Capítulo 13

13 3 0
                                    


Presiono el volante, sonando así la bocina, la puerta del garaje se abrió lentamente e introdujo el coche. El negocio se encontraba justo al lado de la casa familiar.

Secreto Ancestral había pertenecido a tres generaciones, aunque al principio solo era un mini emprendimiento de alfombras importadas. Durante la última década se convirtió en un supermercado chino muy popular en la zona.

Antes que su puño haya tocado la superficie metálica, se abrió la puerta, su madre lo ataco dándole un fuerte abrazo y le acaricio sus seductores rulos.

—Mi pequeño, has crecido tanto desde la última vez que viniste a verme—le beso la mejilla e hizo que avanzara hasta el comedor.

Ricardo cada vez que frecuentaba lo hacía a escondidas de su insoportable padre. No era porque tenían una mala relación sino que siempre le hablaba sobre asuntos del negocio que a él no le interesaba en lo absoluto.

—¿Estas bien mamá? —pregunto.

La mujer se había dado la vuelta, buscando algo para picar, mientras la pava eléctrica se encargaba de lo suyo. Su cuerpo seguía siendo fabuloso, se adaptaba muy bien en el jeans oscuro. En el momento un hombre de cincuenta años apareció, y se dirigió hacia su esposa. La diferencia de estatura era brutal, él era más bajo que ella, llevaba unos anteojos rojos, que hacían ver grandes sus rasgados ojos. Se dio la vuelta y sonrió hacia su dirección.

—¡Oh, has venido! ¿Cómo he salido por la pantalla? ¡Dicen que el HD te hace ver gordo! —toco su cara y desapareció.

—Menos mal que él no estaba de turno esa noche—tomo lugar a lado de su hijo y abrió el paquete de masitas rellenas—. Hubiese sido fatal.

—Culpo de nuevo a los vecinos, hablo haciéndose el chino y ahora se agranda como un famoso. Eso es fatal má.

Aunque ya estaba satisfecho, prefirió comer antes que le llamen la atención. Se removió al escuchar varias voces acercándose, giro para comprobar su pesadilla.

Sus tías.

—¡Ah! —grito una de ellas, y era justamente la más hincha bola—. ¡Nuestro Ricky!

...

Estar solo en el departamento, sin nada que hacer lo desesperaba. Ya había baldeado el piso, organizo los alimentos de la heladera (en el orden que le sugería una revista), y coloco en orden alfabético los libros de psicología de Ricardo.

Decidió apagar la televisión y colocar música, para su parecer lo mejor para un ambiente lluvioso era escuchar algo de "No te va a gustar". Afuera seguía el clima terrible y no había ninguna esperanza de parar de hacerlo.

Su celular reposaba en su rodilla. Se le paso por la cabeza, solo chismosear un rato para ver lo que decían de él.

Lo prendió, apareció el logo y luego vio el inicio, con los iconos de esas aplicaciones que lo tentaban a pecar. Como si el aparato lo quemara, lo arrojo a la mesa.

—¡No me provoques! —desafío, y volvió a pararse. Busco una pequeña caja, donde venían los saquitos de té, regreso al lugar. Levanto con dos dedos el celular y lo metió adentro—. No saldrás de acá, hasta que hayan pasado tres semanas ¿entendido?

Nick se estaba volviendo loco hablándole a un objeto sin vida, eso sí se respondía por sí solo.

...

Se dedicó a llenar los estantes con mercadería, y ahora estaba en la sección de limpieza, colocando las botellas de lavandina prolijamente.

Ayudar en el local fue la única escapatoria que tenia de librarse de sus tías. Esas tres mujeres no se callaban más, parecían cotorras. No, no, no, no era bueno comparar a aquellas aves con sus familiares, ellas eran peores.

—¿Y qué le robaron señor Niuniu?

—Mis espelanzas de vel una mejol Algentina.

Ricardo que cada vez se bajaba la visera a la cara, esta vez dejo escapar una carcajada, y sin dudas tenía dos reacciones. Una de enfadado y otra de confusión.

—Mejor hábleme de los daños que le provocaron al local—pregunto el reportero.

Un conocido diario estaba interesado en el reciente robo, y había mandado a su mejor hombre para entrevistarlo. Era petiso, de cabello blanco—y esta vez no era por moda, sino por edad—, en su rostro llevaba un bigote estilo Charles Chaplin del mismo color que su pelo.

—La verdad, las cámaras... camalas están algo dañadas, en el vidlio... Venga acompáñeme—ambos se alejaron.

En el súper se encontraban diez personas, un nuevo record para un día lluvioso, en la caja solo se encontraba una chica llamada Eve y en dos secciones más allá habían otros dos empleados

Paso su mano por la frente, se alzó a buscar otra caja. Y esta vez serian detergentes.

Cogió el cúter y lo paso en la cinta, abrió las solapas y agarro un envase transparente con liquido amarillo.

—Emm... H-Hola, ¿sabes dónde puedo conseguir un paraguas o lo que sea para cubrirme? —Ricardo señalo el pasillo izquierdo—. Oh no, yo acabo de volver de ahí y no quedo n-nada.

La voz de la chica era suave y aguda, levanto la mirada. Un buzo celeste tres veces más grande que su cuerpo, pantalones negros y zapatillas algo estropeadas llenas de barro. Se levantó de golpe y se alarmo. Ella se encontraba toda empapada con leves temblores.

—Ven—la quiso tomar de la mano, pero ella retrocedió lo suficiente para dejarle en claro su incomodidad. Se rasco la cabeza frustrante—. Bueno te buscare ropa, vendré en...

—No, no, no—repitió, se alejó un poco más—. Quiero un paraguas e irme.

Su cabello estaba recogido en una coleta y goteaba. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida.

—¡Espera tengo un paraguas! —grito.

Claudia volvió hacia él, se cruzó los brazos, para darse a sí misma calor. Miro fijamente al suelo cuando la presencia del chico desapareció corriendo.

Adentro de la prenda, se ocultaban nuevos moretones y cicatrices, cuando ella respiraba debía hacerlo con sumo cuidado porque le dolía, al caminar tenía que ser lento porque sus pies le ardían. Alzo la mirada, varias personas comenzaban a observarla con curiosidad.

No le gustaba para nada, se puso nerviosa y volvió a bajar sus ojos, leves lagrimas salían.

—Sé que es algo infantil, pero te servirá mucho—apareció Ricardo, al ver lo que le sucedía trato de acercarse. Paso su brazo a su espalda y la acerco para rodearla—. ¿Quieres que te lleve?

Ella lo alejo, tomo el paraguas de Cars y se marchó del lugar. Su padre apareció en su radar, le sonrió y se volvió de donde había venido.

—Ah... ¿este igual es mi trabajo? Okey... Se soli-solicita al personal de lim-limpieza en el pasillo tres. Muchas gracias, sigan con lo suyo—hablo la chica en el altavoz.

Sus primos con un uniforme blanco aparecieron con un balde y un trapo de piso, que fue usado más de cien veces.

Necesitaba jubilarse pronto.

—Y bueno, esta vez te toca a vos—le dio el palo a su hermano.

—La última vez lo hice yo, boludo.

Así ambos comenzaron su pelea, por quien tenía que secar el piso.

Indirecta Recibida (PAUSADA)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora