Capítulo 20

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Nick esperaba hace más de diez minutos, los hombres lo odiaban y las mujeres no comprendían porque seguía en la entrada de ambos baños. Él no era consciente de lo que hacía y mucho menos de la boludez que pensaba decir cuando apenas la viera.

Su cabeza daba vueltas, la recostó sobre la pared y cerró sus ojos, tratando de visualizarse en los próximos minutos.

Otro tipo de dolor de cabeza era María, había decidido seguir tomando y actualmente la hallábamos arriba de un parlante y bailando descontroladamente mientras un tipo de seguridad hacía de todo para bajarla.

—Señorita, por favor baje de ahí, es peligroso.

—¡Ponete la gorra, cagón! ¡Es mi vida! ¡Manéjate! —grito.

Cata era la imagen viva de agotamiento, abandono el área de las bebidas y se acercó donde ocurría el escándalo. Agarro el brazo de la castaña y la tiro suavemente.

—¡Me bajo porque quiero! ¡Abajo el patriarcado! ¡Arriba Argentina!

Los chismoso aplaudieron al comentario de María y eso fue más que lo suficiente para que bajara y le mostrara el dedo del medio al grandote de seguridad.

La alarma sonó. Se desataron de nuevo gritos y luego de un tiempo la música se intensifico más.

—Tenemos que irnos, pero debemos buscar a Nick y... ¿Qué haces? —pregunto ante el poco espacio que tenía.

Su cuerpo se estremeció al tacto de los dedos de la amiga de su hermano. Quería alejarse o incluso empujarla pero el miedo o esta nueva sensación se lo impedía. Su mente gritaba ayuda con desesperación.

Escuchar la voz suave de la chica, hizo que sonriera con tranquilidad, libre de cualquier incomodidad limpio el resto de espuma que tenía sobre la ropa.

—Antes de colocarme el labial, paso sobre mis labios un hielito para que le de ese efecto. Es un truco que me enseño mi mamá.

—¿La extrañas? —bebió del vaso y largo un suspiro—. Debe ser difícil haber presenciado como ella de a poco iba ahogándose en su propia depresión. Si tuviera en tu lugar estaría volviéndome loca con ese recuerdo.

Asintió. No le quedó otra opción que desviar la mirada.

La promesa retumbaba en su cabeza.

...

Otros diez minutos pasaron con la diferencia que su posición era estar sentado en el piso con sus piernas flexionadas. El efecto estaba desapareciendo, su pecho se oprimía cada vez que sus pensamientos se centraban en ella y sus ojos enrojecidos eran la evidente prueba de aquello. Acostó su cabeza y decidió hacer un conteo hasta sesenta para marcharse del lugar.

Las personas que transcurrían por allí ya se habían acostumbrado a verlo tan perdido, incluso se crearon chismes y todos querían comprobar el estado que se encontraba el chico de los baños.

—¿Por qué en un baño? Shh... hay alguien.

Levanto la mirada y se incorporó rápidamente. Seco las lágrimas de sus mejillas y trato de entender la situación.

Era Mariana y... Cristian.

Ella con el labial mate corrido y él con los labios hinchados.

Decidió bajar la vista, ellos además tenían las manos entrelazadas.

—¿Esperen qué? —reacciono.

—¿Qué? Oh ya veo —soltó la mano del chico de camisa de lunares—, bueno yo...

—No tienes nada que explicar o sea no somos nada. No me debes una explicación, disculpen debo irme con mis amigos... sigan con lo suyo. Yo no diré nada—hablo quedándose sin voz.

Al pasar al lado de ellos, quiso mostrarse fuerte y para nada afectado pero una vez que desapareció del pasillo impacto su puño en la pared. Ni siquiera ese tipo de dolor provoco que olvidara al anterior.

Apresuro una vez más el paso, encontró a su mejor amiga bailando con un chico morocho y a su hermana con su gemelo. Con la mirada le indico a María que lo siguiera, ella perfectamente siguió su instrucción.

—Cambia esa cara de ojete, dijimos que ibas a tratar de olvidar lo de la pizzería, amigo—ella reposo su mano en el hombro del chico—. ¿En qué puedo ayudarte para cambiar esto?

Nada de lo que pasaba por la cabeza de la ex rubia era lo que iba a pedir Nick.

—Sé que le robaste las llaves a Ricardo, dámelas.

De su jeans las saco y acerco las llaves del coche en el rostro del castaño, cuando él quiso agarrarlas no se lo permitió.

—Unas vueltas por la ciudad no le hace mal a nadie ¿no?

—A nadie le afecta lo que pueda pasarnos.

—Vamos llevándonos bien querido Nicolás. Si quieres diversión no busques el dolor—guineo el ojo.

Indirecta Recibida (PAUSADA)Where stories live. Discover now