34.Sin distancias

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Año 2018. Ahora.

Lea.

Escuché un grito.

Se me ocurrió que Brian o Ángel necesitarían ayuda, pero no recordaba que ninguno de los dos tuviera un objeto así y llegué a la conclusión que los fantasmas de un color más apagado —el mismo grupo al que pertenecía Christopher— estarían intentando que me desviara del camino o haciendo una de las suyas. Además, con la poca luz que me daba la vela, no podría ver mucho más allá. Sentí una punzada de dolor ante la sospecha de huir de un grito de auxilio; Ángel me había enseñado que había veces que las cosas no eran lo que parecían ser.

Subí las escaleras con la esperanza de que, con cada paso que daba, me acercara más a mi mejor amigo y a mí guardián espiritual. Hacía ya rato que nos separamos, y la incertidumbre por no saber que había sido de ellos, aumentaba con cada segundo que pasaba.

Me preocupaba en especial Brian, entre que había descubierto lo qué era y la nota que le dejó su madre, después de tanto buscar, un remolino de emociones estaría surgiendo en su interior; además de que al ser un Nuvima, no podría defenderse si La Gente de la Sombra aparecía allá donde iba. Aunque nos lo habíamos contado casi todo, siempre temí el día en que tuviera que confesar mis poderes y lo perdiera por no haberle compartido el secreto.

Igual que me pasó cuando esos terrores nocturnos que mantenía dormidos, salieron a la superficie después de que Nana me inyectara el líquido. Durante el tiempo que estuve inconsciente, diferentes representaciones con forma de personas conocidas arremolinaron mi mente, al fin y al cabo, me querían mostrar lo mismo. Ahí, me di cuenta de que uno de ellos era que pudiera pasarle algo a Ángel; había tenido miedo a los fantasmas, pero había algo en su energía que me había hecho confiar en él desde el primer momento.

Se oyeron unas risas.

La vela se movió por el brusco movimiento de una sombra. Pude escuchar el ruido que hizo cuando se acercó de mí y pasó de largo. Al estar todo casi oscuro, no pude saber si se trataba de un fantasma de aura negro claro como Christopher, o uno más vivo de un miembro de La Gente de la Sombra. Si era este último, tendríamos un problema.

Pude sentir la violencia del viento frío empujándome hacia delante. La vela se tambaleaba algunos ratos, pero lograba recomponerse. Mis cabellos se desperdigaban por distintas direcciones y me creaban algunos nudos.

Se oyeron algunas risas.

Llegué al piso superior. Delante de mí, había un pasillo amplio con estanterías a los lados y retratos. Estos, sonreían apretando los dientes mirándome fijamente. Las dos manos agarraban el retrato como si se fuera a salir de él en cualquier momento. Notaba en la nuca la sensación que varios ojos observaban todos mis movimientos. Los cuadros cogieron un aspecto más maquiavélico y viviente.

Al fondo, había una ventana que se esforzaba por retener, en vano, al aire que quería entrar sin ninguna clase de piedad; podía sentir su fuerza en mi pelo y cara. Las cortinas volaban con violencia. A lado de ella, había un reloj antiguo que marcaba su tic tac ansioso de algo a mi parecer; faltaban apenas 5 minutos para que fueran en punto.

Me preguntaba donde estarían Brian y Ángel. Esperaba que estuvieran bien. ¿Qué grande era esta casa para que no nos encontrásemos? Ángel nos había comentado que había vivido aquí, pero ¿Qué clase de persona escogería una casa como esta para hacerlo? Me acordé de las noticias que encontramos en La sala de archivos. ¿Qué relación tendrían los accidentes, con la madre de Brian y La Gente de la Sombra?

Se oyeron más risas.

Oí un grito proveniente de la puerta. Alguien había adentro y parecía estar en peligro. Tendría que ir con cuidado por cualquier cosa que pudiera aparecer. Me encaminé hacía el ruido que provenía al final del pasillo; la puerta era de un color oscuro y un poco podrido junto a dos retratos que se encontraba igual que los que acababa de ver. Unos pasos se aproximaron hacia mí. Detecté un olor putrefacto y un cosquilleo me erizó la piel, pero no vi a nadie.

Abrí la puerta.

Al entrar, me encontré con una sala extraña. Lo único que pude observar era una especie de pizarra y unas muñecas al fondo, cerca de la ventana. Parecían salir de las mismas películas de terror, me transportaron a las pesadillas que tenía de niña; en cualquier momento, se lanzarían sobre mí.

De repente, escuché que alguien cerraba la puerta.

—¿Lea?

Reconocería esa voz sin dudarlo.

Los ojos de Lea #PGP2023✅Where stories live. Discover now