28. Despertar

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Año 2009. Antes.

Me desperté en una suave y cómoda cama. Alguien me había subido la sábana hasta la altura del cuello; desconocía cómo había acabado aquí. La habitación era pequeña y las paredes de madera de leña me hacían pensar que se trataba de una cabaña.

Recordaba que hacía unas horas, La Gente de la Sombra nos había tendido una emboscada en mi casa aprovechando que se había ido la luz o provocándola. Debí quedarme inconsciente después de entrar en el agujero negro y ver que Ángel se quedaba atrás, cuando recobré la conciencia me di cuenta que me encontraba atada a una silla en medio de una habitación en su base. Ahí, descubrí que la anciana a la que había ayudado a encontrar a su nieto resultó ser, ni más ni menos, que la misma jefa de la organización; en ningún momento se me ocurrió esa posibilidad.

El sol me daba en la nuca. Una suave brisa me acariciaba la piel. Los pájaros entonaban hermosas melodías y movían su cuerpo en las copas de los árboles; estaban llenos de follaje.

Me levanté poco a poco de la cama; mis rodillas temblaron y me caí al suelo. ¿Por qué me dolía todo el cuerpo? ¿Por qué me sentía tan cansada? Si había estado durmiendo, debería estar llena de energía.

—¡Ah! —una corriente de dolor recorrió desde los pies a la cabeza.

Unas voces que se escuchaban lejanas se quedaron en silencio. Unos pasos se aproximaban adonde me encontraba. Si se trataba de algún miembro de La Gente de la Sombra estaría acabada, no habría manera de defenderme en este estado. Me agarré a una de las patas de la cama para mantener el equilibrio y poderme poner de pie.

Reconocí los pasos de dos personas corriendo aquí. Traté de hacer el mínimo ruido para intentar pasar desapercibida.

—¡Lea! Te has despertado —Ángel me dio un abrazo. Su ojo marrón y verde brillaban con intensidad—. Lo siento mucho. Espero que puedas perdonarme —unas lágrimas cayeron de su rostro.

—Claro —le lancé una sonrisa débil—. Me estás haciendo daño —le avisé con esfuerzos.

—Perdona —se retiró—. No volveré a perderte, te lo prometo —me sonrió sin dejar de llorar.

Levanté la vista y me di cuenta de que Christopher nos observaba desde la puerta de la habitación en silencio y con interés. Tenía los ojos vacíos como siempre, pero por una vez, me pareció apreciar una ligera alegría en ellos.

—Buenos días, Lea —hizo una reverencia sonriente.

—Buenos días, Christopher —me reí un poco pese al dolor.

—¿Cómo estás? —se acercó y se agachó a mi altura.

—He estado mejor —simulé una sonrisa—. ¿Cómo conseguiste atravesar el agujero? ¿Cómo encontrasteis el sitio? ¿Cómo he llegado aquí? —con esfuerzo conseguí tocarme la frente.

El calor del sol bañaba la habitación casi desierta, a excepción de la cama, la mesa auxiliar que le acompañaba una lámpara antigua y nuestra presencia. El viento calmaba mi alma y mi piel; los cabellos de Christopher se despeinaban por su culpa.

—Saltando entre el poco suelo que había —se río a carcajadas—. Luego, me encontré a Christopher —le señalé.

—Si. Tenía un bonito corte en la frente —Christopher representó la herida—. Lo encontré en el bosque, cerca del agujero de donde salió él y antes el hombre y la mujer de La Gente de la Sombra que te llevaban —se encogió de hombros.

—Recuerdo que el hombre de fuertes brazos me cogió a la fuerza y me arrastró al agujero.

—Ese mismo —chasqueó los dedos.

Los ojos de Lea #PGP2023✅Where stories live. Discover now