Nikos Mounsmith escribe un Best Seller por año y Anna Bianconi se encarga de entrevistar a estrellas como él. Este libro cuenta una historia donde el café y el amor son los protagonistas. Donde, taza tras taza, se aprende a ser más real y más humano...
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Nikos Mounsmith
Estaba viendo desde hace treinta minutos cómo Anna hace magia en el programa. Ciertamente la pareja de empresarios era un salto a otro nivel. Anna comenzó haciendo preguntas vagas, por encima. Todo sobre las empresas, pero de ahí pasó a la complicidad que ellos tenían y la química que irradiaban.
Porque si, como escritor podría describir esa aura de confianza entre ellos.
Alexander era frío, no era un secreto, pero tampoco lo era que Emily era un sol, casi literalmente. Por lo que se complementaban muy bien.
Además, son amables los dos. Realmente.
Él ya había hablado de lo interesado que estaba en hacer negocios conmigo, y no iba a decir que no. Podría ir bien. Además, Anna estaba encantada con Emily.
Nosotros que andamos haciendo amigos por doquier, no me extrañaría hacer una barbacoa la semana de arriba con ellos. Imaginen que me estoy riendo.
Dentro de mi, porque estaba muy concentrado viendo las piernas de mi novia con un cerebro inteligente.
Basta, Nikos.
Anunciaron un corte comercial para elegir las preguntas de los fans para hacerles y fue mi turno de acercarme. Llevé más café. Estuve a punto de sentarme al lado de Anna cuando noté que un grupo de chicas se acercaba. Pensé que era a Alex y Emily, pero la cosa era conmigo.
—Nikos— habló una de ellas, voluptuosa un poco y sonriente. Iba a catalogarla como rubiaajurode ahora en más.
Después de tanto con Anna, claro que sabía diferenciar un rubio natural.
Asentí en respuesta.
—Queríamos saber si podrías tomarte unas fotos con nosotras— preguntó de cierto modo, muy cerca. Estaba comenzando a sentirme acorralado y todavía no estaba haciendo nada. Estaba batiendo tus pestañas de una forma muy rápida que estaba empezando a dejarme un poco aturdido.
—Claro, chicas — les dije.
—Eres muy guapo— Rubia a la fuerza habló en un momento. Ignoré el comentario y simplemente esperé por ellas.
Se acercó una por una y nos tomamos la fotografía. No podía no ser amable, pero cuando la rubia teñida se pegó a mi como una sanguijuela solo pude apartarme rozando lo brusco.
—¿Trabajan aquí?— pregunté por cortesía. Asintieron y me dijeron que eran del área de publicidad.
—Cualquier cosa que necesites, estoy a la orden— me dijo la barbie. Un atisbo de molestia comenzaba a mostrarse en mí, sin embargo contesté pasivamente.
—Gracias, pero tengo varios amigos por aquí que están en ello.
—Anna, seguro— dijo. Noté que algo quería sacar de ahí. No iba a decir nada de Anna y de mí. Negué con la cabeza antes de responder.
