Velas en el agua

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Con las primeras luces del alba, el puerto, como cualquier otro, ya estaba lleno de actividad. Pescadores yendo y viniendo, mercantes de todo el mundo vendiendo sus exóticas mercancías, los bares colmados de marineros buscando trabajo y algún que otro borracho de la noche anterior que empezaba a despertarse. Las calles abarrotadas de gente, repletas de vida. Un barullo impresionante. En el cielo, algunas gaviotas volaban hacia las nubes en el horizonte. Con esa escena me encontré al abrir la ventana de mi habitación.

Llevaba ya cuatro noches en aquel hostal de mala muerte, pero era lo único que me podía permitir con el poco dinero que me quedaba. Tras cinco días sin conseguir un trabajo como marinero, la esperanza de poder salir de esta isla se iba debilitando. Sin embargo, hoy parecía distinto. A lo lejos, donde el cielo y mar se vuelven uno, había velas de nuevos barcos.

Como cada mañana, bajé al bar más popular entre los mercantes y me senté en la barra a esperar a algún capitán que buscara nueva tripulación. A pesar de que afuera hacía un sol radiante, el bar era una estancia oscura, iluminada por pequeños candelabros que colgaban de las paredes y una chimenea en un lado.

Pasaron las horas sin mucho éxito y justo cuando me di la vuelta para irme a comer, por la puerta entró un señor con un enorme abrigo azul marino, una camisa blanca de lino y unos pantalones marrones terminados en unas grandes botas negras de cuero. En el pecho se veían dos bandas de cuero con pistolas de chispa a los lados. Lucía una cuidada barba gris y una gran cicatriz le recorría el lado derecho de la cara, desde la patilla hasta casi la boca. Al entrar el bar entero se sumió en un silencio sepulcral, hasta el fuego de la chimenea dejó de crepitar.

- ¡Capitán! ¡Ha vuelto! - Gritó el camarero.

- ¡Me alegra verle Cho Juan! - Dijo el Capitán con una cálida sonrisa. Su voz era grave pero no demasiado, muy dulce y agradable. Parecía simpático, pero su figura estaba llena de misterio.

Tras esto el bar entero se levantó a saludar al Capitán. Aproveché para ir a hablar con el camarero y preguntarle sobre este señor.

- Disculpe, ¿quién es este señor?

- ¿No conoces al Capitán? ¡Es de los mejores navegantes de estos mares!

- ¡El mejor de todos! - Respondió otro marinero que estaba a mi lado.

- Pero...¿Capitán qué? ¿Cuál es su nombre? - Pregunté al camarero de nuevo.

- Nadie conoce su nombre, todos le conocemos como el Capitán.

Poco a poco el Capitán se fue abriendo paso entre los marineros que iban a saludarle hasta llegar a la barra, sentándose a mi lado.

- Muchachos y muchachas, por favor, déjenme un poco de aire que vengo cansado y necesito un trago - Dijo el Capitán, aún sonriendo a pesar de todo - ¡Cho Juan! ¡Póngame una de ron!

- ¡Marchando! Dígame Capitán, ¿qué le trae de vuelta a este puerto?

- La tragedia, querido Juan, la tragedia. Pasando por las islas caribeñas nos azotó una terrible tormenta y perdí varios marineros. Que el mar se apiade de sus almas. Ahora necesito contratar nuevos tripulantes para mis viajes.

Al oír esto levanté la vista del vaso con esperanza, ¿sería esta mi oportunidad para salir al mar?

- Pues está de suerte, justo ese chico lleva días en este bar buscando trabajo - Dijo Cho Juan refiriéndose a mí.

- ¿A sí? Dime muchacho, ¿te gustaría ser marinero de El Echeyde? - Me preguntó el Capitán.

Titubeé por un momento. Esta era la mayor oportunidad de mi vida. Desde joven había soñado con navegar los mares y ser un famoso marinero pero por desgracia nunca tuve la posibilidad de lanzarme al mar hasta ahora. Marinero de El Echeyde, bajo el mando del mejor marinero de estos mares.

- ¡Por supuesto Capitán! -Dije con entusiasmo.

- Bienvenido a bordo, grumete. Dime chico, ¿cómo te llamas?

- Llámeme Ismael.

Tras esto el Capitán pasó a contratar otros 20 nuevos marineros y nos dijo de ir al barco a la mañana siguiente para marchar. Aquella noche a penas pude dormir de la emoción.

Con las primeras luces del alba, el puerto, como cualquier puerto, ya estaba lleno de actividad. Pero hoy no observaba desde la ventana de un hostal, sino que era uno más en aquel barullo buscando El Echeyde.

Madera y velasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora