Capítulo 15

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Ese mismo día, a María se le ocurrió ayudar a los vecinos de la zona cerca de la universidad. Y con uno de sus amigos a lado, quejándose.

—Bien, un grupo ira preguntando a los vecinos si necesitan alimentos. El segundo grupo buscara las palas—miro su cuaderno, realmente no tenía nada anotado—. Los restantes repartirían frazadas, y ropa—finalizo.

Ambos amigos se quedaron mirándose entre sí, sus especialidades no encajaban en nada. Mientras los demás se iban dividiendo, el primer grupo ya estaban listos.

—Voy en este—aviso el chico de rulos.

Ella estaba avanzando junto a él, pero fue interrumpida con un grito varonil.

—¡Nos falta uno! ¡La del alisado!

Nerviosa se dio la vuelta, y camino donde era llamada. Se quedó recalculando cuando la voz permanecía de Cristian.

¿La del alisado? Si antes él la llamaba osito, cariño, y el amor de mi vida.

Se ofendió y ahora solo quería irse, después de todo su mama no estaba de acuerdo que este en ese lugar y menos con esa clase de personas.

—Tengo una lista con los vecinos que necesitan ropa—abrió la cabina de la camioneta.

En ella, se encontraban grandes bolsas negras con una cinta pegada para identificarlas por edad y sexo. Enseguida dos chicos las bajaron.

—Al frente, vive una niña de seis años, con su madre—señalo y una chica, con su amiga se ofrecieron a llevarlas.

Comenzaron a mencionar lo que necesitaba cada una de las personas del barrio, y María se ofreció dos veces para llevar ropa. La primera casa que visito, vio dos balde en un esquina, en el techo goteaba agua. Vivía una joven pareja, con su bebe de cinco meses. Dejo la bolsa en el suelo y tímidamente saluda.

—Hola, soy María, vengo a dejarles esta bolsa.

Ellos sonrieron y levantaron lo que ella había entregado. Luego Fernández paso su vista hacia lo que cargaba el chico, se acercó y jugo con sus manitos, mientras hacía ruidos extraños con su boca.

A la segunda casa, otra vez fue sola. Habitaba una señora mayor de edad. Tuvo que abrir por si sola la puerta, la abuelita estaba tejiendo por lo cual no escucho los golpes en su puerta. Le ofreció sentarse y tomar mate con ella, estuvieron hablando alrededor de una hora, en ningún momento se permitió sacar su celular. Al finalizar la visita, la abuelita, le regalo un gorro de lana y agradeció su ayuda.

María nunca tuvo abuela como Thelma, ella tenía una abuela que se preocupaba de los cubiertos de plata estuviesen bien brillantes antes de tocarlos con la comida.

Por otro lado Ricardo tomo su tarea seriamente, brindo su apoyo a cada familia, compartió agradecimientos, risa, y llanto. Para el las emociones era lo que nos fortalecía como humanos.

...

—Últimamente el dinero que ha ingresado al negocio, no es mucho—se pauso señor Soto y miro a los cuatro empleados que exigían un bonus—. Muchachos aún tengo que pagar los servicios.

Un intenso aire se respiraba. La realidad otra vez lo golpeaba, el país no estaba en su mejor año, menos con la suba repentina del dólar.

Nick comprendió la situación, pero los otro dos no.

Santiago se hizo un paso hacia atrás, debía haber estado en su casa hace quince minutos, y su padre aun no leía su whatsapp.

—Lo sabemos jefe, pero yo no puedo pagar la hipoteca de mi casa—confeso "La Bestia" y de repente se sintió avergonzado—. Mi heladera esta vacía, estas semanas he comido aquí en el trabajo.

Nick puso una mano en su hombro como apoyo, no sabía si se encontraba sensible o qué, pero tenía ganas de largarse a llorar. Al hombre grandote se le escaparon un par de lágrimas. A su otro lado Darío estaba inquieto, sin saber cómo actuar por primera vez en su vida.

—Esto es terrible—hablo el hombro de patillas—. Hare lo que pueda para arreglar la situación. Ramírez busca en el almacén los alimentos que ustedes necesiten, luego los repondré. Pueden irse a sus casas muchachos.

Con pasos lentos salieron de la oficina, Nick y Santiago esperaron a los otros dos.

—¿Tu viejo te contesto?

—Aun no, tengo miedo a que le haya pasado algo—dijo entre cortado.

Fueron pasando los minutos, y finalmente aparecieron cargando cuatro bolsas de alimentos. Los siguientes movimientos fueron en silencio, con miedo de causarse daños entre ellos, Teisen se ofreció a llevarlos a sus casas. El primero que dejo fue Santiago, y hablo con su padre por su llegada tarde, el segundo fue Darío que durante el transcurso del viaje, se notaba todos sus músculos contraídos, y por ultimo Nick al frente del edificio. Se sacó el cinturón y agarro la bolsa.

—Quédate con mis alimentos—le pareció que su voz había salido entrecortada—. La necesitas más que yo, el viejo de mi compañero, le dio guita para que hagamos compras y tenemos bastantes cosas. Si necesitas algo, no dudes en pedirme—abrió la puerta, dejando al hombre sin aliento.

Cuando Nick dio el primer paso, la ventanilla del Chevrolet modelo 92.

—Gracias—dijo con un par lágrimas. 

Indirecta Recibida (PAUSADA)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt