El viaje

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Emma había tenido que mostrarse paciente y hablar mucho para convencer a Regina de irse algunos días. La rubia detectaba más rápidamente las angustias de la joven, y cuando Regina vaciaba su pequeña maleta por tercera vez, negándose a ir a ver a su hijo, Emma le cogió las manos y la hizo sentarse en la cama.

-Sé que tienes miedo, pero quiero que olvides un poco ese miedo, ¿de acuerdo?

-Emma, no es algo que realmente puedas entender...

-Veo el amor que sientes hacia tu hijo y créeme, me gustaría haber tenido una madre como tú...euh... en fin...aunque te prefiero claramente como novia.

Regina esbozó una sonrisa y sacudió la cabeza de izquierda a derecha. La mujer fría estaba bastante lejos por ahora, y Emma lo apreciaba mucho. Depositó un rápido beso en la mano de la directora adjunta y continuó

-De verdad me gustaría conocer a ese renacuajo que fue dado a luz por una mujer fuerte y valiente. Quiero conocer a Daniel, quiero conocer más cosas sobre las personas que forman parte de tu vida para conocerte mejor.

La mirada de Regina vagó algunos segundos y asintió débilmente. Emma saltó de la cama y volvió a meter las cosas de la morena en su maleta antes de que pudiera cambiar de opinión.


Regina parecía feliz y angustiada a la vez, no podía evitar agarrar el volante con todas sus fuerzas. Emma se dio cuenta pronto y le cogió la mano para que se relajara. Enlazaron sus dedos aunque la morena lo encontraba un contacto demasiado íntimo. Y Emma abrió la ventana para que el aire fresco entrara en el coche. Subió el volumen de la música y comenzó a cantar a voz en grito. Regina se relajó y el coche se perdió por la carretera.

Hacia las cuatro de la mañana, Regina se detuvo en un área de servicio y despertó a Emma que se había quedado dormida.

-¿Hemos llegado?- preguntó la rubia sacudiendo la cabeza

-No, debe quedarnos alrededor de veinte horas de coche- resopló Regina estirando sus piernas-Necesito un café y desentumecerme las piernas- informó

-De acuerdo, voy contigo

Salieron del coche y el ruido de automóviles atravesando la noche tranquilizó a Emma. Se cerró el chaquetón de cuero y tendió la mano a la morena que le lanzó una mirada desolada. No había que pedir demasiado por el momento.

La estación de servicio estaba vacía a excepción del dependiente que las vio entrar con mirada indiferente. Regina pasó al baño mientras Emma se entretenía mirando los precios, uno más exorbitado que el otro, a lo largo de los estantes. Se inclinó uno poco más sobre los llaveros y divisó un pequeño cisne plateado que tenía las alas alzadas como para proteger a sus posibles polluelos. Lo cogió entre sus dedos y sonrió tontamente. Si ella fuera un cisne, habría podido cobijar a Henry bajo sus alas y arrullarse con Regina. Se sobresaltó al escuchar a la joven carraspear a su lado. Ella se enderezó y la morena le pasó un vaso humeante.

-¡Gracias!

-El vendedor nos mira atravesado...- murmuró Regina

-¡Sin duda porque siente envidia de que tú estés conmigo en lugar de con él!- bromeó Emma plantando sus labios sobre los de Regina que se tensó un poco. Emma retomó como si nada pasara.

-Por cierto, ¿dónde estamos exactamente?

-Hemos pasado Portland hace una hora- informó la antigua alcaldesa dirigiéndose hacia las mesas para sentarse y tomarse su café tranquilamente.

-¿Vas a seguir conduciendo veinte horas?

-Bueno, normalmente, en unas diez horas deberíamos estar en Washington DC, si te parece bien, podríamos detenernos allí y pasar el fin de semana y para dormir un poco. Volveremos a la carretera a las ocho de la mañana.

El caso del pequeño cisneWhere stories live. Discover now