31. Dolor

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Año 2018. Ahora.

Ángel.

El soplo de la vela hizo titubear su aguante, y, por un momento, pensé que tendría que caminar a ciegas. Una corriente fría venía desde algún lugar más allá de donde me encontraba.

Un pequeño trozo de pared sobresalió, y al apretarlo, se giró hasta dejándome a solas con murmullos que se escuchaban sin saber si provenían de mi mente o se trataba de la realidad.

Me acordé de que Christopher me ayudó a dar con Lea en La Fábrica y a escapar de ahí y de Akil. Aún, después de tantos años me costaba creer que un niño pudiera convertirse en eso. Christopher nos había echado una mano más veces de las que quería reconocer; nos cubrió las espaldas para que pudiéramos huir a casa, noté como una parte de mi corazón se desgarraba por dejarlo atrás. Por suerte, supe después de que no le había pasado nada malo.

Antes de regresar a casa, tuve tiempo para entrenar lo suficiente a Lea con sus poderes y pudiera recuperarse poco a poco. Me dolía haberla visto en ese estado y escuchar salir de su boca esos gritos aterradores cuando estaba sentada en la silla junto con algunos miembros de La Gente de la Sombra. Desde el día en que se la llevaron, me prometí que no dejaría que le hicieran daño. Además, como su guardián espiritual, era mi deber.

Oí unas risas.

Durante un segundo, una sombra se deslizó cerca de la vela haciendo que casi se me cayera de las manos; pude agarrarla en el último momento. Algo en su extraña sonrisa me provocó escalofríos antes de perderla en la oscuridad. Por tanto, descartaba que se tratara de un fantasma como Elisabeth.

—¿Quién anda ahí? —pregunté enfocando la vela a mi alrededor.

Las risas se volvieron más fuertes. Algo se movió, pero rodeado de sombras al acecho, me era imposible saber que había sido. El viento se levantó y despeinó mi cabello; susurraba promesas con llevarme a un lugar del que no volvería jamás.

Empecé a caminar por el pequeño halo de luz que desprendía de ella y me ayudaba a alejarme de la oscuridad. La vela se esforzaba por seguir transmitiendo su calor.

Había retratos por toda la casa por lo que había visto hasta ahora, y este pasillo, no era una excepción. La sonrisa se les ensanchaba más que antes y me observaban con ese extraño brillo en los ojos. Lo brazos estaban diferentes; en vez de estar sobre el regazo, había un brazo que me señalaba mientras con que el otro me saludaba. También, los platos con fotos de algunas personas colgadas en la pared me provocaban inquietud. Decidí que lo mejor era restarle importancia y no fijarme en ellos.

Cuando vivía en casa con mis padres, siempre había contado las mismas habitaciones. En ningún momento, sospeché que podría tener salas ocultas y pasadizos secretos. El hombre que nos la vendió y se le notaba por la expresión en la cara que tenía ganas de irse de allí, no había comentado este pequeño detalle; no podía evitar preguntarme por qué.

Esperaba que Lea y Brian estuvieran bien. Brian me preocupaba, si La Gente de la Sombra aparecía por la zona donde se encontraba, no podría defenderse por su condición de Nuvima. Debíamos juntarnos de nuevo lo más pronto posible.

No lograba enlazar que tenía que ver esos accidentes de personas que se quitaban la vida con la madre de Brian y la organización. Recordaba que cuando Christopher y yo estábamos escondidos dentro de la fábrica, oímos una conversación entre dos miembros que decían que analizaban alguna cosa a partir del líquido que le había inyectado Nana; nunca llegamos a saber qué era lo que querían descubrir.

Enseguida, llegué al final de aquel pasillo estrecho y temeroso. No había nada más que no fuese una escalera. Un banco quedaba justo al lado de las escaleras que llevaban a un piso superior. Detrás, una cortina se movía al son del viento formando olas, dejando entrar el frío del exterior.

Me encontré en un banco a una chica sentada con la cabeza bajada con el aura negro claro. Su cabello liso caía por delante de su cabeza y las manos agarraban con fuerza el borde de madera. Vestía un sencillo mono de flores y unos zapatos azules; no sabría decir si era por el color de su aura, pero los colores vividos de su ropa se oscurecían.

—¿Hola? ¿Estás bien? —me acerqué poco a poco. La chica levantó con fuerza.

En ese momento, los platos con las caras de personas desconocidas se cayeron al suelo haciendo que se rompieran en pequeños trozos desperdigados por el pasillo. La vela tembló ante el ruido y recuperó su llama habitual. Mis ojos se agrandaron y mis cejas se alzaron.

—¡Qué quieres! —gritó la chica mirándome con odio. Me sobresalté. Estaba justo en mi cara. Sus ojos me petrificaron.

La chica tenía el aura negro claro igual que Christopher. Su sorprendente rapidez en desaparecer y aparecer en una zona cerca donde antes había estado también era similar. Debía tratarse del mismo tipo de fantasma que él. En un principio, había desconfiado de sus palabras cuando me contó sobre el hombre y la mujer que se llevaron a Lea a La Fábrica; se había convertido en un hermano para mí y confidente.

—Eres uno de Los Olvidados —señalé su aura negro claro—. Voy a ayudarte —sonreí.

—¿Ayudarme? —se río—. ¡No necesito tu ayuda! —estiró los brazos para bajo y cerró los puños mientras apretaba los dientes. Las personas como tu solo sabéis hacer daño —continuó señalándome en el pecho—. ¡Ahórrate las palabras! —acabó negando con los brazos.

No me acordaba que los fantasmas como Christopher eran más fáciles de acabar cayendo en las garras de La Gente de la Sombra con el paso del tiempo. Por eso, me sorprendió cuando me confesó que Lea le generaba interés y curiosidad.

—Es...empecé a decir, pero algo me llamó la atención.

Una sombra cruzó entre la chica de aura negro claro y la vela. Algo se extendió como una masa negra y se volvió cada vez más alta hasta que adquirió la figura de un chico. Llevaba un gorro marrón oscuro, una sudadera azul marino que hacía juego con sus pantalones, pero las bambas destacaban por ser anaranjadas. ¿Era quién me había estado observando? Sin duda, era uno de La Gente de la Sombra de bajo nivel.

—Estás hablando con alguien de los míos —se miró las uñas y bostezó.

—¿Disculpa? —fruncí la ceja.

—Estás perdiendo el tiempo —se limó las uñas con los otros dedos—. No quiere tu ayuda, ¿Aún no lo has entendido? —levantó una ceja—. Qué lástima me dais —se llevó la mano en la frente.

Acto seguido, los dos desaparecieron, sin más, dejándome a solas en esta extraña sala. Solo había unas escaleras; el único sitio que me quedaba por mirar era el piso superior.

Debía darme prisa en encontrarme con Brian y Lea y avisarles que no estábamos tan solos como creíamos. Esperaba que hubieran tenido más suerte que yo.

Noté que alguien me observaba desde las sombras. Algo me agarró de los tobillos, y, pese a que tenía aspecto tranquilo, mi corazón palpitó más deprisa y mi rostro palideció.

Los ojos de Lea #PGP2023✅حيث تعيش القصص. اكتشف الآن