El pequeño muchacho

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-¿Te pilló?- exclamó Alice, con los ojos como platos y una mano en la frente

-¡Estoy metida...en una gran mierda!- gimió Emma dejándose caer el sillón tras haber dado vueltas por la habitación durante más de veinte minutos.

Alice la miró, perpleja, había escuchado con atención el relato de la rubia antes de escapar un grito de espanto. Vio a Emma bajar la mirada y quiso inmediatamente subirle el ánimo. Colocó bien la sábana antes de lanzar la pregunta.

-Bueno, ¿qué dijo ella?

Emma bajó la cabeza, estaba realmente avergonzada y sabía que acababa de destruir la confianza que su profesora le había concedido.

-Emma, ¿qué dijo ella?- insistió la enferma

-«Es de la confianza que nace la traición»

-Ah, joder...- silbó Alice haciendo una mueca

-No volvió en toda la noche. Esta mañana, cuando finalmente volvió, quise hablar con ella, pero no me miró y vi algo en su mirada que...me apenó...un desgarro...algo...extraño...Y me pidió que no le dirigiera la palabra...No quiso escuchar nada...

-¡Jo, vas a tener que emplearte en serio para hacerte perdonar!

Emma la fusiló con la mirada, cruzando las manos en el pecho, hundiéndose en el sillón.

-¿Cómo?

-Ah, no lo sé, te recuerdo que yo nunca he estado en ese tipo de situación, así que...

-¡Oh, por favor, te lo suplico! ¡Ayúdame!- rogó Emma

-¡Eh, bueno...En las películas hay una cena o algo parecido, y...al final...sexo!

-¿Sexo? ¡Estamos bastante lejos de eso!- soltó Emma dejando caer la cabeza hacia atrás –Te juro que...le he hecho daño...he traicionado su confianza y...joder, ¡soy estúpida! ¡Creo que en el fondo...mis intenciones eran malas...realmente malas!

-¿Qué quieres decir?- preguntó Alice frunciendo el ceño

-Creo que...quería hacerle pagar lo que me hizo...quería hacerle pagar el hecho de haberme separado de mi familia y...¡ay!

Emma miró a Alice asustada. Ella acababa de lanzarle una almohada a la cara sin medir la fuerza con la que lo hacía.

-¿Qué te pasa?- dijo Emma

-¡Hizo lo que había que hacer por ti y tu familia!

La rubia se pasó una mano por los cabellos, poco convencida de lo que decía su nueva amiga.

-No lo veo así...

-¿Oh, en serio? ¡Emma, si ella no hubiera intervenido, hoy Joy quizás habría puesto fin a sus días, tú, quizás, habrías sido violada, y quizás alguno de vosotros habría recibido una paliza de muerte! Ella te dejó suficiente tiempo para que te prepararas ante el hecho de tener que llamar a los servicios sociales, y tenía razón al decir que estaba arriesgándose mucho. Ella sobrepasó muchas veces los límites por ti y ¿a ti lo que se te ocurre hacer es vengarte? ¡Es patético, Emma!

La rubia bajó la cabeza, avergonzada. Su amiga sabía cómo ponerle los puntos sobre las íes.

-¡Eres egoísta, Emma! ¡Esa mujer es una santa por aún no haberte asesinado!

Emma reviró los ojos y le devolvió de forma más dulce la almohada.

-Lo sé.

Hubo un silencio durante el cual Emma se echó una reprimenda a sí misma. Alice decidió cambiar de tema.

El caso del pequeño cisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora