Un nuevo comienzo

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Hemos llegado al penúltimo capítulo, ya solo queda el epílogo. Espero que os haya gustado. Ah, este capítulo es muy largo.


Regina Queen aparcó su Tahoe negro de alquiler en la avenida Saint Charles. Necesitaría una gran taza de café para recuperarse del viaje, pero quiso antes cumplir con su palabra. Cogió su bolso que se encontraba en el asiento del pasajero y se soltó el cinturón para bajar del alto coche. Al tener Louisiana un clima tan diferente al de Nueva York, se sorprendió al recibir una corriente de aire cálido en su rostro. Metió la llave para cerrar el coche, y una vez lo hubo hecho, caminó hacia el sendero bordeado de árboles del otro lado de la calle.

Soltó un largo suspiro y comenzó a buscar entre todas las lápidas. Inconscientemente, no pudo evitar que sus pensamientos se desviaran hacia Henry. El muchacho había crecido tanto en su ausencia, ya no hacía siestas a cada momento y su desayuno favorito había tenido tiempo de cambiar ya tres veces. Su carácter se afirmaba y no soportaba la injusticia, poniéndose furioso si uno de sus compañeros de clase se atrevía a cometer una. Sin embargo, si lo pensaba bien, también ella había cambiado mucho desde el nacimiento de su hijo. Ahora se sentía mujer. Ya no se escondía, llevaba lo que quería, decía lo que pensaba, vivía como mejor entendía. Ya no había nadie ahora para mantenerla cautiva en un prisión sin muros.

De repente se detuvo para sacar del bolsillo de su abrigo un trozo de una fotocopia de un periódico arrugado. Lili Egg. Ninguna duda, estaba delante de la lápida correcta. Sacó el atrapa sueños de su bolso y lo colocó correctamente para que no se cayera. El ligero viento sacudió las oscuras plumas y permitió a la morena asegurarse de que estaba bien colocado.

Con sorpresa, sintió que una lágrima resbalaba por su mejilla para perderse en su cuello. Se arrodilló ante la hija de Maléfica y acarició la hierba que se extendía delante de la lápida.

-Ella no te ha olvidado- murmuró


Emma cerró su libro y se apelotonó en el sillón que había colocado cerca de la ventana. Soltó un suspiro y llevó su mano a su cuello mientras dejaba su mirada vagar a través del cristal que la protegía del frío y de los habitantes de esa ciudad. También la protegía de los periodistas llegados en masa a la pequeña ciudad de Maine.

Ante ese pensamiento, hizo sonar su lengua y se levantó dejando el libro encima de la cómoda de madera sin tratar. Regalo de Leroy. Deslizó sus pies en sus pantuflas y se dirigió hacia la cocina donde los restos de la víspera esperaban ser echados a la basura. Tras haber limpiado, se sirvió una taza de chocolate caliente y vaciló antes de ponerle canela. Henry también le echaba. Golpeó el frasco para espolvorear. Cogió un DVD y lo tiró sobre el estante como si le hubiera quemado. Las amistades peligrosas. Cogió otro, persuadida que sería una mejor opción. Con faldas y a lo loco; ¿por qué no?

Suspiró. ¿A quién intentaba engañar? Era desgraciada...y aunque Nelson MacGuson ya le había metido la idea en su cabeza durante la cena que habían compartido, no podía rendirse a creer que todo había acabado...

- Un juicio no es algo banal, Emma, aunque salgan de eso, la relación podría no soportarlo...

Tres golpes breves a su puerta la hicieron sobresaltarse. Durante unos segundos, se preguntó si había pedido algo de comer.

-¡Márchese!-soltó -¡No daré ninguna entrevista!- gritó comprendiendo que era un periodista.

Asombrada, vio cómo el pomo se movía y la puerta se abría. No la había cerrado con llave. ¡Qué idiota! Al descubrir el rostro de Regina, sintió una cólera apoderarse de ella.

El caso del pequeño cisneWhere stories live. Discover now