Capítulo 7

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Gustosamente se sentía mejor de ánimo y físicamente.  Por el momento Nick revisaba los mensajes del grupo de Whatsapp y se encargó de leer los tres mil quinientos.
¿De que conversaban?  Cómo cualquier personas, ello saltaban temas y casi nunca concluían con uno, tranquilamente podían hablar del asado del domingo y al instante salían con el escándalo de una cantante.
Aunque su lugar en aquel chat era no contestar y fingir desinterés cuando le preguntaban su opinión.
En la pantalla aparecieron imágenes, las cuales descargo y termino abriendo.
¡No podía ser!
Sus estúpidos amigos se burlaban del suceso en el teatro. Soltó el móvil y observo las agujas del reloj solicitando su ayuda, ellas les respondían en un movimiento lento y aburrido, acompañado del suave sonido del tic-tac.
En el momento meno pensado la televisión de veintinueve pulgadas provocaba que su concentración se desvie, el siseo de los canales cambiándose por el deteriorado control remoto. Finalmente se quedo fijo en la programación de las novelas turcas por la tarde, las que su hermana se desconectaba por horas. Se levantó del pequeño sofá manchando de tempera, pasando por  enfrente, recibiendo un gruñido de la rubia.
Dirigiéndose al baño, escucho que en el interior, el agua chocar contra la cerámica. Y puede sonar muy disparate, pero Nick creía al cien por ciento que tenía un poder, aunque en realidad se trataba de un accidente que tuvo de niño proporcionándole tener mas frecuencia en un oído que en el otro.
Casi discutiendose así mismo, decidió optar por la decisión más simple. Esperar. Los segundos parecieron siglos, tomo el picaporte y lo bajo. Con una mano en la puerta fue abriendola lentamente.

La imagen que describiré a continuación no es apta para personas sensibles.

Una máquina pasaba en la asperosa pierna sacando el espumante jabón, y no solo se apreciaba eso sino que aquel rostro llevaba una máscara verde que promocionaban en las revistas ofreciendo curativas soluciones.
Lo que no supo el joven de corto flequillo, si acaso su presencia podría malprentarse, las mejillas le ardían y trato de hallarle una posible solución. Se encontraba blanco de ideas.

—Yo... uh—fue saliendo babuseo, su lengua se enredaba entre sus dientes torpemente.

La mujer desde la bañera agarro una toalla, la mascarilla se convierto en líneas dejando ver un poco expuesta la piel. El grito que no fue, eso sucedió.

—Mire, yo recién entraba... yo no vi nada... Pensé que había un ladrón y usted sabe como funciona esto.

—¡Vete! ¡Desubicado!

Nick se dio vuelta,  y corrió de nuevo hacia el sofá.  Mágicamente sus ganas de orinar se esfumaron como seguir adentro de esta casa. Se tapó los oídos cuando los primeros gritos llegaron a reemplazar el audio del televisor.
Catalina decidió subir más el volumen, ella no molestaba a nadie ¿Por qué justo ahora le hinchaban los ovarios?
Los personajes principales estaban teniendo una discusión por algo que no pudo deducir por culpa de todo el alboroto.
Gruño por abajo, apoyo sus pies al suelo y se inclinó para pararse, avanzó sin ponerle ninguna pizca de humor a su expresión. Ya estando en frente de la puerta tocó reiteradas veces.

—Señora Montañez ¿Se encuentra bien?

—¡No me llames señora! ¡No soy vieja! —grite la anciana.

El más chico de los Hernandez trataba de calmar su temblor de las manos. Exagerada demasiado o sea ¿Quién no ve a su vecina de a lado bañándose? Ocurre todos los días ¿no?
Recordó extrañamente como su madre calmaba su llanto cuando llegaba de la escuela. Sus lágrimas caían por un buen motivo, sus amigos lo eligieron como mejor compañeros y eso a él lo emocionaba. Una hoja con letras doradas que tenía un valor indiscutible para un niño de seis años.
Saco su celular que era aplastado por el cojin, paso cada uno de los chat hasta llegar al del joven de rulos y escribir en la barra blanca al inferior de la pantalla. Espero cinco segundos para que las llamadas palomitas celeste se hicieran presentes.
...
—Me alegro, al fin va a ver un poco de Nick en el departamento porque... —se limpió una lagrima falsa —, te comenzaba a extrañar.

Nicolas rodeó los ojos y lo golpeo en el hombro. Dejo caer la mochila en la mesa.

—Deja ya tus mariconadas y preparame comida.

Ricardo se cruzó de brazos, su pantuflas azotaban las baldosas produciendo que la postura erguida y sus peculiares cejas resalten su rostro de ironía.  Un bien dote de este pequeño compañero era el mágico sabor que le colocaba a los alimento volviéndolas como un manjar para cualquier ser viviente consiente de sus sentidos. El secreto era... nunca lo iba revelar, era suyo y de nadie más.  O más bien familiar para los Martins, todo se trataba de eso.

—¡Dale no seas forro che! —insistió el hombre de espalda ancha.

—Acaso me ves cara de imbecil, Nicolas,  se muy bien que vos comiste en la casa de Catalina —termino de hablar, para recuperar su aliento ya que la velocidad que empleo fue veloz como Bolt —.  Te recuerdo que íbamos a empezar a bajar esos rollos que tienes —por último de guineo el ojo.

Nick lo observo impresionado, casi nunca vio a su mejor amigo actuar de esa forma, ser xomo una especie de mamá pata con su único polluelo. Llevo la mano hacia los costados de su cintura, y bueno era ése preciso momento que la encontraba. Se sentía avergonzado de su descuidada figura, los apretó suavemente.  Se levantó la remera negra y presto atención a las líneas rosadas que sobresalían de su piel.

—¿Qué mierda? ¿Nosotros también tenemos esto de las estrías? —pregunto indignado de su cómica situación.

—¡Duh! —le golpeo la frente con sus dos dedos y luego se dio la vuelta —.  Obviamente somo humanos y tenemos imperfecciones al igual que las mujeres.

Asintió, camino hacia donde Ricardo guardaba sus cosméticos. Sin leer de que se trataba, unto en sus manos un poco de creme blanca y la paso por la zona.

—Esa sirve para cicatrices, no para estrías —advierte.

Indirecta Recibida (PAUSADA)Where stories live. Discover now