededor.

Cada vez que escuchaba a alguien mencionar a Ryan, su sangre consumía más rápido sin darle tiempo a la droga de debilitarla, pero poco a poco perdía nuevamente fuerza y se desmallaba.

Fueron las horas más horribles de su vida entera. Desmallo, pánico, lucha, desmallo, uno tras otro sin parar.
Ni siquiera tenía tiempo de llorar, eso la debilitaría aún más rápido.

Los locales llamaron a Maine para confirmar que tenían el asunto de Denisse Hokin controlado y que esperaban instrucciones para poder usarla como carnada para atrapar a Ryan Tucker.

En cuanto Jared escuchó las buenas nuevas quiso hablar con los medios, pero sus superiores se lo prohibieron. Así pues, decidió salir corriendo a Nevada para poder ver a Denisse.

Llegó en menos de una hora y se sorprendió al no encontrarla en la jefatura.
Él estaba enterado de que iban a usarla para atraer a Ryan, pero se horrorizó cuando se enteró del modo en que ocurrían en realidad las cosas.

Llegó al edificio y entró a donde estaba ella dormida junto a un policía haciendo guardia.
Era un departamento agradable como cualquier otro, pero lo que ahí pasaba era lo que le daba el aspecto tenebroso.

—No puede ser— dijo tan bajo que apenas y pudo escucharlo el otro hombre.

—Oh, llegaste rápido— dejó de lado lo que comía y lo observó atentamente. —¿Qué te pasa?.

—¿Que qué me pasa? ¡Está drogada! ¡Eso me pasa!— caminó hacia la cama y la examinó con la mirada.

La culpa por el disparo jamás iba a desaparecer, pero verla ahí sin control se su cuerpo ni voluntad lo llenó de furia porque alguien más la estaba lastimando.
En esto la habían convertido todos.

—La necesitamos así. De otra forma escaparía como contigo...

—Se supone que cuidamos de la gente, oficial— le soltó con odio. —¿No estamos haciendo lo mismo que tantos hombres y mujeres que condenamos a diario?.

El otro oficial no podía creer que Jared dijera eso, pues era el primero en querer meter a la cárcel a Ryan Tucker.
No se daba cuenta de que eso no era lo más importante para él.

—No me digas que te va a dar un ataque de moral, Ívon— le dio una palmada fuerte en el hombro y se rio. —Vamos, colega. Vas a tener a Ryan en su celda pronto, e incluso en la silla eléctrica si tenemos suerte...

Denisse despertó justo a tiempo para escuchar eso.
Los músculos de todo su cuerpo se tensaron y puso su máximo esfuerzo para decir una sola palabra corta.

—¡N...o!— soltó.

Jared escuchó de lejos, pero el otro ni siquiera se percató de que su rehén estaba luchando por hacerse notar.

Decidió no decir nada, pero en cambio haría algo más.

—Tienes razón— dijo Jared. —Vale la pena.

Se rio falsamente con ese intento de policía para hacerle creer que estaba de su lado. Entonces caminó a la cama.

—¿Y esto de verdad sirve de algo?— preguntó Jared tomando la manguera de plástico que conducía el medicamento al sistema sanguíneo de Denisse.

—Claro. La ha mantenido en silencio por un día y medio.

La verdad era que solo se había acercado a tocar ese aparato para hacer un nudo en la manguera.

Ahí te liberaré...Where stories live. Discover now