La separación

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Regina empujó a Emma contra las sábanas y pasó una mano por sus vaqueros hasta hacer que se deslizara por toda su intimidad. La joven cerró sus ojos ante ese contacto y sus manos se perdieron en los cabellos negros.

Habían vuelto a la ciudad la víspera, Regina tenía unas ganas desesperadas de colmar el vacío que se había instalado en ella desde el regreso y Emma estaba totalmente dispuesta a intentarlo.

Ella separó un poco más sus piernas y se lanzó a quitarle la blusa a la directora adjunta. La lluvia martilleaba contra los cristales de la habitación y Regina pensó, por un segundo, que hacía eco en su corazón hecho pedazos en su pecho. Cada gota de lluvia que chocaba parecía representar una parcela ínfima de su corazón que se retorcía de dolor.

Sintió una mano entre sus muslos y decidió abandonarse a las caricias de la rubia. Sintiendo el índice de Emma presionar su botón de carne, contuvo un sordo gruñido.

-Aquí está el sitio que no puedo por nada olvidar, ¿no?- preguntó la joven atrapando brevemente el labio inferior de la directora entre sus dientes.

-¡Eres una buena alumna, miss Swan!

-¡Aprendo rápido, eso es verdad!- asintió la rubia enderezándose para encajar a Regina más firmemente entre sus piernas.

Emma continuó durante varios minutos, sintiendo cómo la pelvis de la morena hacía movimientos cada vez más explícitos. Desabrochó su sujetador y dejó que se lo quitara.

De repente, Regina se sintió sumergida por la pena de haber dejado a su hijo a miles de kilómetros e inmediatamente se tensó, frunciendo el ceño, incómoda ahora por el contacto con Emma.

-Espera...- suspiró Regina incorporándose.

Emma detuvo todo movimiento, consciente de que Regina no era una persona a quien se debiera forzar.

-Estoy aquí- la tranquilizó la joven pasándole una mano por el rostro para apartar sus mechones oscuros -¡Regina! ¡Mírame!- murmuró ella

-Emma...

-Mírame- repitió suavemente la más joven pegando su frente a la de la otra.

Despacio, Regina abrió los ojos y encontró los de Emma, desbordando ternura. La joven recomenzó sus movimientos y la besó fogosamente, pero sentía que Regina estaba menos receptiva, menos concentrada en su placer.

-¿Quieres que paremos?- preguntó retirando lentamente su mano, pero dejando suaves besos entre sus pechos y cuello.

Regina fue retrocediendo hacia las almohadas y terminó por dejar la cama, llevándose la blusa contra su pecho para ir a encerrarse al cuarto de baño. Emma se pinzó los labios, sentía que Regina se le escapaba sin poder hacer nada para retenerla.

Ella misma echaba terriblemente de menos a Henry, así que no podía imaginar lo que Regina podía estar sintiendo al ver a su propio hijo una vez al año. Sacó su móvil y tecleó durante varios minutos sin realmente mirar lo que tenía en la pantalla. Se acercó a la puerta del baño y tocó dulcemente.

-Regina...ábreme- pidió

-...

-¡Gina!

-....

-Voy a preparar algo de comer, baja cuando quieras

Al otro lado, Regina había rodeado sus rodillas con sus brazos y las acercó aún más contra su pecho ahora ya con la blusa puesta. Henry le faltaba, había hablado con él por teléfono solo unos minutos, pero escucharlo sollozar había sido tan duro, el corazón saliéndose por la boca cuando tuvo que colgarle. Llevaba hundida en sus pensamientos un largo instante, cuando un olor a comida hizo gruñir a su estómago. Se dirigió a la ducha para refrescarse un poco, después abrió la puerta del baño y se dirigió hacia su armario para cambiarse. Una camiseta que Emma le había hecho comprar en San Agustín y un mini short de noche de color negro le pareció una buena elección. Aunque nunca se había puesto tal cosa para dormir, debía reconocer que era cómodo.

El caso del pequeño cisneDove le storie prendono vita. Scoprilo ora