Tras el espejo

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Emma era lista, siempre lo había sido. Sabía que, tras su partida, no podía ir sino a un único sitio, solo había una persona que no le haría ninguna pregunta. Emma había montado en su bicicleta para dirigirse al puerto de la ciudad, al llegar se encontró a Killian en plena conversación con su hermano alrededor de una botella de ron. La escucharon llegar y se giraron hacia ella.

-¡Bueno, os dejo solos!- dijo el hermano de Killian alejándose hacia el barco.

-Swan, ¿qué haces aquí?- preguntó el muchacho frunciendo el ceño

-¿Puedo...puedo quedarme contigo un tiempo?

Como única respuesta, él le pasó la botella. Ella soltó su bolsa llena de sus cosas y se sentó a su lado.

-Jamás había venido al puerto por la noche, es bonito

-Sí, la vista más bella de toda la ciudad está aquí

Ella vertió el alcohol en su garganta y apreció la sensación de ardor al paso de la bebida. Él le cogió la botella y bebió a su turno.

-¿Mal día?- preguntó

-Sí

-Bueno, venga te propongo una peli y a la cama

Él le ofreció su puño y ella se lo golpeó con el suyo para una discreta señal de consentimiento. Él cogió la bolsa de la muchacha, como verdadero caballero y la instaló en un bello camarote.

-Es muy bonito, gracias Kill'

-Es el camarote de mis padres, no debería faltarte nada.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-De viaje, mis padres siguen de viaje- adivinó el muchacho huyendo repentinamente la mirada de su amiga- No se ocupan a menudo de nosotros, pero cuando vuelven es una verdadera fiesta.

Emma tenía una pálida sonrisa feliz, Killian se retiró y la dejó instalarse como quisiera.

Ella se sintió aliviada por haber encontrado un techo para varias noches y volvió a pensar en la confesión arrancada a Regina Mills. Jamás hubiera creído tal cosa; ese modelo de rectitud, de fiabilidad y de honor acababa claramente de caerse del pedestal. Cogió su teléfono entre las manos y dudó durante un rato en si borrar el número de la morena.

¡Nunca tomar una decisión presa de la cólera!, le gritó la voz de Belle en su cabeza, dejó entonces el aparato y apagó la luz.

Al día siguiente por la mañana no fue a correr y se tomó su tiempo para hablar con Joy antes de ir a clase. Se encontraron alrededor de un café.

-Por cierto, ¿dónde estás quedándote?- preguntó la pelirroja mirando a la estudiante

-¡Killian!- dijo Emma demasiado feliz por no tener que mentir.

Joy asintió silenciosamente

-¿Tienes noticias de los otros?

-Sí, Jeremy está en Nueva York para...

-¿Nueva York? ¿Qué está haciendo allí abajo?

-¡Quizás haya encontrado una familia de adopción!

-¡Guay! Estoy feliz por él, ¿y Nathan? ¡Ese pequeño cabroncete no contesta a mis mensajes!

-Está llevando mal que estemos todos separados, pero por lo demás, todo va bien

-¿Y Lucy? No he tenido noticias de ella, pero pasaré a verla en cuanto tenga tiempo.

El timbre sonó, precipitando una muchedumbre de alumnos por los pasillos. Las dos muchachas salieron de la cafetería y se separaron para ir a sus respectivas clases. Mientras que Emma se dirigía a su taquilla para coger sus cosas, divisó la presencia de Regina Mills y vaciló en dar media vuelta. Demasiado tarde, la mirada de la morena acababa de pasar sobre ella, crispándola de repente. ¿Cómo una mujer tan bella, inteligente y recta podía abandonar a su hijo? Emma jamás podría comprenderlo...

El caso del pequeño cisneWhere stories live. Discover now