Bajo una canción de Dean Martin

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-Regina- la llamó de repente una voz a su derecha

Gold estaba allí, apoyado en su bastón, y a su lado, con un vestido ceñido...

-Emma...

Se abrazaron con fuerza, el dolor de haber estado separadas por tanto tiempo salía a la superficie. Después, Regina se giró hacia Gold y lo clavó con la mirada. Él la ignoró y estiró sus labios en una sonrisa satisfecha.

-¡Qué alegría verla libre!- canturreó él

-Imagino que debo darle las gracias-dijo con voz fría

-El trato, por mi parte, está saldado, señorita Queen. Pronto tendrá que cumplir el suyo.

Ella lo miró con una mezcla de asco y piedad que no pasó desapercibido a Emma. Hubo un silencio durante el cual Gold lanzó una mirada a las cámaras. Emma tiró suavemente del brazo de Regina para arrastrarla por un camino donde no había ningún periodista.

-Volvamos- murmuró ella

Regina asintió y pasaron por delante de Gold para alejarse de la prisión y evitar la horda de periodistas. Pero la morena se detuvo, se giró hacia el hombre que la había defendido y lo observó un momento antes de decir

-La «duda razonable» era su idea desde el principio, ¿verdad?

Él esbozó una sonrisa y bajó la cabeza para mirar sus manos sobre el bastón.

-Vamos, Regina, desvelar la estrategia es perder un poco, ¿no cree?- dijo él enarbolando una mirada maliciosa –Pero prefiero avisarla, la duda razonable siempre tiene un precio. Espero que esté preparada para pagarlo.

Emma presionó otra vez la mano de Regina.

-Yo me ocupo de la prensa, dese prisa en marcharte.

Emma la arrastró a la parte trasera de la prisión, a un parking donde varias personas esperaban, apoyadas en un coche.

Regina se quedó estática al reconocer a una de ellas. Su hermana.

-Bien, hermanita, ¿no vienes a darme un abrazo?- dijo Zelena posando una mano en su cadera como Regina sabía hacer tan bien.

Una barrera se desplomó en su corazón y se lanzó a sus brazos conteniéndose para no llorar.

-¡Te he buscado por tanto tiempo, cariño!- le confesó la pelirroja

-Chicas, deberíamos subir al coche antes de que los periodistas aparezcan- dijo David abriendo la puerta para que entraran. Pero antes de hacerlo, Regina se colocó frente a él y acarició tiernamente su mejilla.

-Lo siento- susurró ella hundiendo sus ojos en el océano azul del atractivo joven.

Él lanzó un suspiro de alivio y la acogió en sus brazos. Como si ella fuera para él su hermanita adorada.

-¡He tenido tanto miedo!- le confesó él poniendo una mano en su cabeza manteniéndola entre sus brazos.

-David...

-¡Nada de palabras, al coche, chicas!- gruñó él amablemente

La mirada de Regina navegaba entre el paisaje que desfilaba tras los cristales del coche y los cabellos de Emma que sobresalían de su gorro en una brillante cascada. Extrañamente, en el coche todos estaban en silencio desde que habían salido de Nueva York. Pero Regina no quería romper ese silencio y rezaba interiormente para que nadie lo hiciera. ¿Qué le podía decir a su hermana a la que no había visto en años, y que durante esas semanas había conocido tantas cosas sobre ella? ¿Qué le podía decir a David que seguramente se había sentido traicionado por no conocer los elementos que componían la vida de Regina antes de conocerse? Y Emma...

El caso del pequeño cisneWhere stories live. Discover now