Capítulo 34

3 0 0
                                    


Velas, olor a pan recién salido del horno y la suela de los zapatos chocando al mismo ritmo.

—La perfección del lugar le dará a ella seguridad ¿Escuchaste?

Nick levanto la vista del celular y chasqueo la lengua. Desde que llego, su amigo con raíces asiáticas no lo ha dejado en paz. Era como un dolor de duela porque luego de bañarse, lo obligo a vestir una camisa que por obvias razones le apretaba en la sección inferior, los botones querían zafarse, también lo roció con un perfume el cual la imagen de caja era el reconocido Iván Drago. Y para poco no dejaba que él le pellizcara el pan casero.

—Falta una hora, tranqui. ¿Ya pusiste las papas? ¿Practicaste tu monologo?

—Shh, no me presiones. Tengo que ponerlas a las...—observo el reloj en su muñeca—, tuve que ponerlas hace cinco minutos—y se marchó.

El castaño volvió a tumbarse sobre el sillón, y termino por cerrar los ojos.

...

No le funciono hablándole y moviéndolo suavemente, ahora con la flor de cachetada iba a despertar el bello durmiente. Preparo su mano en una perfecta posición y...

¡Golpes en la puerta!

¿Ir a abrirle o despertarlo? Entiende que esta última opción provocaría gritos de parte de su querido amigo, en otra instancia sabe que desde la muerte de Mari, él carga un dolor visible, por lo tanto sus emociones son intensas. Lo abandonaría de nuevo, y esta vez no sería fácil recuperarlo.

Desde ya ir a abrirle es el mejor camino, es lo que piensa Ricardo. La haría entrar, le explicaría que está descansando y corta la bocha.

¡La velada!

De vuelta los golpes, sus manos frotándose y con menos actitud que Coquí de "Casados con hijos". Bueno la había dejado de esperar de más y eso es la primera señal de que todo se iba a ir al carajo.

Necesita aún evaluar todo en un microsegundo. Es imposible, lo sabe pero lo intenta y falla.

Al otro de la puerta los nudillos impactan ya sin ganas. El milagro sucede, y ambos se sorprenden por distintos motivos.

Si alguien los viera llegaría a la conclusión que Ricardo parece el padrino de una boda y Claudia, por su lado, es la que trota por las calles de Buenos Aires con una típica joggineta y buzo grande.

La joven sostiene una bolsa que dentro de ella contiene dos cajas de hamburguesa que compro en la rotisería.

Aún con las mejillas coloradas, el ruloso se apartó y le indico que entrara. Debió haber pensado el doble el atuendo que elegiría.

—Perdón por venir desarreglada, en serio.

—No hay problemas, Claudia. Yo igual...—se observa—, me la mande, pero las risas nunca faltan ¿no?

Al mismo tiempo y concentrados en hacer sentir bien al otro ampliaron su sonrisa. El ambiente parece estar en otra sintonía.

—Te invito a pasar hacia la cocina e ignorar a mi amigo—comentó.

Ricardo se adelantó con rapidez, se olvidó de las papas y no solo de eso sino de bajar la perrilla de gas por el pollo. Seguro que saldría seco.

—Voy...mejor espera desde lejos, no quiero, bueno. ¡Ay qué vergüenza!—sin mirarla, agarro un repasador y se persigno.

Apenas abrió la tapa escucho las burbujas reventarse y un leve humito salir. Agito su mano encima de aquella nube de vapor, la bandeja donde se encuentra el pollo está intacta y al igual que la de las papas. Con precaución saco la de abajo y a continuación la otra.

Claudia se posiciono a lado del dueño del departamento, la última vez que había comido pollo fue hace un par de días atrás y termino desatando una pelea con su mamá sobre su vida y como le hinchaba los ovarios para que vuelva con su ex.

Esta nerviosa y teme que haya alguna discusión por su culpa. Mientras tanto aprovecha la distracción del muchacho de rulos para levantar su manga y rascar su brazo con firmeza.

—Cuando era chiquito, mi papá...—detuvo sus movimientos al notar lo que sucedía. Se limpió las manos con el repasador y lleno un vaso de agua—. El calor está sofocando, no sé vos, pero a mi sí. Toma agua para que no te pase lo mismo.

La chica de buzo grande con las mejillas coloradas, tomo el vaso con la mano derecha, la otra la sacudió varias veces hasta que la manga llego cubriéndola de nuevo.

—Gracias, tenía la garganta seca y no quería molestándote porque estabas concentrado en el pollo.

Solo le basto unir hilos para comprender que Claudia no deseaba lo que él había preparado, pensó que tal vez ya había comido eso en semana. Agarro de nuevo el cuchillo y corto otro trozo.

—Creo que le falta cocción. Menos mal que unas apetitosas hamburguesas nos esperan y... lo acompañamos con las papas con crema ¿te parece?

—Sí por favor—embozo una mínima sonrisa. 

Indirecta Recibida (PAUSADA)Where stories live. Discover now