Barco

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El casco de El Echeyde estaba muy dañado. El interior había sobrevivido un poco mejor, pero era inevitable quedarnos atracados en un puerto durante semanas.

Después del ataque y de mi desfallecimiento, desperté en la habitación del Capitán. El doctor concluyó que mi pérdida del conocimiento se debió a la magnitud de la explosión, además del agotamiento tras mi largo viaje de regreso, pero nada serio. De todas formas me prohibió levantarme de la cama y trabajar hasta que estuviera seguro de que no había ningún problema.

Aquello no fue un problema. El Echeyde se mantuvo atracado en Arrecife durante un mes entero. Habría sido mucho menos de no ser por la catástrofe en Chimanfaya. Por si fuera poco el volcán existente, a pocos días antes de partir, aparecieron otros dos. La isla estaba cayendo rápidamente en crisis mientras su principal área de cultivo quedaba sepultada bajo la lava.

Un poco desanimados por no poder ayudar, partimos una mañana de octubre, rumbo al sur. Habían llegado noticias de que El Fénix Negro había sido avistado por Guinea. No sabíamos si sería el original u otra copia, pero era mejor que nada. Mientras veía la isla de Lanzarote alejarse por la popa, no podía parar de pensar en la placa que flotaba en los restos de la explosión en La Graciosa. El Fénix Negro XV. Habíamos hundido varios Fénix ya, pero ni de lejos quince. ¿Cuán grande era la flota de Astrid? Y, ¿de dónde la ha sacado?. No es poca cosa tener quince barcos.

Absorto en mis pensamientos, perdí la noción del tiempo. De pronto, al escuchar gritos en la cubierta, volví a mi. La isla ya no estaba y una espesa niebla nos había engullido. Desde la popa a penas se podía ver el final del bauprés. Había cierto nerviosismo en la cubierta, totalmente justificado conociendo a los piratas que perseguíamos.

- ¡Barco a la vista! - gritaron desde la proa - ¡Por estribor!

Todos nos quedamos sin aliento, esperando órdenes. La popa de una fragata aparecía a través de la niebla. HMS Stampide. Una bandera de la marina británica colgaba sobre el castillo de popa. A penas había viento, con lo que nos movíamos muy lentamente hacia la fragata.

- ¡No parece un Fénix! - dijo el mismo marinero - Este barco lleva a la deriva mucho tiempo, y es amarillo.

- ¡Igualen la velocidad, Ismael y Valkyria con el Capitán! - ordenó Gaia - ¡Y los demás a sus puestos de combate, preparados para lo que sea!

Bajé del castillo de popa rápidamente, para dar con el Capitán justo al final de las escaleras. Valkyria llegó poco después.

- Este parece una fragata de la marina británica, - explicó el Capitán - pero por su estado lleva meses en el agua sin mantenimiento alguno. Ustedes dos lo van a abordar y van a ver qué ha ocurrido.

- De acuerdo - respondimos al unísono Valkyria y yo.

- Nos quedaremos cerca, pero no pegados, en todo momento. Irán en uno de los botes, por si acaso hay explosivos.

- Y llevaremos armas, supongo - dijo Valkyria.

- ¡Por supuesto! No sabemos lo que hay, no les voy a mandar desarmados. Mucha suerte.

Embarcamos en una lancha, armados con espada y dos pistolas, junto con dos candiles. Remé hasta el casco del buque inglés, y até la lancha. Subimos por las escaleras laterales hasta la cubierta, totalmente desierta.

En el barco tan solo se oía el crujir de la madera, y ligeramente las velas. La madera estaba muy poco cuidada y en mal estado, con moho creciendo por todos lados.

Bajamos al primer puente, casi totalmente a oscuras. Encendimos los candiles y vimos una sala vacía. Sin cañones, ni siquiera lámparas colgadas. Era como si hubiesen desvalijado el buque entero. En el camarote del capitán no quedaba ni una silla. Por más que buscamos no encontramos absolutamente nada.

Madera y velasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora