Capítulo 9

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María saludo a sus padres amablemente, cuando su madre desde el piso le pregunto cómo le había ido, ella solo asintió, subió la escalera y paso por su habitación conteniendo la respiración.

Dicen por ahí que una persona solo necesita un mal día para volverse loco. Bueno hay que comprenderla, y no solo porque vio a su novio con la ex de Nick, sino que también se debe sumar, el café derramado en sus nuevas zapatillas, los aritos que perdió sin darse cuenta, ahora agregando otra desgracia más a su lista debía su uña acababa de quebrarse.

Siempre recordaba su etapa adolescente como la mejor. Bebía y fumaba en exceso, como así también chapaba en exceso. Tal vez la libertad que le daban sus padres en ese tipo de locuras desataba algo de resentimiento. Un "No le interesa una mierda" era su manera de saludar por las mañanas. Pero ahora era distinta. Madura, responsable, respetuosa, todo un nuevo ser.

Su celular sonaba a lo loco, y no se ponía de acuerdo con la programación del sistema de humo, hizo un pequeño ademan de activarse cuando la primera nube blanca salió de sus labios rojos, el aire de las dos ventanas desvió el camino hacia el aparato. Pensar que su actual relación acabaría como las anteriores desato su oscuro vicio.

¿Con que mentira saldría su novio ahora?

—¿Hola?

—¿Quieres ir al cumpleaños de Mariana? Dicen que estará la banda que te gusta esos... ¿Raros fuertes?

Cerró sus ojos, y estiro el cabello para atrás.

—No, escúchame bien—coloco el celular en frente de la boca—, se llaman Tragos Fuertes, te lo he dicho cien veces. ¡Tragos Fuertes! —repitió elevando el tono.

—Bien, bien, Tragos Fuertes. Sera genial, es de disfraces. Tu puedes ir de iceberg y yo del Titanic ¡Eh! Y si te lo propones hare que me estrello contra vos, escena sacada de película ¿no?

—No iré, ojala que tu amiguita lo pase muy bien en sus... ¿quinces años? ¡Uf! Demasiado infantil la nena. Ahora debo terminar con esto, ya sabes hay mejores cosas que puedo hacer en ese tiempo. Chau—finalizo la llamada como también el último cigarro.

Volvió adentro, y reviso sus cajones buscando otra caja. Entre tanto la señora Fernández terminaba con su sección de ejercicios. Exactamente gente, aun teniendo cuarenta y nueve esta mujer tenía más elasticidad que un chicle. Okey siempre llegaba en tercer lugar en gimnasia artística, quiso transmitirle a su hija su pasión pero fue rechazado en la primera clase. Camino descalza al cuarto de su pequeña María, recuerda con entusiasmo que combino correctamente el nombre con las trillizas de oro, obviamente con su toque personal.

—Tus cigarros los guarde en la estantería del galpón. Si preguntas por las invitaciones de quince que coleccionabas las use para forrar una caja de zapatos, como esos tutoriales—soltó una carcajada—. La cara de Wanda quedo inmortalizada en mi mente—al ver el ánimo de su hija, se cruzó de brazos con ceño fruncido, sabiendo lo que ocurría prosiguió—. Fue ese novio tuyo ¿no? Siempre lo deteste. Y por una vez en nuestras vidas coincidimos con tu padre.

—¡Solo vete mamá! No quiero escuchar parloteos idiotas sobre la persona que tengo a mi lado, igualmente te recuerdo que ustedes no son felices, se engañan mutuamente.

...

—Señora, déjame explicarle a María algo—continuo insistiendo el desesperado y afónico Nicolás.

El botón rojo parecía que se hundía cada vez más por la presión del dedo índice, los perros Rottweilers labraban sin cesar, mostrando de vez en cuando sus increíbles colmillos. Podría parecer ridículo—y lo es—, pero la misma escena de los caninos del Señor Benns era recreada por su mente.

En el barrio privado, los autos lujosos, portones altos, y los policías que se turnaban para la guardia durante el día lo hacían sentir incomodo, nada de esto se comparaba con la junta de la esquina que debías tirarle un par de pesos para que te cuide la casa o los chismes que difundía Doña Rosa sobre sus vecinos. Tal vez la misma sociedad se encargaba de dividirnos siempre, ya sea en clases sociales, estereotipos, o cualquier cosa para aprovechar esta grieta se agrande más.

—No entiendo el porque vienes, pero por medidas de seguridad de la patrona no puedo dejarte pasar. Por lo tanto lo invito a retirarse antes de generar algún tipo de conflicto—se dirigió hacia él, el guardia.

¿Conflicto? Conflicto va a hacer cuando se le ocurra tocarle un pelo, o sea sabía que no tenía un buen físico, pero bueno, una buena trompada iba a encajar.

La luz se iba escondiendo, mientras que el aire frio mantenía despierto a Nick, casi se cegó o mejor dicho se quedó ciego al ver el reflector del coche—último modelo obviamente—.

El portón se abrió y obligatoriamente el joven de seguridad también se abrió al paso.

Este era su momento, y sí que lo era. Se colocó en frente, impidiendo seguir su marcha.

—¿Qué ahora eres trapito Nicolás?—grito su amiga. La puerta se abrió, él rodeando el auto subió—. Solo tienes un minuto advirtió.

—Debemos ir a la fiesta de Mariana, solo son amigos y nada más.

—No vengas hablar por él ¿okey? —siguió con la mirada al frente.

Lo primero que permitió ganarse el respeto de María fue el silencio, era sumiso ante ella. Y eso le aseguraba un dolor menos de cabeza.

Los semáforos estaban a favor, eso no ocurre todos los días. Tampoco el poco tránsito a esta hora. Podía aun estar cegado pero la luz fuerte del kiosco lo empeoraba, el móvil se detuvo provocando en Hernández que continuara luchando con el sueño.

—¿Quieres algo? —pregunto

—Hmm... shh, quiero dormir solo tres minutos.

Revoleo los ojos ante el ataque de diva, abrió la puerta y a continuación la azoto tan fuerte que los perros activaron sus orejas y comenzaron avisarse entre ellos lo que ocurría. Entro al negocio, tuvo que esperar a que dos niños tomaran los caramelos en sus pequeñas manos. Jugo un rato con los botones de la llave, encendiendo y apagando las luces hasta que presiono el de la alarma. En su lugar salto su compañero, y miro en varias direcciones.

Desde el vidrio María le mostraba tres dedos, y su reloj de su muñeca. Con una risa improvisada le pidió al dueño unos cigarrillos, y observo con audacia lo que colgaba en el mostrador, lo señalo.

La sonrisa amplia del señor animo a su compra.

Indirecta Recibida (PAUSADA)Where stories live. Discover now