36.La cuenta atrás

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Año 2018. Ahora.

Ángel.

Nadie se acercó a echarme una mano. No sabría decir si fueron segundos o minutos, pero al final pude alejar aquella sombra y empezar a subir las escaleras.

Con la oscuridad acechándome, desconocí quién me había agarrado de los tobillos. Esa clase de cosas no solían hacerlo muchos tipos de fantasmas, por tanto, descartaba a la mayoría de ellos; tan solo me quedaban entre los de aura negro claro y apagado, puesto que con la poca luz que había, les sería fácil camuflarse y confundirlos.

Durante unos instantes, mi corazón palpitó tan deprisa que temí de que pudiera haber llegado a hiperventilar. Aunque conocía mejor a los fantasmas que hacía años atrás y a La Gente de la Sombra, aún había cosas que no sabía y que me hacían estar alerta.

Continué subiendo las escaleras con algo de esfuerzo por la caída que había tenido con la sombra. No había bajado la guardia y me habían sorprendido de nuevo, como cuando secuestraron a Lea y Christopher y yo nos infiltramos en la fábrica y trazamos un plan para sacarla de ahí. Incluso así, no salió como pensábamos y huimos, gracias a Elisabeth, de la cosa en la que se había transformado Akil.

Años después de silencio de La Gente de la Sombra, nos encontraron de nuevo cerca de la cabaña, esta vez fue Christopher quien nos cubrió las espaldas y pudimos regresar a casa usando el portal que creó Lea. Christopher me comentó que no podía controlar todo, pero como fantasma de mi color, debía protegerla a toda costa, y, desde entonces, juré que lo haría.

Una sombra me rozó el cabello y un soplido de aire me hizo dar dos pasos para atrás. Me agarré del pasamanos para no caerme. La vela se tambaleó sin llegar a apagarse. El frío me acariciaba la piel del rostro y el cuello. Sirviéndome de él, pude llegar al piso superior.

Oí unos pasos junto con una puerta que se abrió y cerró. Se escucharon unas voces que provenían del otro lado de esa puerta.

Miré alrededor. Era un gran pasillo largo y oscuro. Había estanterías a ambos lados. Una gran ventana hacía su presencia en el fondo; estaba totalmente abierta y las cortinas se movían con una violencia que dejaba entrar al viento sin ningún temor. Al lado, había un reloj antiguo que hacía su tic tac; el sonido era siniestro. Faltaban 2 minutos para en punto.

Escuché unas risas.

Había algo en el ambiente que no me gustaba. Sentía que se acercaba algo. ¿Qué podría ser? Alguien me observaba desde las sombras y la oscuridad le servía para camuflarse.

Los retratos que quedaban colgados de la pared del pasillo transmitían miedo. Me miraban con los ojos bien abiertos y su sonrisa no indicaba buenas intenciones. En todo este tiempo, habían ido cambiando su expresión de cara y brazos. Antes, un brazo me señalaba y el otro se apoyaba. Esta vez, cada brazo hacía fuerza como si quisiera liberarse de ahí y salir. ¿Los cuadros tenían vida? ¿Era eso lo que me hacía sentirme observado?

Noté que alguien me tocaba la cara, pero no había nadie. Algo o alguien estaba a mi lado y no lo podía ver.

No recordaba que hubiera tantos cuadros cuando vivía aquí. Me preguntaba qué habría sido de mis padres. El aspecto de la casa indicaba que había habido algunos cambios y que estaba deshabitado hacía algún tiempo.

Las voces se escuchaban como murmullos tras la única puerta que existía en este piso. No me quedaba otro lugar al que investigar y esa puerta era el único camino que podía seguir.

Esperaba poder encontrarme pronto con Brian y Lea. Habíamos prometido no separarnos todos, pero lo incumplimos si queríamos explorar toda la casa. De haber ido juntos, habríamos tardado tanto que hubiéramos dado ventaja a La Gente de la Sombra.

—No lo entiendo —oí que decía una voz femenina. Provenía del otro lado de la puerta.

Me acerqué a ella. Puse la oreja en ella para entender mejor la conversación. En una de las manos mantuve la llama de la vela que me había guiado en la oscuridad.

—Me encontré esta nota, ¿Quién es Elisabeth? era una voz masculina. Se le notaba preocupado.

La puerta al estar un poco podrida, cedió. Tuve que jugar con el equilibrio para no caerme. Me recompuse y me quité el polvo que había como pude. Después, me di cuenta de que la vela se había apagado con el rugido del viento que había habido mientras me esforcé para no acabar en el suelo. Delante de mí, estaban Lea y Brian; me miraron con una mezcla de curiosidad y alegría.

—¿Qué es esto? —pregunté al observar la pizarra.

Los ojos de Lea #PGP2023✅Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum