Fantasmas

16 0 0
                                    

Atravesábamos una frondosa selva de laureles. Era un paisaje sin igual. Extremadamente húmedo y frío, con árboles más barbudos que nosotros. Al llegar a la cumbre una espesa niebla nos impedía ver mas allá de nuestras narices.

Seguimos el camino real hasta La Laguna como bien pudimos, casi totalmente a ciegas, durante horas, hasta que llegamos a Aguere con el alba. Ante nosotros se abría un basto valle con el Teide de fondo. Dos nubes entraban por el norte atravesando la vaguada a ras de suelo.

En el fondo estaba San Cristóbal de La Laguna, donde una vez más llegábamos para seguir hacia Santa Cruz, caminando de nuevo. Los pies me dolían horrores, como si tuviera el hueso desnudo contra la fría piedra. Pero a pesar del dolor y el agotamiento seguimos caminando siguiendo al Capitán.

Al llegar a la puerto, un capitán español se quedó mirando boquiabierto al Capitán, pálido, como si estuviera viendo un fantasma.

- I...imposible. - dijo - No creo lo que ven mis ojos.

- ¡Gerónimo! - le saludó el Capitán.

- No...¡no es posible! - dijo el español, aterrado - ¡Tú estabas en la flota en las Bahamas!

- ¿Ocurre algo, capitán? - preguntó un soldado.

- Dime que tú también les ves - respondió señalándonos. Su dedo temblaba levemente y su mirada era casi de pánico.

- Sí, señor. ¿Qué le ocurre?

- Gerónimo, - dijo el Capitán - ¿me quieres explicar qué te ocurre?

- Tú deberías estar muerto...todos vosotros deberíais estarlo... Esto es imposible...¡Imposible!

- ¿De qué estás hablando? - preguntó el Capitán.

- En las Bahamas...no hubo supervivientes. Y de haberlos...eso fue hace seis meses por lo menos. No es posible que llegaseis hasta aquí con vida.

- Sí hubo supervivientes. - respondió el Capitán, sombrío - El Echeyde aguantó, pero nos ganaron un abordaje y mataron a toda mi tripulación menos estos que estamos aquí.

A mi cabeza volvieron los gritos de agonía de mis difuntos compañeros, el sonido de los disparos y el de sus cuerpos sin vida cayendo sobre la cubierta.

- Hace seis meses... - añadió Gaia - No me lo creo. Pasamos medio año en ese infierno...

- ¿Qué barco les abordó? - preguntó Gerónimo, aún recuperándose del susto.

- El Dragón Negro, un navío de línea comandado por Astrid...

- ¡Pero si El Fénix Negro quedó fuera de combate nada más empezar! ¡Vosotros lo dejasteis reducido a astillas!

- Era para confiarnos, estaba todo preparado. Hemos vuelto en los restos de la fragata desde Salvaje donde nos abandonaron.

- ¿¡El Fénix está aquí!?

- Fondeando frente a Taganana, - respondió Gaia - incapaz de navegar por el momento.

- ¿Y El Echeyde? - Gerónimo volvió a mostrar miedo - No me digas que...

- Lo tiene Astrid - contestó el Capitán, cerrando el puño.

- Esto es terrible... a saber de lo que es capaz con dos navíos así...

- Necesitamos volver al mar, ¡tenemos que buscarles y acabar con ellos de una vez! - interrumpió Gaia.

- Miren al puerto, no hay barcos de guerra. - explicó Gerónimo - Y no hay viajes previstos.

- ¡El Fénix! - exclamó Valkyria - ¡Si lo reparamos, podremos volver al mar!

- Pero nos llevará semanas, es mucho tiempo - respondió el Capitán, decepcionado.

- Es mejor que nada. - apuntó Gerónimo - Mañana ordenaré a un grupo de pescadores que nos ayuden a remolcar la fragata.

El Capitán suspiró, y aceptó con un geito con la cabeza.

- Bien. - dijo Gerónimo, animado - Ya mañana concretamos, ahora id a descansar que se os ve agotados. Os podéis quedar en el Castillo de San Cristóbal si queréis.

Tomamos la oferta y dormimos tras los muros del castillo. Estaba tan agotado tras el viaje y la caminata que tras tan solo tocar las sábanas caí rendido en un profundo sueño.

Madera y velasWhere stories live. Discover now