38. No hay tiempo

257 28 0
                                    

Año 2018. Ahora.

—¿Samantha? —alcé las cejas—. Pero cómo... —me cortaron a mitad de la frase.

—¿Mamá? —preguntó la voz temblorosa de Brian.

Nos abrazó a Brian y a mí.

—Hola...—Ángel la envolvió con un brazo.

—Me alegro de verte de nuevo, Ángel —sonrió. Ángel le devolvió el gesto.

—Espera, ¿Puedes ver a Ángel? —los señalé a los dos.

—Claro. Siempre que te vi entrar en clase, podía verte con él sonrío con ternura. Aunque tu no hablabas para que los demás no pensaran que estabas loca —entrecerró un poco los ojos. Dio en el blanco.

En las clases de bachillerato, y bueno, en todos los estudios creía que nadie sabía mis verdaderas intenciones y el porqué de mis acciones. Samantha, sin apenas conocerme, había leído mi alma.

—¿Por qué no te quedaste? Te necesitaba —los ojos de Brian se humedecieron.

—Lo sé y lo siento. Me surgió un imprevisto. Se supone que debía de llevarme poco tiempo.

—¿Qué sería más urgente que estar con tu hijo? —soltó Brian con las mejillas enrojecidas.

Ángel y yo nos quedamos a unos pasos atrás para contemplar la escena. Hacía tiempo que Brian se había estado preguntando tantas cosas de la desaparición, que ahora, junto con la información acerca de lo que era, la nota que había encontrado en su caso, y el hecho que su madre saludó como si se hubiera ido a hacer un recado, lo había hecho estallar. Su alma se estaría desgarrando por dentro.

—Sé que tienes motivo para enfadarte y no perdonarme y no pido que lo hagas, pero fue por una buena razón —se acercó poco a él con las manos en el pecho—. También me dolió la pérdida de tu padre. Ahora estamos juntos —Samantha lo abrazó.

—Me he sentido solo, aun estando con Lea —confesó Brian entre sollozos—. No sé si podré perdonarte —suspiró.

La cara de Samantha era todo un cuadro. Una mezcla de tristeza y dolor cruzó por su rostro al escuchar sus palabras y la vista se le nublaba. Habría pensado que sería coser y cantar; Brian había pasado solo con el pesar de su sufrimiento sobre sus hombros durante demasiado tiempo y tuvo que levantar el negocio de su padre desde cero.

—Lo entiendo

Olvidé que tenía en una mano las fotos de las noticias sobre nuevos accidentes, hasta que Samantha miró algo con curiosidad hacia la dirección en la que Ángel y yo nos encontrábamos.

Se escuchaba el sonido del viento soplar con más fuerza por momentos. Un pequeño rayo de luz de luna plateada iluminaba la sala, las nubes oscuras quedaban cubiertas junto con el mar de estrellas.

—¡Oh! Veo que habéis encontrado más —sonrió extendiendo su mano para que se las diera. Me quedé bloqueada. ¡Genial! no le costó cogerlas. Veamos... movió la boca para un lado al ir viendo las noticias una por una.

Samantha se dirigió a la pizarra con pasos firmes y despreocupados. Tras inspeccionar algunas de las noticias y hacer espacio, colgó con chinchetas magnéticas las que había tenido en la mano y las interrelacionó con las demás dibujando flechas. Murmuraba cosas para sí misma como si no estuviéramos ahí.

No me creía que hubiera aparecido, así como así. Después de años de búsqueda de algún indicio que pudiera indicarnos a Brian y a mí donde podría haber ido su madre, llegamos a rendirnos. Y tiempo más tarde, Brian me llamó la misma noche en la que esa sombra se llevó consigo a la pareja haciendo que tuvieran un accidente de coche.

Cuando descubrimos la nota y La Gente de la Sombra nos tendió una emboscada, Denise me dio la orden de que se la diera. Conseguimos escapar de ellos a través del portal que creé, me preguntaba si era en sí el escrito o la persona que lo había hecho lo que querían tener.

En la cabaña, al descifrar el mensaje, Ángel dudó a cuál de los dos lugares podría haber pasado, y me alegraba que, con el comentario de Brian, nos hubiera ayudado a encontrarla.

