No violence no cry

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A Emma le costó despertarse esa mañana. Tras haberse despertado y vuelto a dormir varias veces, alzó la cabeza completamente despierta de repente. Bostezó mientras escrutaba la inmunda habitación que había tenido que alquilar para quedarse en Nueva York, como Gold le había pedido.

Hizo una mueca mientras se pasaba la mano por el rostro, pero repentinamente una sonrisa apareció en las comisuras de sus labios. Rumpel Gold había tenido éxito, había logrado obtener exactamente lo que quería a pesar de los ataques de Whale con cada nueva petición.

Ver a Regina cuatro horas al día: ¡aceptado!

Tener una semana de plazo para volver a estudiar el caso: ¡acordado!

Y...última petición que había arrancado un suspiro al abogado de la acusación antes incluso que aquella fuera pronunciada...un nueva pluma para hacer firmar a la acusación algunos papeles.

Emma se había echado a reír sintiendo cómo la alegría la invadía poco a poco. Con Rumpel Gold en sus filas, tenía el sentimiento de que nada podría impedirles ganar. Aunque no confiaba en él, sabía que lo intentaría todo para ganar el caso aunque fuera para disfrutar de la publicidad que eso le produciría.

Se levantó para abrir las cortinas que habían conocido tiempos mejores. La nieve había seguido cayendo durante la noche y el sol apenas conseguía atravesar las nubes y la polución que se abatía sobre la ciudad. Emma se encerró en el cuarto de baño para vestirse, pero antes de acabar, alguien llamó a la puerta haciéndole fruncir sus cejas claras. Dio un respingo de sorpresa al encontrarse frente al abogado de Regina, que entró en la habitación sin ni siquiera pedir permiso.

-¡Buenos días también a usted!- murmuró la rubia, obligada a apartarse para dejarlo deslizarse hacia el centro de la estancia.

-Señorita Swan, va a tener que cambiarse de ropa, tiene un gusto particular en lo que concierne a la moda.

Ella lo miró de arriba abajo y dudó sobre comentar el sentido de la moda que él parecía tener, pero no dijo nada, pensando que su insolencia no la ayudaría en nada.

-¿Qué hace aquí?- preguntó, sin embargo, ella

-Traerle su ropa, que aquí está- dijo tendiéndole una bolsa de papel –Y comenzar mi trabajo con usted

-¿Su...trabajo? ¿No debería estar enfrascado en el caso de Regina?

Él esbozó una sonrisa que casi la hizo temblar y apuntó el cuarto de baño con su bastón. Comprendiendo el mensaje, ella se metió dentro para cambiarse.

-Usted es el caso de Regina- lo escuchó decir tras la puerta

-¿Cómo es eso?

-Oh...cálmese- dijo con voz tranquila –No todo recae en usted, pero sí una gran parte y nos va a ayudar con los medios.

Ella gruñó mientras se ponía el pantalón de vestir que él le había traído y se asombró al ver que había adivinado perfectamente su talla.

-¡No soy precisamente fan de lo que los medios cuentan sobre mí y Regina!- informó sacando una blusa blanca de la bolsa en la que estaba envuelta.

-Que sea fan o no, no me importa, señorita Swan, lo que quiero es únicamente utilizarla para que los medios sean fan de usted.

Ella salió poniéndose la chaqueta a juego.

-Usted sí que sabe hablarle a las mujeres...¿y qué entiende usted por «fan de mí»?

-Bueno, digamos que vamos a hacer que los medios dirijan su atención sobre usted y para ello necesito que esté perfecta.

El caso del pequeño cisneWhere stories live. Discover now