17. Dulce hogar

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Año 2018. Ahora.

—Es aquí —indicó Ángel abriendo la puerta.

—Buah, ¡chaval, está todo oscuro! —Brian entró corriendo.

—Da mala espina —advertí abrazándome los brazos.

Ángel fue el último en entrar.

La puerta se cerró sola tras un fuerte quejido. El ruido nos sobresaltó a Ángel y a mí. Brian apenas se inmutó, no paraba de ir a tocar todo.

Esperaba que esta pequeña cabaña nos ayudara a pensar y analizar la nota que Brian había encontrado detrás de una foto de sus padres. ¿Por qué alguien iba a ponerlo ahí? ¿Por qué taparlo en una caja que pone peligro? ¿Y por qué lo iban a esconder debajo de una alfombra? Suponía que quién quiera que fuese quería que no lo encontráramos u ocultarlo de alguien. Dentro de la caja, solo había fotos familiares. No había nada extraño. No entendía porque La Gente de la Sombra tenía tanto interés en una simple nota. Lo único que tenía claro era que debíamos encontrar a la madre de Brian antes que ellos.

Se encendió la luz.

Las lámparas iluminaban la casa por zonas, aunque había rincones que permanecían a oscuras; tenían un aspecto antiguo como del siglo XVIII. Los muebles estaban en buen estado. Delante nuestro, había una pequeña sala que debía ser la de estar; esta solo tenía una mesa de picnic y al lado una ventana que daba al exterior. Un poco más allá, quedaba un pasillo oscuro que conducía a diferentes habitaciones.

La falta de cortina en la ventana hacía que se pudiera apreciar el cielo nocturno repleto de estrellas que brillaban con luz propia. La luna que quedaba repleta por la formación de nubes, tan solo se podía ver su silueta. Se escuchaba el viento venir hacia nosotros, moviendo a su paso todos los árboles desnudos que encontraba.

Algunos cuadros colgaban de las paredes. Uno de ellos me llamó la atención, se veía a una chica rubia de ojos azules sonriente con un hombre de mediana edad que debía ser su padre delante de la cabaña. Los dos compartían un pez de gran tamaño.

—¿Quién es? —pregunté señalando el cuadro de la familia.

Brian dejó de tocar todo lo que había en su campo de visión para centrarse en la conversación. Ángel que estaba comprobando por la ventana que nadie nos seguía, se giró para saber a qué me refería.

—¡Oh! Es una amiga. Vivía aquí —sonrió acercándose al cuadro—. Con la que tenía las reuniones para que me diera noticias de La Gente de la Sombra, ¿recuerdas? —me miró de reojo.

—Si. Me acuerdo —asentí poco a poco—. Nunca me hablaste de cómo era —junté las cejas.

—Bueno, estaban al acecho. Había cosas más importantes de las que preocuparse —se rascó el cuello—. Quería contártelo, pero no tuvimos tiempo —suspiró.

Nos quedamos contemplando el cuadro.

—Espera, ¿vivía? —Brian se aproximó a Ángel. Este quedaba a mi lado.

—Si. Murió hace años.

—¿Es un...? —lo agarró por los hombros y se le puso casi en la cara.

—Un fantasma. No es como yo —lo separó unos centímetros.

—¿Qué quieres decir? —pregunté girándome hacia él.

—Es de otro color —miró el cuadro una última vez.

Oímos un movimiento cerca de nosotros. Algo se deslizó por el suelo y se ocultó entre las sombras de los árboles. Ángel y yo nos quedamos en silencio.

Los ojos de Lea #PGP2023✅Where stories live. Discover now