Escuché las voces de unas risas ocultas en algún rincón que mi vista no alcanzaba a ver. Unos pasos se volvían cada vez más fuertes. El frío del exterior se filtró por la ventana y me erizó la piel.

—¿Habéis oído algo? —me acaricié los brazos.

—No —Ángel levantó una ceja.

—¿Qué iba a oír? —me sonrió Brian—. ¿Estás bien? —me colocó una mano en el hombro.

—Si...

Miré los retratos. Estos tenían la sonrisa aún más siniestra si podía caber. Los ojos estaban entrecerrados. Tenía el presentimiento que cada uno de ellos, observaba cada uno de los movimientos de alguno de nosotros. Los brazos y la cabeza se salían del retrato. Parecía que estaban listos para atacar en cualquier momento.

—¿Lo de la pizarra lo has hecho tú? —pregunté asombrada.

—Si. Todo este tiempo, he estado investigando sobre todos los extraños accidentes que han estado ocurriendo en diferentes ciudades y países, sin lugar a dudas, están relacionados con La Gente de la Sombra nos quedamos observando la pizarra todos. Tenía una mano en la barbilla mientras lo analizaba.

—¿Qué es lo que buscan? ¿Qué es lo que quieren? preguntó Ángel intrigado.

Samantha se quedó pensativa unos instantes.

Escuché más risas. Me pareció ver por el rabillo del ojo una sombra. Noté que alguien me tocaba la espalda. Se me erizó la piel; los demás intentaron quitarse el frío acariciándose los brazos.

—Hace años que están haciendo que la gente se suicide. Averigüé por trozos de prensa que la gran mayoría de estas personas no tenían problemas que pudieran conducirles a acabar con su vida —suspiró—. Los quieren para algo. Habrá que averiguar qué es observó la pizarra.

Me acordé de la noche en la que mi madre tenía una cita, y, aprovechándose del fallo de la luz o provocándola, Mario me cogió por la espalda y con Denise enfrente, me llevaron al agujero negro donde acabé inconsciente y me desperté atada a una silla en medio de una habitación con Denise, Mario, Akil y Nana. Después, en la cabaña, Ángel me explicó que estaban investigando algo de los Psires a partir de un análisis que me habían hecho. ¿Estarían haciendo una cosa parecida con las personas?

El reloj antiguo del pasillo con su Tic Tac marcaba las 12; el sonido retumbó por toda la casa. El suelo tembló durante unos segundos.

—No hay tiempo...—susurró Samantha para que nadie más aparte de nosotros la oyera.

—¿Qué? —empecé a decir, pero me cortó.

—Shh. Silencio... —nos pidió con un dedo en la boca.

Tenía miedo. No sabía que quería decir con que no había tiempo. ¿Qué significaba eso? ¿Qué estaba pasando?

Se escucharon unos pasos pararse en la puerta; la misma en que al otro lado nos encontrábamos nosotros. Vi que algo se movía a nuestro alrededor.

Los retratos intentaban alcanzarnos. Los brazos habían salido del marco, igual que en la parte superior. Las miradas estaban llenas de odio y venganza.

Se oyeron unas risas cerca de nosotros. Miembros de La Gente de la Sombra habían salido de los cuadros; algunos se situaban a nuestras espaldas. Tenía pinta de ser una emboscada.

En ese momento, la puerta se abrió.

Aparecieron tres miembros más. Dos de ellos me sonaban de haberlos visto años atrás cuando me secuestraron, Denise y Mario; este último iba con traje al igual que su compañera ahora.

Ángel y yo cruzamos una mirada. No había ni rastro de Akil ni de Nana recolocándose las gafas o pidiendo que Denise le diera su sombrero. En su lugar, en el medio, había un hombre de mediana edad con ropa vistosa y corbata, sombrero, piercings en las orejas y con una gran cicatriz en la cara. Me resultaba familiar.

—Brian, tú...

—¿Papá? —juntó las cejas al averiguar lo que pretendía decirle.

FINAL DEL PRIMER LIBRO

Los ojos de Lea #PGP2023✅Where stories live. Discover now