32. La amiga invisible

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Año 2018. Ahora.

Brian.

Oí un grito. Lea o Ángel necesitaban ayuda, pero no podía hacer nada si era un Nuvima. Sería como luchar contra el aire.

Nadie fue a venir a mi auxilio. Mi cuerpo se iba volviendo cada vez más pesado, me costaba respirar; si continuaba así, acabaría inconsciente, o peor aún, muerto.

Intenté agarrarme a cualquier cosa del suelo para tratar de arrastrarme y liberarme de la cantidad de miembros que habría encima de mí. En el bosque, me hablaron de unos cuántos, así que supuse que deberían ir en grupo. Además, ser un Nuvima me daba desventaja comparándome con Lea, así que no podía enfrentarme a La Gente de la Sombra; eso me hacía sentir inútil.

Cuando Ángel me dio la mano en el bosque, después de atravesar el portal que Lea había creado y mostrarme sus poderes, no pude contener mi emoción. Siempre había creído que debía haber algo más allá de la muerte, algún sitio donde fuera las personas que morían y que, de alguna manera, seguían entre nosotros, más aún después de la muerte de mi padre; me ayudaba a que me doliera menos y pudiera convivir con su pérdida.

De repente, el peso desapareció y estaba libre. Mi corazón pudo volver a la normalidad, poco a poco, ralentizando las pulsaciones que se había acelerado por la falta de aire. Hacía un momento estaba atrapado por La Gente de la Sombra sin poder moverme apenas, y en cuestión de segundos, podía levantarme sin ningún problema. ¿Quién me había ayudado?

Miré alrededor. Era un gran pasillo ancho con un montón de estanterías, retratos y cosas viejas. Tan solo había una gran ventana en el fondo de éste; de la fuerza del viento, se había abierto de par en par. Las cortinas volaban sin límites. Daba la sensación que el viento quería arrasar con todo lo que tenía. Aparte de eso, apenas podía ver nada más.

Me fije en que, en el suelo, había una nota junto a un cabello rubio. Esta decía: "Aunque no puedas verme, yo puedo. Espero haberte ayudado. Tu amiga, Elisabeth.". ¿Elisabeth? ¿Quién era Elisabeth?

Caminé explorando el lugar. Había un gran reloj de péndulo en el fondo que sobresalía junto con la ventana con su tic tac, su movimiento me hacía entrar en un estado de serenidad y era hipnótico; le faltaban pocos minutos para en punto.

La vela había quedado en el suelo, pero seguía una pequeña llama en su interior. Suponía que esa tal Elisabeth me la debió de encender. Acerqué la vela al mechón para saber que era rubia y tenía el pelo rizado; el final del trozo de cabello tenía la misma forma que una cascada.

Un escalofrío me recorrió la espalda. Me sentía como una presa acorralada por sus cazadores que se mantenían ocultos entre las sombras, esperando el mejor momento para atacar.

Desde que mi madre se fue tras la muerte de mi padre, me había preguntado qué era lo que le había impulsado a perseguir fantasmas y alejarse de mí cuando más lo necesitaba. Justo cuando teníamos que fortalecer el vínculo como familia y que fuera más fácil superar el hueco que dejó mi padre.

Desde que le conté a Lea lo de mi padre y mi madre, no hubo día en que no dejáramos de buscar alguna pista que pudiera darme respuestas sobre su desaparición; miramos por todas partes y no encontramos nada. Ahora, el papel que seguía guardado en mi bolsillo, junto con la nota de Elisabeth, me consolaba y me ayudaba a sentirla más cerca de mí.

Ángel comentó que tenía dos sitios en mente donde podría haber ido mi madre, uno más peligroso que el otro. De meterse en un lugar oscuro, tal y como decía la nota y lo que entendíamos, debería haber venido aquí.

Me dirigí a la única puerta que podía ver. A los lados, le acompañaban unos retratos que sonreían con maldad y apretaban los dientes. ¿Era sensación mía o cada vez tenían peor aspecto? Sus figuras eran intimidantes; sus ojos seguían cada uno de mis movimientos.

Esa extraña puerta podrida me llamaba la atención. De repente, un ruido se escuchó proveniente del interior. Me entró el miedo, pero también la curiosidad. Tenía que entrar, si o si, si quería averiguar qué era. Tampoco tenía otra opción.

Abrí la puerta.

Una vez dentro, se cerró poco a poco sin que me diera cuenta hasta que se oyó un gruñido final.

Pero, ¿Qué? me quedé paralizado.

Los ojos de Lea #PGP2023✅Where stories live. Discover now