Navidad

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Emma, realmente, nunca le había prestado atención a su apariencia física, llevaba gafas desde los doce años y jamás había cambiado de pares, no formaba parte de las chicas delgadas con largas piernas de gacela. No tenía un cuerpo de ensueño y sus cabellos raramente estaban peinados y cuidados. A menudo los ataba en una cola de caballo para esconder sus nudos. Sin embargo, el hecho de hacer deporte le hacía tener consciencia de que su cuerpo cambiaba, sus caderas estaban menos rollizas y sus muslos más musculosos. También vio que su vientre se esculpía poco a poco y se hacía plano. Le gustaba lo que veía en el espejo y se entregaba a peinar sus cabellos todas las mañanas para atarlos en la cola de caballo o en una trenza algo más sofisticada. Pero lo que más le gustaba aparte de su transformación física, eran las conversaciones que tenía con su profesora durante las sesiones de deporte y cuando no hablaban, Emma adoraba escuchar las pisadas de la joven, así como su respiración controlada. La suya era bastante más errática y sibilante, pero mantenía el ritmo a pesar de sus agujetas.

Noviembre había visto cómo la nieve se precipitaba sobre la ciudad y no hacía más que aumentar. Era más difícil ir al colegio, pero Emma les había prohibido a los chicos fugarse de las clases.

Los rumores sobre ella habían cesado y ahora se centraban en la ausencia de Killian Jones. Hacía dos semanas que no venía a clase y Emma se inquietaba al ver su sitio vacío. Algunos contaban que había habido un ajuste de cuentas y que él se había llevado los palos, otros decían que había caído en la droga...

Una mañana, mientras todos intentaban seguir la clase soporífera del profesor de Historia, Regina Mills entró en el aula seguida de Killian, los ojos fijos en el suelo, el rostro triste y con golpes en algunas zonas. Sus heridas no eran ciertamente del día anterior, pero parecían aún dolorosas. Regina buscó algo en la clase, sin pedirle disculpas siquiera al profesor que había interrumpido y la miraba hacer con una mirada de sorpresa.

-¡Miss French!- llamó Regina dando con el rostro de la joven

-¿S...sí?

-¡Sígame!- ordenó Regina con voz que poco dejaba a la discusión. Belle se levantó y se dirigió hacia la directora adjunta con paso vacilante.

El trío salió al pasillo y Regina cerró cuidadosamente la puerta para que ningún alumno escuchara lo que decían. Algunos minutos después, Killian y Belle volvían a entrar en el aula y Regina los dejó sin una mirada.

Emma esperó al almuerzo en la cafetería para acosar a Belle con preguntas.

-¡Solo quería que lo ayude a ponerse al día!- murmuró la rata de biblioteca

-¿Es todo lo que os dijisteis?

-¡Sí, es todo!

-Belle, sé cuando mientes y...¡Ruby! ¡Me puedes ayudar aquí!- exclamó Emma revirando los ojos

-¿Hein? Lo siento, le escribía a Peter- se excusó la joven mirando su móvil.

-Entonces, ¿de dónde son esos moratones que tiene en la cara?

-Escuchad chicas, no soy yo la que debería hablar, así que...

-¡Pero solo a nosotras!- forzó Ruby mientras cogía una fruta

-¡No!

-¡Sinceramente, Belle, no es como si nos contaras los secretos ocultos de la NASA!

-¡A veces me pregunto qué edad tenéis!- exclamó ella marchando, dejando su plato de comida sin haberlo tocado.

Ruby se encogió de hombros y se giró hacia Emma.

-¿Acaba de llamarnos niñas pequeñas?

-Sí...grosso modo, es lo que acaba de decir

El caso del pequeño cisneWhere stories live. Discover now