Penoso cumpleaños

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Aquí viene un capítulo grande, disfrutadlo.



En mitad de la madrugada, Regina se sobresaltó al escuchar un ruido poco familiar, se puso una bata de seda y se la anudó antes de abrir las pesadas cortinas que ocultaban su ventana. Escrutó el exterior con insistencia cuando un detalle la hizo sobresaltarse. Las cabellerizas estaban abiertas. Se precipitó hacia el cuarto de arneses donde cogió un cabestro y donde se puso algo más apropiado para el frío. Corrió hacia los establos, con una punzada de inquietud en su vientre.

El box de Beau Miroir estaba vacío. Marcas en la puerta hacían pensar que el caballo había sido presa de un ataque de pánico. Pero, ¿por qué? Miró a su alrededor y no vio nada extraño, ni fuera de sitio, nada que pudiera haber asustado al animal. Sin duda algún bicho rondaba por los alrededores y Beau Miroir lo había sentido. Iluminó el exterior de la casa y sacó una linterna así como un fusil tranquilizante. Encajó la linterna bajo el cañón de su fusil e inspeccionó el exterior de las caballerizas. Ningún trazo, ninguna huella de animal que no perteneciera a los cascos de Beau Miroir que, visiblemente, había salido disparado hacia el bosque. Ella se equipó con un plumón y una segunda linterna por si la otra le fallaba, y a continuación se metió entre los árboles, preparada para encontrar a su protegido.

Después de dos horas y media de búsquedas, Regina logró finalmente encontrar al semental, que todavía estaba muy agitado, tuvo que armarse de paciencia para conseguir atraparlo, pero enseguida se dio cuenta de un detalle que le heló la sangre. Beau Miroir arrastraba tras él un cabestro que le era desconocido. Eso no podía decir sino una cosa, alguien había intentado llevarse su semental. Cuando estuvo de nuevo al abrigo, ella comprobó los otros boxes y cambió la comida y el agua a todos, ¿quién sabe? También habían podido querer envenenarlos. Después, miró su reloj y gruñó de insatisfacción, iba a ser un largo día.


Emma abrió sus ojos mucho antes de que sonara el despertador. Miró la fecha en el calendario colgado sobre su escritorio. 22 de octubre. Se dio la vuelta sobre su vientre y posó su mentón sobre su mano. Un suspiro se escapó sin que pudiera controlarlo. En cada cumpleaños, desde el estreno de Harry Potter, esperaba ver un gigante franquear su puerta y llevársela a un mundo de magia. Se levantó la manga para ver cómo iba su morado, que había pasado por todos los colores y ya empezaba a difuminarse. Se frotó los ojos, palpó sobre la mesilla de noche para coger sus gafas, y pasó la mano bajo la almohada para estar segura de que todavía tenía su cuchillo al alcance de la mano. Desde la amenaza de George, dormía poco, y siempre que se despertaba, comprobaba el emplazamiento del cuchillo de cocina. Bostezó y bajó a preparar el desayuno. Joy y Amber ya estaban en la cocina, hablaban en voz baja para no despertar a nadie. Un pila de paquetes de los caramelos preferidos de Emma habían sido colocados en una panera y Joy se lo tendió pronunciando

-¡Feliz Cumpleaños!

-¡Gracias chicas!

-¡Nathan también ha colaborado, pero es un vago para levantarse!- argumentó Amber revirando los ojos.

-¡No es verdad! ¡Estoy aquí!- replicó Nathan que acababa de descender las escaleras discretamente

Se sentaron alrededor de la pequeña mesa de cocina para comenzar el desayuno de cumpleaños tranquilamente.

Desde la amenaza de George, Nathan pasaba la mayor parte de su tiempo con sus hermanas, consideraba que lo que había pasado era por su culpa y quería a todo precio proporcionarles una forma de protección estando dispuesto a recibir los golpes en lugar de ellas.

El caso del pequeño cisneWhere stories live. Discover now