En peligro

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Durante los días que se sucedieron, Emma se arrastraba como un alma en pena por los pasillos del instituto y evitaba cruzarse con la mirada de su profesora durante mucho tiempo. En cuanto a Regina, abandonó, por lo que se veía, la idea de ir sola al bar y charlar con la camarera. Aparecía rodeada de sus amigos y nunca era ella la que pedía, dejaba que David o Mary Margaret lo hicieran.

Emma estaba, así pues, tan triste como las piedras y presentía que la profesora Mills había roto todo lazo entre ellas. Sin duda Emma había ido demasiado lejos con sus preguntas. No era más que una alumna entre todas las demás y eso la volvía loca. Algo misterioso rodeaba a Regina Mills y Emma ardía en deseos de saber qué era. Belle y Ruby, sintiendo que su amiga no estaba del todo bien, le propusieron ir a Granny's después de clase. Era una pequeña cafetería regentada por la abuela de Ruby, que sabía llevar su negocio con mano firme y que, por otro lado, era una dulzura con Emma. Granny era el tipo de abuela que te estrecha contra su pecho para apaciguar tus penas y tus tormentos, y que con una sola mirada sabe perfectamente si se le estaba escondiendo algo. Emma la consideraba un poco su abuela, aunque jamás lo haya expresado de ninguna manera.

Cuando Emma entró en el establecimiento, Granny caminó delicadamente entre las mesas y se dirigió hacia las tres amigas. Se fijó en el rostro de Emma y posó una mano arrugada en su mejilla y le dio amables golpecitos. Granny veía que la pequeña rubia estaba contrariada, pero no hizo ninguna pregunta y las dejó sentarse a una mesa.

Belle colocó una copa llena de helado bajo las narices de Emma y esta se pasó la lengua por los labios. Después, frunció el ceño

-¿Y esto?- preguntó ella, suspicaz

-¡Helado de vainilla espolvoreado con canela, doble, y para terminar nata cubriéndolo, espolvoreada con...canela!

-¡Muy saludable todo!- remarcó Ruby, su mentón reposando en su mano

-¡Incluso creo que Granny he echado más canela que de costumbre!- añadió Belle poniendo una expresión de asco. Después de un tiempo, preguntó

-Entonces, ¿nos dices que pasa o qué?

La boca de Emma se torció, incómoda. No podía por nada del mundo hablarles de lo que la atormentaba. ¿Cómo podría confesarles que le había tomado afecto a su profesora de literatura y que ella no sentía nada más que...que qué? ¿Qué sentía la morena por ella? ¿Empatía? Nada más.

-Hay un chico que viene al bar de vez en cuando y...siempre que lo hace paso un momento especial con él, pero...la última vez, me dejó claro, más o menos que...no valía gran cosa para él...pero...pero es normal, no nos conocemos y...es...es complicado, ¡olvidadlo!- dijo ella mientras hundía su cucharilla en el helado

-Entonnnnnces, ¿te estás enamorando?- continuó Ruby ganándose una mirada atravesada de Belle

-Enamorada en realidad no, pero...me gusta mucho...

-Bueno, ¡solo tienes que tomar al toro por los cuernos y lanzarte directamente!

-Ya, tienes razón, ¡es lo que voy a hacer!- respondió ella forzando una sonrisa. Las chicas cambiaron de tema y Emma estuvo maquinando un plan para obligar a Regina Mills a hablarle. La ocasión se presentó al día siguiente mismo. Emma entró en la biblioteca, acababa de ver a Regina deslizarse dentro y quiso tener un momento con ella, nada con segundas intenciones, solo seguirla e intercambiar una cómplice mirada. Oyó el sonido de los tacones resonar en ese templo de los libros y siguió ese sonido a una distancia razonable.

-¡Eh, eh! ¡No ha devuelto sus libros!- la llamó una desagradable voz

Emma se giró hacia la bibliotecaria revirando los ojos

El caso del pequeño cisneWhere stories live. Discover now